Liberales, conservadores y ¿socialcristianos?
Es verdad que la categoría "socialcristiano" sigue siendo polémica y tiene enormes dificultades respecto de su significado político; pero, a la luz de las reflexiones de Patrick Deneen, es claro que existe una enorme potencialidad para que esta tradición desarrolle tesis concretas sobre el Chile actual.
La visita del académico Patrick Deneen a Chile marcó un punto crítico en el debate sobre el liberalismo. Hace bastante tiempo que las corrientes de pensamiento que escurren en la política chilena ―y en particular en la derecha―, no se remecían de este modo. Tanto desde el mundo liberal, que ha acusado recibo y ha intentado hacerse cargo, aunque de un modo bastante desorientado, hasta en el mundo conservador, que se sienten interpretados por el académico en algunas de sus tensiones históricas con el liberalismo, pero que, al mismo tiempo, sienten que va "demasiado lejos" con sus críticas al mundo moderno.
Este debate puede otorgar la oportunidad de seguir despejando aguas entre liberales y conservadores. Urge trazar contornos finos entre estas dos familias de pensamiento con el objeto de lograr establecer diferencias y similitudes razonables entre ambas. Pero esta oportunidad también puede ayudar a quienes nos sentimos parte de la tradición socialcristiana chilena. No es ningún secreto que esta tradición de pensamiento político hoy está en franca decadencia en nuestro país, al menos en su presencia activa en la política formal. Son pocos los socialcristianos con capacidad de influencia que, una vez que ingresan a la vida pública, hacen suyas las tesis de sus "antepasados". Al contrario del liberalismo, que no se avergüenza ni de Hobbes ni de Locke, ni de sus representantes chilenos como Gustave Courcelle-Seneuil, estudiándolos y proponiéndolos reiteradamente como modelos, el socialcristiano pareciera huérfano. Sin embargo, los próceres están ahí, algo olvidados, pero están dispuestos a que otros continúen la tarea de actualizar su pensamiento a las realidades actuales. Los libros de Jaime Eyzaguirre y Mario Góngora, por ejemplo, son vendidos en el outlet de la librería Universitaria a dos mil pesos. Bueno para nosotros que podemos comprarlos a ese precio, pero una mala señal para dos pensadores profundos y esenciales en la historia del pensamiento chileno.
Es verdad que la categoría "socialcristiano" sigue siendo polémica y tiene enormes dificultades respecto de su significado político; pero, a la luz de las reflexiones de Deneen, es claro que existe una enorme potencialidad para que esta tradición desarrolle tesis concretas sobre el Chile actual. No para atrincherarse en los llamados temas "valóricos", como para promover y articularse respecto de temas como el desarrollo local y la descentralización, la libertad entendida como autocontrol, la relación entre el poder y la ciencia, entre otros.
El camino está abierto y, por cierto, todavía hay mucho por hacer tanto en la academia como en la política misma. La antigua Democracia Cristiana, además de monopolizar el socialcristianismo en el pasado reciente y colaborar en cierto desprestigio del concepto mismo, tampoco tiene hoy por hoy interés en revitalizarlo. Es cosa de tiempo para que la marca "DC" signifique algo radicalmente distinto y más cercano a lo que hoy representan; algo así como "Democracia Ciudadana", por ejemplo.
Si bien parece tentador para muchos socialcristianos refugiarse políticamente en el escepticismo ―viviendo curiosamente muchos de ellos como liberales― o en las amplias avenidas del mundo conservador, los puntos de Deneen sobre las fragilidades la filosofía liberal contextualizados en nuestra época, son desafíos importantes para que los grupos socialcristianos reverdezcan su pensamiento y respuestas políticas concretas, de la mano con las grandes figuras del pasado, pero con la mirada puesta en el futuro. "Enanos en hombros de gigantes", decían los propios socialcristianos de los años treinta en Chile.
El problema es que hoy nadie o pocos quieren ser enanos.
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