Ficciones y sentidos comunes
Mientras en La Moneda bracean tratando de inventar nuevas realidades que los zafen de su promesa de origen, la oposición parece no capitalizar nada de ello. Su miopía devenida en incapacidad de construir sentidos comunes alternativos más aún que su incapacidad de articulación les pasa la cuenta.
En Sapiens: Una breve historia de la humanidad y en otros de sus provocadores libros, Yuval Harari ha insistido en que vivimos de ficciones. Narraciones que nos llevan a creer, pensar o consensuar como realidades objetivas ciertas construcciones subjetivas de sentido.
La capacidad de narrar, esa capacidad fundacional del Homo Sapiens, se usa también voluntariamente – y hoy de manera exponencial – para generar "realidades" ficticias y vertiginosas de la mano de las nuevas tecnologías.
Muchas campañas políticas han hecho de esas ficciones, llamadas también fake news, una verdadera arma de la comunicación para favorecer a los candidatos propios y hundir a los competidores. El ejemplo más recordado es la campaña presidencial de Donald Trump y el robo de correos electrónicos del Partido Demócrata, usados para perjudicar a Hilary Clinton frente a su propio electorado, a punta de ficciones. Un tema que hoy, tras las elecciones de medio término, vuelve a cobrar vigencia, pues Trump quedará ante una mayoría Demócrata que podría querer reabrir el bullado caso del "espionaje Ruso".
En el plano local, desde hace un tiempo venimos observando cómo, incluso desde la campaña, el actual Gobierno usa las ficciones de las que habla Harari de manera cotidiana en su comunicación política, para dar sentido a su gestión, potenciar su adhesión y mantener la potestad sobre el sentido común ciudadano que legítimamente le arrebato a la centro izquierda. El tema es que a veces las ficciones sirven bien a los propósitos de campaña, pero conllevan el riesgo de torcerse a medio camino.
Y pudiera ser lo que pase con el sentido común que partió con la exitosa ficción de "los tiempos mejores" si es que termina siendo un salvavidas de plomo para La Moneda. Ahora que el Gobierno se da cuenta que el relato en torno al virtuosismo del crecimiento económico basado en la centralidad del mercado y el empresariado, se torna una quimera, la pregunta es cómo seguir la historia. Porque con un Presidente que, de acuerdo a la última encuesta Criteria, ha perdido 11 puntos de aprobación por la incredulidad en torno al devenir económico, es claro que la ficción de los tiempos mejores amenaza con volverse en contra.
Frente a este hecho, el Ejecutivo ha optado por una táctica habitual en momentos de dificultades políticas: cambiar de tema. Y cambiar de tema significa cambiar de ficciones, ir ahora por ficciones más cortas que le permitan mantener el control de la agenda y no perder adhesión ciudadana.
Surgen entonces proyectos de ley o propuestas de gestión fundamentadas en realidades supuestas, instaladas en la opinión pública como verdades incuestionables que transforman la voluntad de Palacio en políticas necesarias, de sentido común y a las que sería un sinsentido rechazar.
Tal como los homos sapiens transformamos lujos en necesidades al pasarlos por el cedazo del marketing, el Gobierno, mediante encuestas y comunicación, intenta resumir discusiones complejas, con diversas aristas, en temas con sólo un sentido común posible. ¿Quién, que no esté movido por la ideología, podría estar contra un Aula Segura? ¿Quién podría oponerse a una reforma de pensiones donde entre otras cosas se ofrece un 4% adicional de cotización pagados por otros? ¿Quién podría no estar de acuerdo con la salida "consensuada" de inmigrantes?, por señalar algunos hitos recientes.
Y mientras en La Moneda bracean tratando de inventar nuevas realidades que los zafen de su promesa de origen, la oposición parece no capitalizar nada de ello. Su miopía devenida en incapacidad de construir sentidos comunes alternativos más aún que su incapacidad de articulación les pasa la cuenta. En la última encuesta Criteria, de hecho, el escenario para la oposición es aciago.
Y en la centroderecha, no son precisamente los piñeristas los que destacan: Joaquín Lavín aparece como el más valorado y mejor posicionado en todos los atributos medidos. Si se considera sólo a quienes se identifican con las coaliciones Chile Vamos y Acción Republicana, se evidencia una clara disputa entre dos figuras principales: Joaquín Lavín y José Antonio Kast. Cada uno de ellos, intentando generar ficciones en torno a un Chile a su medida.
La pelea por los sentidos comunes está declarada. Y mientras el Gobierno se esmera por mantener su monopolio, nuevas ficciones se van urdiendo, sin que parezca importar demasiado qué tanta distancia tienen con la realidad.
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