La derecha II

Piñera
El Presidente Piñera este jueves con integrantes del Cieplan. Foto: Presidencia


Ya es famosa la foto de la visita de los ex ministros DC a La Moneda. Los más benevolentes nos dijeron que lo que veíamos en la imagen era a un grupo de hombres (porque eran todos hombres), supuestamente de veredas políticas distintas, dejando sus diferencias de lado para juntarse por una razón de Estado. Los menos benevolentes, vieron otra cosa. Aparte de lo absurdo de que sigan ocurriendo estos encuentros masculinos y la ceguera política de sus participantes que se prestan para inmortalizar el momento (cosa que mucha gente comentó al instante), otro aspecto particular de la escena era que no se hacía tan fácil diferenciar nítidamente estos supuestos bandos opuestos. Por el contrario, al mirar la foto daba la impresión de estar viendo algo así como una reunión de "50 años salidos del colegio".

Situaciones como ésta recuerda un punto que una columna anterior no supo abordar; la compleja e intensa relación entre la Concertación y "la derecha". La columna utilizaba mañosamente el término "la derecha" para en realidad hablar de una cuestión fundamentalmente de clase. O sea, ser "de derecha", más que una opción política, se puede entender como una "condición estable, más o menos perpetua y principalmente heredada, a la que por lo tanto no todos podían acceder". Y la foto en La Moneda se transforma en un insumo para revisitar esta dinámica. Porque si bien en la superficie pueda sonar paradójico, la realidad es que la escena nos recuerda que es totalmente compatible ser de un mundo "de derecha" y a la vez sostener algunas ideas de centro-izquierda (por muy tenues que a esta altura estas sean).

Esta relación entre la Concertación y "la derecha", que hasta hoy se mantiene, por mucho tiempo tuvo una institucionalidad bastante consolidad. A modo de trivia: desde el retorno a la democracia, el Ministerio de Hacienda ha estado en manos de ocho destacados economistas, y si algo los une, además de sus grados académicos, es el mundo del cual provienen: Saint George (3), Los Padres Franceses, Verbo Divino, Grange, Tabancura…. Y uno del Manuel de Salas. Justamente este último es el único al que echaron de su puesto. Incluso, en esa época un influyente diario escribió en sus páginas económicas "hay coincidencia en que con Valdés se vuelve a la tradición de Teatinos 120. Estudió en el Saint George, al igual que Eduardo Aninat. Es doctor en…".

Con el tiempo se ha hecho evidente que para permitir la compleja negociación política con la que gradualmente se fueron eliminando los elementos más grotescos del esquema político que dejó Pinochet, se generó un acuerdo tácito para que la conducción económica se mantuviera en márgenes claros de acción: cambien lo que quieran mientras el modelo siga más o menos igual. Y para asegurarse de implementar este acuerdo, el perfil de quienes podrían dirigir Hacienda estaba bastante claro. Para "la derecha" era fundamental tener un interlocutor con el que se pudieran entender bien y en quien pudieran confiar (y qué mejor para esto que alguien del mismo colegio). La Concertación, en ese sentido, no quiso hacerse de más problemas y cumplió a la medida.

Esta dinámica ayudó, en parte, a recomponer el quiebre histórico de gente que, proviniendo de sectores más conservadores de la sociedad, decidió embarcarse en un proyecto progresista, hasta revolucionario en algunos casos. Después de todo, la centro-izquierda necesitaba validarse como una opción política moderada, y la derecha necesitaba no solo asegurarse de que nada fundamental cambiara, sino también mantener una relación fluida de sus empresas con el aparato público. No es casualidad que algunos de los principales articuladores del modelo desde "la izquierda" (Brunner, Tironi, Garretón, etc) terminaran siendo ex militantes del MAPU, un movimiento revolucionario proveniente en gran medida de colegios privados.

Hay que reconocer que este acuerdo funcionó bastante bien. La actual discusión de la (delirantemente llamada) "reforma" al sistema de pensiones no es sino el mejor recordatorio del triunfo del paradigma neoliberal, incorporado en gran medida y con escaza resistencia por gran parte de la tecnocracia concertacionista.

Este reencuentro natural entre iguales solo nos evidencia lo pragmáticos que fueron en "la derecha" cuando lo necesitaron ser. Porque en el momento que sintieron que el movimiento transformador de izquierda realmente les iba a dejar sin sus campos o industrias, no tuvieron problema alguno en entregar a parte de los suyos para que Pinochet se hiciera cargo de ellos. El malabarismo mental que por años utilizaron para justificar los horrores de la dictadura es, entonces, particularmente perverso, porque ni siquiera se puede explicar por una simple lógica de "lucha de clases" en que el enemigo es "el otro". En el caso de la derecha, dejaron que muchos de sus compañeros de colegios fueran asesinados, torturados o exiliados en pos de un bien superior: la propiedad privada (de ellos claro).

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