Las grietas en tu cuerpo

obesidad

Her logrado bajar 22 kilos en tres meses, y aunque el cambio físico es muy notorio, lo es más cuando el cómo te sientes por dentro se refleja por fuera. Pero esta vez fue distinto: no lo hice porque buscara la aceptación de otros sino por mí mismo, por la salud, por atreverse a quererse un poquito más.



No suelo escribir sobre mi vida privada pero dicen que para escribir bien debes escribir sobre lo que sabes. Bueno, esto sí sé: tal como miles de personas, hemos vivido prisioneros de expectativas irreales de belleza y de la desmoralización que conlleva no encajar. Crecí siendo un niño más bien gordo y estudioso, por lo que las burlas eran comunes. Saliendo del colegio bajé 16 kilos en 2-3 meses de formas poco saludables, que años más tarde serían subidos con creces por la ansiedad del examen de grado. Adelantando a 2018, el participar en una entrevista en TV, pesando casi 90 kilos, me expuso a un fuerte fat-shaming en Twitter. Aunque la mayoría me eran indiferentes, con el tiempo el recordatorio permanente va desgastando, creando grietas en tu cuerpo.

Hoy, acompañado de un nutricionista muy comprometido y actividad deportiva, he logrado bajar 22 kilos en tres meses, y aunque el cambio físico es muy notorio, lo es más cuando el cómo te sientes por dentro se refleja por fuera. Pero esta vez fue distinto: no lo hice porque buscara la aceptación de otros sino por mí mismo, por la salud, por atreverse a quererse un poquito más.

¿Por qué cuento esto?

Según el último informe de la FAO vivimos en el segundo país OCDE con los mayores índices de obesidad y sobrepeso en adultos, 34% y 63% respectivamente. Le llaman la pandemia del siglo XXI y más allá de la presión y los sacrificios personales por bajar de peso, es un verdadero problema de salud pública: los altísimos porcentajes de malnutrición por exceso, causados principalmente por alimentación poco saludable y sedentarismo, se manifestarán luego en el alto costo fiscal de enfermedades cardíacas, diabetes, hipertensión, etc.

Una alimentación saludable, y particularmente el acceso a ayuda profesional, no debería ser un privilegio reservado para quien pueda pagarlo, sino entender la alimentación más allá de una decisión personal, como asunto de salud pública. Favorece los procesos de aprendizaje y el desempeño laboral, previene enfermedades, y en general eleva la calidad de vida de las personas, pero estamos constantemente bombardeados por publicidad de productos ultraprocesados, más asequibles que otras comidas más sanas. No resolveremos el problema si no hablamos desde lo público: la salud mental, la calidad e inocuidad de los alimentos, de educación nutricional en los colegios o del acceso a profesionales de la nutrición. Mal que mal, existe un déficit del 57% de nutricionistas en el sector público, afectando la salud de quienes no podrán acceder a ellos o que deben conformarse con consultas de 20-30 minutos con profesionales sobreexigidos.

No pretendo sermonear a nadie por cómo viva su vida o su propio cuerpo. En la diversidad de lo que somos, desde etiquetas sobre ser flaco o gordo invisibilizamos que todos funcionamos de manera distinta: mientras algunos podrán ser flacos naturalmente o llevar estilos de vida saludables sin gran esfuerzo, otros podrán probar cuanta dieta nueva haga carrusel en los matinales o seguir cuanta cuenta "inspiradora" de Instagram sin mayor resultado, y rendirse en el camino. Nada cambiará que para vivir en un estado equilibrado de salud es fundamental, aunque suene cliché, aceptarse uno mismo, con todas las imperfecciones que haya en la geografía de nuestro cuerpo, y quererse. Entender que el cuerpo no pertenece a nadie más que uno mismo y que nadie tiene por qué sentirse discriminado o maltratado en su propia piel. A la sociedad podemos pedirle aceptación y respeto por nuestras imperfecciones, body positivity todo el rato, pero está en cada uno el apreciar y correr los límites de lo que somos capaces. Que nadie se adjudique el derecho a definir o juzgar quiénes somos, cómo vivimos o cómo nos sentimos, ni dejemos que palabras malintencionadas sigan abriendo grietas en nosotros.

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