La revancha de los jardines
Si creemos en poner "los niños primero en la fila" no podemos por ningún motivo desatender la educación temprana. Será a través un sistema inclusivo y equitativo, que provea servicios educacionales de calidad y condiciones atractivas para los educadores de párvulos, que podremos realmente emparejar la cancha y promover una sociedad de oportunidades.
Desde la creación en 1951 de la primera escuela de educación parvularia, ha sido un largo camino para que tanto el Estado como la sociedad reconozcan su gran importancia. Ni la revolución pingüina ni las movilizaciones estudiantiles dejaron gran espacio para mirar hacia las salas cunas y jardines infantiles, que proveen los cimientos fundamentales para el aprendizaje y el desarrollo integral de los niños. Pero si no atendemos a la calidad y equidad en estos niveles, cualquier política educacional -por bienintencionada que sea- sólo vendrá a amortiguar injusticias adscritas.
Diversos estudios señalan que el desarrollo cerebral se produce antes de los cinco años. En esto, las bases curriculares existentes dan un espacio privilegiado en las que, tanto desde el jugar como del hacer, es posible estimular el desarrollo afectivo, cognitivo y de habilidades como el lenguaje, artes, socialización o la comprensión experimental de procesos.
La evidencia es abundante: la neurobiología demostró que aquí se dan las "ventanas de oportunidad", períodos en que el cerebro está particularmente receptivo a adquirir destrezas y habilidades básicas, que sirven de cimientos para el aprendizaje posterior de otras más complejas.
El acceso a la educación se ha consolidado como uno de los derechos más esenciales para una sociedad democrática, y bienvenido sea. Una trayectoria educativa de calidad configurará las bases mismas de nuestra vida en sociedad, desde cómo nos relacionamos, cómo participamos de la división del trabajo a la simple satisfacción del conocimiento. Para quienes creemos en el liberalismo como principio de acción política, será el principal espacio para corregir inequidades y promover libertades, pues distribuirá imparcialmente conocimientos y habilidades que permitan en igualdad de condiciones configurar libremente nuestros proyectos de vida.
En Chile los niños desde muy temprana edad evidencian grandes diferencias cognitivas, las cuales de no ser resueltas a tiempo castigarán no sólo la trayectoria educativa, sino que impondrán cortapisas a su desarrollo social o intelectual, y sentarán las bases para inequidades que más adelante no podrán ser revertidas.
En esto, el Estado cumple una función crítica en atajar estas desigualdades emergentes: la inversión en educación temprana produce una rentabilidad hasta ocho veces superior al gasto en educación superior, según el Nobel de Economía James Heckman.
Pero, ¿en qué está el debate público?
En primer lugar, la sala cuna es el primer nivel de la educación temprana, y no debe ser únicamente una guardería, sino un espacio de estimulación temprana. De esto se beneficiará que, de aprobarse, la implementación de la Sala Cuna Universal se hará en los mismos recintos actuales, sujetos a sus exigencias de calidad, pedagógicas, técnicas, etc. Junto con promover la participación de la mujer en el mundo laboral, es de esperarse que permita elevar sustantivamente el magro 18% de cobertura a nivel nacional (vs. 33% OCDE).
En segundo lugar, resulta fundamental corregir las groseras diferencias financieras entre jardines según si corresponden a la JUNJI, Fundación Integra o funcionan vía transferencia de fondos (VTF). En efecto, los jardines VTF, administrados por municipios o fundaciones, perciben aportes públicos hasta un 50% menor que los JUNJI, a pesar de proveer igual servicio a poblaciones beneficiarias igual o más vulnerables.
Así, esta ley es un imperativo de justicia: viene a traer equidad en cómo se financia la educación parvularia, con ello promoviendo igual trato a todos los niños e incidiendo hacia una mayor cobertura (esperando acercarnos desde el 51% actual al 61% promedio OCDE), y promoviendo, a través de nuevas subvenciones a la vulnerabilidad y las necesidades educativas especiales, que se podrán maximizar las trayectorias educativas de la infancia en Chile.
Si creemos en poner "los niños primero en la fila" no podemos por ningún motivo desatender la educación temprana. Será a través un sistema inclusivo y equitativo, que provea servicios educacionales de calidad y condiciones atractivas para los educadores de párvulos, que podremos realmente emparejar la cancha y promover una sociedad de oportunidades. Cualquiera sea el origen o condición socioeconómica de su familia, el norte siempre uno solo: que ningún niño en Chile se quede atrás.
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