La columna de Guarello: ‘Tome, hágalo’

Juan Cristóbal Guarello


Gianni Infantino, con la perspectiva que dan la soledad y el tiempo, dijo que esta crisis podía ser la oportunidad para reformar el fútbol. Esto es, menos torneos, menos partidos, presupuestos y sueldos ajustados a la realidad, políticas realistas y con foco en el espectáculo deportivo por sobre el negocio, campeonatos diseñados para elevar el nivel y no para reventar a los jugadores. Rediseñar, aterrizar, racionalizar, hacer un fútbol, citando a Manfred Max Neef, a escala humana. Para empezar, y se cae de maduro, suprimir el Mundial de clubes y volver a la hermosa Copa Intercontinental a partido único. Digamos la verdad, de este tinglado inventado por Blatter lo único que valía era el partido entre el campeón de la Champions y de la Libertadores. Todo lo demás era grasa.

Acá debemos recoger el guante. Tanto en la Conmebol como en la ANFP. En lo que se refiere al fútbol sudamericano, hacer una eliminatoria más racional (tal vez dos grupos de cinco países y jugarlo el año anterior al Mundial) y una Copa Sudamericana con menos pero mejores equipos. La Libertadores también podría tener un recorte: campeón, subcampeón, campeón de Copa y alguno más.

En Chile hay una reforma fundamental, es más, hay que hacerla con urgencia, pero la avaricia y la visión cortoplacista, miserable, de muchos dirigentes la tienen estancada: terminar de una vez por todas con ese imbunche impresentable de la Segunda Profesional y cambiarlo por una Tercera División como la gente, como existe en todos los países con fútbol medianamente decente y competitivo.

La Segunda División Profesional fue un monstruo creado por Sergio Jadue y Felipe Muñoz, entonces presidente de Copiapó y hoy de Rangers, a finales del 2011 para evitar que los equipos de Tercera ascendieran y tuvieran acceso al dinero del CDF. Lo primero fue poner un “derecho de llaves”, una cuota, de dos millones de dólares para que subieran a la B (Salah lo bajó a un millón). Luego, inventaron un cuello de botella, una división intermedia que hizo prácticamente imposible acercarse al profesionalismo y a los derechos de televisión. Todo esto, originalmente, para salvarle el tujes a Copiapó, amenazado con perder la categoría en manos de Linares. Superserio el fútbol chileno.

Lo terrible es que pasó casi una década y la Segunda Profesional sigue ahí, firme, cancerígena, regresiva y al borde permanente de la ruina económica total, pero cumpliendo cabalmente su misión de callejón oscuro. Y en el consejo de presidentes de la ANFP la quieren así, como un charco espeso y pútrido, casi imposible de cruzar.

Si los señores dirigentes, ahora que se les incendia el rancho por los cuatro costados, tuvieran un mínimo de inteligencia, mirada a largo plazo y, vaya, decencia, terminarían de una vez por todas con la Segunda Profesional y armarían una Tercera con 20 equipos, competitiva y que pudiera determinar su propio destino a través de la ANFA y la Federación. Basta una votación y a cobrar. A ver si alguna vez terminan de sacarse los pelos y darse sablazos por monedas. Delirios de la cuarentena.

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