Respétese un poco más, diputado

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Lo de los viáticos no es cuestión de plata, es cuestión de dignidad. El saber que existe ese viático es la última tocada de oreja, es la última burla en la cara, es la humillación del que tiene todo contra el que no tiene nada. Es el gol de cabecita en el piso cuando el arco está vacío. Por eso hoy escribo, por eso después de casi 10 años me siento frente a un computador a escribir una columna.



El hecho: nos enteramos hace poco, la gran mayoría de los chilenos, que existe para los parlamentarios un viático diario de casi 80 mil pesos que entrega el Estado para que diputados y senadores "lleguen" a trabajar al congreso. Día asistido, día pagado. El viático aunque exagerado podría tener cierta validez, pensamos, para representantes de algunas regiones apartadas del país. El problema es que también nos enteramos que este jugoso viático es aparte de los pasajes aéreos que ya están costeados por la Cámara. También aparte está pagado el estacionamiento en el aeropuerto, también aparte está costeada la bencina y por supuesto, aparte, el chofer. Y aparte el teléfono y también aparte la alimentación en los lujosos comedores del Congreso. Entonces este viático, en buen chileno, sería para pagar los alojamientos de la pocas noches que se quedan en la Quinta región o comerse un alfajor en la carretera.

El conflicto: Al entrevistar acerca de este tema a uno de los vicepresidentes de la Cámara Baja, el diputado Mario Venegas (DC), y cuestionar lo alto del monto para la realidad que viven los chilenos y para lo que realmente se ocupa, el diputado montó en cólera. Nunca se abrió a la mínima posibilidad de que este abultado viático fuera al menos discutible, rebajable o injustificado. Su argumento central: "así es por ley". Lo que nos lleva a la conversación fundacional: ¿Lo legal es legítimo? ¿Lo que hoy es ley lo será para siempre o estamos a tiempo de modificar lo que creemos como país que no está bien? Luego su argumento real: "me respeto lo suficiente como para no ir a hostales". Eso nos lleva a una conversación moral: ¿Son los parlamentarios los nuevos ciudadanos de primera clase en nuestro país? ¿Los propios parlamentarios son los que creen tener derechos y regalías superiores a los demás trabajadores de nuestro país?

La mirada: Visto con distancia, el tema va más allá del viático. El monto de los casi 80 mil pesos diarios para que puedan llegar a trabajar al Congreso no molesta solo por la cifra, sino por lo que significa. Es el ejemplo vivo de la asimetría en la que viven los ciudadanos de este país a diario. Es la muestra médica del sentimiento popular de que hay siempre unos pocos privilegiados que se las arreglan para tener todo, mientras otros no tienen nada. Es el sachet que se derrama frente a nosotros para darnos cuenta que los privilegiados no están dispuestos a dejar sus oscuras regalías para así poder volver a creer en ellos.

Las respuestas del diputado Venegas sólo vienen a confirmar que la situación de confort en la que están no cambiará, porque las leyes de las que habla las hacen ellos mismos. Porque cree fervientemente que el hostal donde duermen a diario camioneros, vendedores o estudiantes, no está a su altura, a su nivel.

Tres días de este viático es casi un sueldo mínimo. Un día de este viático es casi una pensión asistencial. No deberíamos ni hablar de un viático de alojamiento. Los sueldos de los parlamentarios, que están entre el 5 % más elevado de nuestro país, alcanza para pagarse un alojamiento el puñado de días que van a trabajar al Congreso. Todo lo demás ya lo tienen gratis. Al fin y al cabo no es cuestión de plata, es cuestión de dignidad. El saber que existe ese viático es la última tocada de oreja, es la última burla en la cara, es la humillación del que tiene todo contra el que no tiene nada. Es el gol de cabecita en el piso cuando el arco está vacío.

Ayer a las 15:40 llamó al Podría ser peor, de la radio Bio Bio, Rosa de los Andes. Llamó para contarnos cómo vive su largo mes con un día y medio de su viático. Por eso hoy escribo, por eso después de casi 10 años me siento frente a un computador a escribir una columna. No lo hago para que usted se respete un poco más, diputado. Lo hago por lo mucho que la respeto a ella.

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