El hijo pródigo de Scorsese vuelve al mercado

Imagen Martin Scorsese
Scorsese estrenará en 2019 la cinta The Irishman.

En 1997, en un mundo muy distinto al que conocemos hoy, la guionista que había escrito E.T. unió fuerzas con el director de Buenos Muchachos para contar la historia de otro personaje de mirada apacible y poco pelo: el Dalai Lama. Una flamante edición Blu-Ray retorna a los vivos una vieja polémica de los '90.



Puede sonar extraño, considerando la fama como director de Martin Scorsese, pero no todas sus películas están accesibles en el mercado regular. Algunas, como Taxi Driver, son accesibles en distintos formatos. Otras, como el documental Italoamerican (1974), son rarísimas de encontrar de forma legal. Y en ese segundo grupo, hasta ahora, el título más olvidado/recordado de todos era Kundun (1997), el extraño acercamiento de Scorsese al mundo del budismo y el Tíbet.

Kundun lo tenía todo para arrasar en los premios y la crítica tal como lo habían hecho otros títulos de esa década, desde El paciente inglés hasta Lo que queda del día. Era un respetable drama de época, sobre un personaje real (uno tan famoso y venerado entonces como lo era el Dalai Lama), con un guión de Melissa Mathison, la escritora de E.T., con música de Philip Glass y fotografía de Roger Deakins (Fargo).

Por supuesto se contaba con la resistencia y molestia del gobierno chino hacia una película centrada en el Dalai. La carta ganadora de Scorsese era que Kundun estaba al alero protector de Touchstone Pictures, el sello distribuidor creado por Disney para estrenos de corte adulto, lo que le ponía bajo el manto de la empresa más poderosa del entretenimiento occidental. Sin embargo, ni siquiera el villano más retorcido del Mundo Mágico habría podido imaginar la virulencia y el alcance de la respuesta del gobierno chino a la sola existencia de la película.

Kundun fue una piedra de toque en la relación que China tenía con su propia imagen en los productos hollywoodenses. La palanca que el imperio asiático usó contra la industria del cine fue muy simple y se tradujo en números: nos haces enojar, le cerramos la puerta a tus productos. Y quedarse fuera del mercado chino significaba -entonces y hoy día- perderse uno de los públicos más masivos y entusiastas del planeta.

La película tuvo un desempeño muy discreto en la taquilla. Disney dio a entender que se trataba de un filme difícil, hermético, distanciado del gusto popular. Scorsese contraatacó diciendo que la promoción del estudio había sido poco menos que insignificante. Y el gerente de Disney de la época, Michael Eisner, no sólo terminó pidiéndole disculpas a las autoridades chinas por haber involucrado a la empresa en la producción sino que también remató diciendo que muy poca gente, fuera de los críticos, sabía siquiera de la existencia de Kundun.

Las copias en DVD fueron escasas. Tampoco era fácil encontrarla en el cable. Hubo una edición en VHS sin subtítulos que a veces aparecía en eBay. En una era donde todo empezaba a ser accesible vía los sitios de internet o las repeticiones en HBO, Disney decidió olvidar a Kundun como un tropiezo en su estrategia general de acercamiento al mercado asiático y la negaron como Pedro a Jesús.

Todo eso se acaba en octubre próximo, cuando el sello Kino Lorber saque al mercado una edición Blu-Ray a todo lujo que incluye varios documentales y entrevistas sobre la trastienda del filme. Hoy día a Kundun se le considera no un clásico (es un Scorsese light, menor en su carrera) pero sí aparece como el eslabón perdido que conecta a La última tentación de Cristo (1988) con Silencio (2016), las dos grandes películas del director sobre luchas de fe y dogma.

¿Está Kundun al nivel de esas dos obras maestras? No realmente. Es un ejercicio muy curioso: es una historia inmensamente dramática sobre un personaje a quien se le entrena desde muy pequeño a no dejarse llevar por la emoción. El Dalai Lama de Kundun es un enigma, tal como lo son los grandes misterios que sus colegas atisban en la meditación o en los textos sagrados. El viento de la historia arrasa su mundo, su país y su palacio y a él no se le mueve una ceja. Los jerarcas de la China roja (incluyendo al propio Mao) le explican que el Tíbet debe cambiar y que la religión es una trampa y el Dalai de Scorsese no tiene argumentos en contra, sólo un imperturbable ceño fruncido.

Si la alternativa a esto era caer en los abismos del panfleto bien pensado y bien peinado, tal vez uno puede entender cierta nobleza en la opción de Scorsese. Es como que hubiera dicho: voy a exponer la tragedia del personaje, pero voy a renunciar a picar la cebolla que tanto le gusta al Oscar. El resultado es extraño, irregular y por eso mismo, muy interesante de revisar hoy en día, con un Scorsese canonizado por críticos y fans.

Kundun pertenece a esa sección de su obra que prefiere buscar rutas nuevas aunque eso implique perderse. Es el Scorsese menos predecible, menos "dinámico" y es también el más olvidado. Tiene sentido que en el año en que estrena película nueva a todo trapo (The Irishman, con mucho mafioso, pistola, conspiración y rock and roll) reaparezca en otro tono una película suya de la que muchos ni siquiera tenían noticia.

"Nacerás una y otra vez" le dicen al joven Dalai sus maestros para que entienda los mecanismos de la reencarnación. Sin embargo, lo que nos dice la experiencia es que son las obras, no sus autores, las que renacen una y otra vez a lo largo del tiempo. Las religiones nos prometen vida eterna, pero quizás sean las ficciones las únicas capaces de cumplir ese milagro.

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