El Gobierno a la defensiva

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El aceleramiento de la insatisfacción por orden y seguridad pueden marcar un punto de inflexión, donde el liderazgo que representa José Antonio Kast pueda encontrar la pieza que le falta al puzzle de su propuesta.



Mientras América Latina se desacelera este 2018, las cifras de Chile se han duplicado respecto del 1,9% que creció el país durante la administración de la Nueva Mayoría. Sin embargo, lejos de implicar cuentas alegres para el actual Gobierno, vemos que este crecimiento no correlaciona con la aprobación ciudadana a la gestión presidencial.

Y es que, más allá de las cifras, las personas empiezan a cuestionarse si lo que sucede en su economía diaria es tan distinto de lo que sucedía con ella durante la gestión de Michelle Bachelet.

La promesa de campaña en torno a tiempos mejores suponía un contexto económico más auspicioso. Uno donde el crecimiento se fuera constatando de manera más rápida y tangible en los bolsillos, en las posibilidades de acceder a mejores empleos y en las opciones reales de aumentos en los sueldos. Sin embargo, hasta ahora, las expectativas sembradas en el plano de la subjetividad no se han visto refrendadas por el crecimiento objetivo que ha experimentado el país.

Como si fuera poco, la OCDE ya anunció que lo que se viene, en el plano económico, no son exactamente tiempos mejores sino, literalmente "tiempos más difíciles". Un panorama poco alentador para la futura aprobación ciudadana del Presidente, pues dejaría la promesa de mejoría anclada sólo en un slogan de campaña.

Frente a ese horizonte económico que amenaza con desfondar el relato gubernamental centrado en el valor per se del crecimiento, el Gobierno vuelve a echar mano y con más fuerza a otra de sus banderas: el orden y la seguridad, decidido a poner un fuerte foco en esta arista de su promesa. Esto además le permitiría neutralizar la amenaza que le supone el surgimiento por la derecha de un liderazgo como el de José Antonio Kast, que se nutre precisamente de la frustración de expectativas.

La encuesta de Bicentenario UC de este año, como antes el informe del PNUD sobre la democracia (2016), muestran nítidamente el crecimiento de la demanda por orden y seguridad entre la población. Esta demanda, siempre latente entre nuestra cultura Portaliana, parece haberse profundizado a propósito de la emergencia de discursos autoritarios que fomentan mayores restricciones a las libertades personales y focalizan los males de la modernidad y el desarrollo en terceros, hoy particularmente en la comunidad inmigrante.

Lo que identifica La Moneda como su potencial tabla de salvación es una sociedad crecientemente miedosa y desconfiada, donde la amenaza empieza a ser incorporada como una lógica relacional cada vez más cotidiana. Miramos al migrante, al mapuche, al estudiante, al otro, como una amenaza al orden y hasta a la seguridad personal.

Apuntando a la "gestión" de esa ansiedad, de esa incertidumbre, el Gobierno intenta que en adelante se le juzgue no solo por lo económico, sino por su capacidad de poner orden, autoridad y, así, repuntar en la evaluación de la ciudadanía.

Pero paralelamente, esta estrategia defensiva cumple, como adelantamos, con otro propósito no menos importante: neutralizar a José Antonio Kast quien, paradójicamente y ante una oposición de centro e izquierda sin agenda de futuro, podría ser el principal beneficiado por el defraude de expectativas.

El aceleramiento de la insatisfacción por orden y seguridad pueden marcar un punto de inflexión, donde el liderazgo que representa José Antonio Kast pueda encontrar la pieza que le falta al puzzle de su propuesta. Ya tiene varias: descrédito de las élites, creciente descontento con la democracia, corrupción y abusos de poder. Si la democracia liberal que hemos conocido en estos últimos 30 años pierde las llaves del crecimiento y del orden, se completará un puzzle que hasta ahora no hemos visto.

Al parecer el Gobierno, que inició su primer año a la ofensiva llegando a niveles de aprobación presidencial del 60% (encuesta Criteria Julio 2018), iniciará su segundo año a la defensiva, orientado a que los pesos de la economía y el orden no le impidan flotar en torno al 40% de aprobación. Que, dicho sea de paso, sería todo un logro en tiempos de descrédito.

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