Ni estadio, ni Copa, ni victorias en el Monumental: la lista de sinsabores y alegrías de Heller en la U
La venta de sus acciones al fondo de inversión Tactical Sport pone fin a la presencia del empresario en Azul Azul. Su permanencia supo de éxitos exiguos en comparación a las expectativas que generó la llegada de quien, además, es un fanático acérrimo del conjunto laico.
El 7 de abril de 2014, Carlos Heller cumplía el sueño de su vida y una promesa que le había realizado a su padre: convertirse en el presidente de Universidad de Chile. Ese día, también, firmaba públicamente el compromiso más ambicioso para su gestión al mando de Azul Azul, la firma que administra a Universidad de Chile, de la que saldrá luego de que se concretara la venta de sus acciones al fondo de inversión Tactical Sport, que se quedará con el 63,07 por ciento de las acciones de la concesionaria que mantenía. Ungido como flamante presidente del club de sus amores, el empresario se planteó una meta que no admitía interpretaciones: “Dejaré la presidencia con un estadio para el club. Es algo arriesgado hacer esa promesa, pero lo vengo diciendo hace tiempo. Vamos a trabajar en eso. No es fácil, pero me comprometí a cumplir y dentro del mandato lo vamos a lograr”. Una promesa que incluyó una ceremonia con la asistencia del rector de la Casa de Estudios al acto y que, finalmente, terminó transformándose en un insoslayable estigma.
Este día, sin siquiera sospechar cómo terminaría su mandato y la pesadilla en que terminaría transformándose su gran anhelo, Heller posaba sonriente. Incluso realizaba el gesto de la U con los dedos, como un fanático más, una señal inequívoca de su devoción por el equipo y que lo acercaba aún más a los hinchas, quienes se ilusionaban con su asunción. Empoderado y entusiasmado por el nuevo rol que comenzaba a cumplir, iba incluso más allá. “Quiero posicionar a Universidad de Chile en el ámbito nacional e internacional. Vamos a trabajar para pelear siempre los campeonatos nacionales”, decía.
Cumplió a medias, al menos en el plano criollo. En su gestión, los estudiantiles sumaron dos títulos nacionales (Apertura 2014 y Clausura 2017), una Copa Chile (2015) y una Supercopa (2015). Sin embargo, el período queda marcado por dos hitos: la imposibilidad de ganarle a Colo Colo (salvo en la definición por penales de la Copa Chile de 2015), de romper el invicto de los albos en el Monumental y, por añadidura, por presenciar -y sufrir- la consolidación de Universidad Católica, el otro archirrival que, para colmo, se transformó en el equipo más ganador del período.
En el sudamericano, ni siquiera se acercó al protagonismo al que aspiraba: nunca superó la fase de grupos en la Libertadores (dos veces, incluso, se quedó al margen en las etapas previas) y en la Sudamericana tampoco logró superar la primera ronda en 2017, cuando se midió con Corinthians.
El principio del fin
El 16 de marzo de 2019 comenzó a escribirse la salida de Heller de Universidad de Chile. Ese día, después de la derrota por 2-1 frente a Universidad de Concepción, en Collao, el empresario anunció que dejaba de ser el presidente de Azul Azul. “Señores, les comentó que he decidido dejar Universidad de Chile en este momento, ya que la delincuencia ganó. Tengo amenazas de muerte en mi teléfono. Ustedes vieron lo que hicieron los hinchas. Las acciones legales las veré en la semana”, declaró a los medios de comunicación. Los panfletos que habían desplegado los fanáticos más radicales se sumaban a los rayados que habían aparecido en las oficinas de Mega, el canal de televisión del que aún detenta la propiedad. El idilio había llegado a su fin y comenzaba el proceso de traspaso del mando, que tuvo como sucesores a José Luis Navarrete y a Cristián Aubert, dos de sus hombres de confianza. El último será quien deba encabezar el traspaso de la gestión a los nuevos controladores de la sociedad.
Con la salida de Heller de la presidencia ya empezaba a terminarse una gestión que muchas veces encontró aval en el poderío económico del empresario, uno de los más acaudalados del país. Hubo alardes de esa billetera que se abría generosamente para ir en busca de objetivos importantes que no siempre se cumplieron. En 2016, por ejemplo, los laicos gastaron US$ 6 millones de dólares en refuerzos para respaldar el proyecto que iniciaba Sebastián Beccacece, con la ilusión de replicar el éxito que había alcanzado Jorge Sampaoli. El fichaje más paradigmático de ese año fue el de Jean Beausejour, por el que Azul Azul pagó US$ 2,5 millones a cuenta de la cláusula de salida del lateral, quien militaba en Colo Colo. Para enfrentar el gasto, se incurrió en un aumento de capital y a préstamos de Heller, a través de Inversiones Alpes, y de Daniel Schapira, mediante Inmobiliaria DSE. Los réditos fueron, está a la vista, exiguos.
Inestabilidad en la banca
Otra de las características del período de Heller como controlador de Azul Azul fue la inestabilidad en la banca estudiantil. Martín Lasarte, quien hoy ocupa la banca de la Selección, llegó al puesto en 2014, después de dejar una buena imagen en la UC, y consiguió el Campeonato Nacional, la Supercopa y la Copa Chile de ese año. Sin embargo, al siguiente no logró revalidar la cosecha y terminó siendo reemplazado por Beccacece, cuya llegada estuvo marcada por la polémica, pues las negociaciones se habían iniciado cuando Machete aún no había sido comunicado de su salida.
Beccacece, por cierto, fracasó. Después de un comienzo fulminante, con una goleada sobre O’Higgins, sus resultados estuvieron lejos de las expectativas y quedó marcado por su escandalosa actuación en un clásico ante la UC, en el que pateó una heladera. Lo siguió una dupla de casa: Víctor Hugo Castañeda y Luis Musrri. También se fueron por malos resultados.
La lista es más amplia y demostrativa de la carencia de una política deportiva clara. En 2017 llegó Guillermo Hoyos, quien celebró el título de ese año, la última corona nacional del club, pero terminó yéndose después del 7-0 frente a Cruzeiro en la Copa Libertadores, probablemente la peor vergüenza de la U a nivel internacional, uno de los espacios que Heller se había propuesto conquistar.
Los períodos de Frank Kudelka, Alfredo Arias y Hernán Caputto, otros nombres sobre los que Heller había cifrado grandes expectativas, tampoco rindieron los frutos que esperaba. A fines de noviembre de 2011, después del interinato de Marcelo Jara, la concesionaria, en la que Heller seguía teniendo mayoría en la mesa, apuesta por Rafael Dudamel. El paso del técnico venezolano ha sido irregular y ha incluido momentos críticos como el distanciamiento y posterior retiro de Walter Montillo, el ídolo de los hinchas que había rogado por volver a vestir la camiseta universitaria, y a quien Heller no quería en principio, aunque terminó estallando cuando se enteró de su salida, aunque había ordenado que se gestionara su continuidad o, al menos, una salida más digna.
Su última aparición en el club sucedió hace escasas semanas, cuando convocó a la mesa para llamar al orden y exigir a los miembros que se dejaran de exhibir diferencias alrededor de la figura del entrenador. Siete años como dueño lcon más sinsabores que alegrías que dentro de mes y medio oficialmente se acabarán.
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