Libertad
La mayoría de los estudios de opinión establecen que la delincuencia, la violencia y las deficiencias de salud y educación son las principales prioridades de los chilenos comunes y corrientes. Sin embargo, algunos nos quieren hacer creer que la dicotomía es binaria y que solo la lucha identitaria y los objetivos económicos son las únicas libertades en pugna.
Para algunos conspicuos columnistas, la libertad tiene solo dos caras: la económica y la valórica. Con argumentos forzados, lecturas parciales y vomitando el desdén por alguien que no es de su preferencia política, a través de la tinta de sus palabras, estructuran argumentos para fundamentar una posición que ya tienen tomada. Pero la libertad tiene muchas caras y la más importante de todas, que podría definir la próxima elección, es invisibilizada en el discurso de muchos candidatos y en el análisis de activistas disfrazados de periodistas: millones de chilenos no son libres hoy en Chile.
Por lo pronto, miles de personas que viven secuestradas en los barrios sitiados por el narcotráfico y que duermen, todas las noches, escondidos bajo la cama por temor a ser asesinados por una bala loca. Miles de mujeres esforzadas, que se desviven trabajando para alimentar a sus familias y haciendo lo imposible por evitar que sus hijos se conviertan en soldados del narco.
También carecen de libertad los adultos mayores que pasan sus últimos años de vida encerrados en sus casas, sin posibilidad de salir a las calles y caminar tranquilamente por la ciudad. Que son excluidos por una ciudad hostil y un transporte público indigno, sin ninguna esperanza ni motivación para disfrutar en paz.
Libertad que no tienen los habitantes de Arauco y La Araucanía, que llevan años bajo ataque permanente y donde día a día, semana a semana, se queman casas, camiones y chilenos, mapuches y no mapuches, son asesinados en total impunidad. ¿Dónde está la libertad del camionero que sale a trabajar en la noche y que no tiene ni la mínima certeza de si regresará vivo a su casa?
Tampoco tienen libertad los afectados por la violencia de los vándalos que algunos pretenden indultar; los chilenos más pobres que hacen filas eternas por una consulta en un Cesfam o años para una cirugía de especialidad; las víctimas de portonazos, hurtos, asaltos y fraudes, que se suceden en nuestra país con total regularidad.
La mayoría de los estudios de opinión establecen que la delincuencia, la violencia y las deficiencias de salud y educación son las principales prioridades de los chilenos comunes y corrientes. Sin embargo, algunos nos quieren hacer creer que la dicotomía es binaria y que solo la lucha identitaria y los objetivos económicos son las únicas libertades en pugna.
Para algunos, la libertad se juega en la existencia o no de un ministerio, una oficina de un organismo internacional o alguna representación burocrática tradicional. Para otros, en la mayor o menor tasa de impuestos, las modalidades del sistema de administración previsional o la posibilidad de lucro en el sistema de provisión sanitario o educacional. Para los menos, quizás, la libertad se juega en la ampliación de contrayentes en un contrato nupcial, las cuotas en el mundo laboral o el desafiar a la RAE en la forma de hablar.
Para otros, que en apariencia somos menos, la libertad es todo eso y mucho más, y más allá de las caricaturas, hoy nos rebelamos ante ese consenso progresista que ha adormecido a la sociedad y que busca imponer solo una faz de la realidad. Quizás lo que verdaderamente está en juego en la próxima elección presidencial no es cómo profundizar el estallido antisocial, sino cómo podemos recuperar nuestra verdadera libertad. Veremos.
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