Columna de Sebastián Izquierdo: La Convención Constitucional sin fin

CONVENCIÓN

Aún queda camino por recorrer para alcanzar la propuesta constitucional final. Y aunque ya tengamos el 4 de septiembre como meta, en realidad estamos lejos de que este sea el último capítulo. No por nada en el actual escrito aparece cientos de veces la tarea de continuar la labor por Ley. ¿Es esto síntoma de una Constitución minimalista que da espacio a la deliberación futura? No. Se trata más bien de la falta de acuerdos en la propuesta de una Constitución maximalista, que dejará más dudas que certezas, más pendientes que respuestas. Una historia sin fin.



Estamos ad portas de la recta final del proceso constitucional. Si bien el cronograma ha sufrido varios cambios, comenzó la cuenta regresiva para las comisiones temáticas, las que deberán concluir su trabajado durante esta quincena. Tras haber elaborado y consensuado distintos informes en bloques, estos fueron sometidos al Pleno en búsqueda de los anhelados ⅔. Hasta el momento han sido aprobados más de 300 artículos. ¿Qué ocurrirá ahora? ¿Quiénes son los próximos en tomar la posta?

La semana pasada, la Convención conformó las comisiones encargadas de correr “el último tramo” del borrador. Estas son la comisión de Preámbulo, la de Armonización y la de Normas Transitorias. La primera, compuesta por 15 convencionales, será la encargada de redactar -en dos semanas- la introducción que acompañará a la propuesta. Como si el gran número de adjetivos que ya posee el texto no dejara claro cuál es su espíritu, el Preámbulo probablemente solo busque insistir en la identidad fundante de un Estado Plurinacional, dejando atrás la tradicional idea de un Estado Unitario.

La comisión de Armonización, que estará compuesta por 40 convencionales, tendrá el desafió mayúsculo de revisar el texto para efectuar propuestas de corrección (las que deberán ser aprobadas por ⅔ de los miembros de dicha comisión, para luego pasar al Pleno) y otros retoques de forma que podrán aplicar directamente. Con esto se busca organizar las cuantiosas normas aprobadas para dar coherencia al texto en su integridad. Se habla de una tarea magna, pues tendrán que arreglar, en menos de un mes, los “contratiempos” provocados por la poca transversalidad de las reglas procedimentales, que llevaron a que las diferentes comisiones generaran acuerdos, por mayoría simple en frenéticas jornadas, que resultaron en normas inconexas.

La última es la comisión de Normas Transitorias. Esta tendrá que definir cuáles serán los artículos que establecerán cómo transitamos del antiguo al nuevo orden constitucional, lo que engrosará aún más el texto final. Alimentándose de las comisiones, este grupo de 32 convencionales propondrá el “cómo y cuándo”. ¿Irrelevantes? Para nada. La gran dificultad será conjugar el equilibrio entre el gobierno y el poder constituyente, dejando atrás los conflictos de interés que aflorarán. El riesgo está en trasladar el programa de gobierno a la planificación transitoria de la Constitución, bajo la excusa de que no es posible ejecutarlo con la Constitución vigente. Aquí será clave el actuar técnico del Pleno para que esto no ocurra.

Aún queda camino por recorrer para alcanzar la propuesta constitucional final. Y aunque ya tengamos el 4 de septiembre como meta, en realidad estamos lejos de que este sea el último capítulo. No por nada en el actual escrito aparece cientos de veces la tarea de continuar la labor por Ley. ¿Es esto síntoma de una Constitución minimalista que da espacio a la deliberación futura? No. Se trata más bien de la falta de acuerdos en la propuesta de una Constitución maximalista, que dejará más dudas que certezas, más pendientes que respuestas. Una historia sin fin.

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