El pedaleo de la centroizquierda
Un contexto social y económico que devino impredecible e incierto. Que reconfiguró el mapa de las prioridades ciudadanas, balanceando como igualmente importantes el aseguramiento del empleo y la estabilidad económica con la búsqueda y enjuiciamiento de aquellos que supuestamente entraban el pedaleo: los inmigrantes, la tecnocracia, el socialismo en general y, por cierto, la centroizquierda local.
Un joven pedalea sin descanso por las grandes alamedas. Quizás para construir una sociedad mejor. Tiene un pedido de comida rápida que entregar, lleva una mochila a la espalda y el apremio de llegar cuanto antes, para completar la cuota del día. Matices más, matices menos, ese pedaleo anhelante metaforiza la experiencia de vivir en Chile. Desde hace décadas.
La modernización capitalista basada en la democracia liberal trajo desarrollo al país y redujo drásticamente la pobreza en 30 años. Esto es avalado por cifras de múltiples y diversas fuentes, partiendo por el FMI.
Cuando, en 2022, termine el actual gobierno, se cumplirán 32 años del retorno a la democracia. De ellos, 24 habrán sido conducidos por una centroizquierda que, por mucho tiempo, fue capaz de interpretar de mejor manera que la derecha las subjetividades y sensibilidades colectivas. La promesa de libertad para pensar, decir y hacer, sumada a la perspectiva del progreso económico, resultó movilizadora, pues se hacía cargo de las expectativas de una población que anhelaba salir de la pobreza y sacudirse el conservadurismo autoritario.
Entre 1990 y 2017 -con el paréntesis del gobierno de Piñera 1- la promesa de la centroizquierda podía resumirse como: "estamos preocupándonos de salir de la pobreza y de que las capas medias, con base en su esfuerzo y trabajo, tengan mayor acceso al bienestar social, a otro estatus de vida, abriendo el acceso al crédito y sin cambiar la estructura esencialmente privada en la provisión de bienes y servicios básicos".
El modelo permitió el florecimiento de una creciente clase media y la aparición de un nuevo ciudadano, de naturaleza y subjetividad neo liberal que, pataletas más o menos, valoraba la oferta, "el modelo" propuesto por la centroizquierda, entendiendo que su esfuerzo sostenido haría posible el progreso y el ascenso material y simbólico.
La confianza tácita era que, paralelamente, la Concertación primero y la Nueva Mayoría después, pavimentarían la ruta de mejores condiciones de protección social en educación, salud, pensiones y, en general, de mayor cuidado desde el Estado, permitiendo a los individuos enfrentar los vaivenes económicos que amenazaban con trancarles el pedaleo.
Hasta que, a esta ciudadanía, subjetiva y objetivamente, se le trancó la bicicleta, y no solo por la economía. Los logros individuales del pedaleo se tornaron insuficientes y el mito meritocrático, cuestionable. El avance individual requería condiciones constantes para funcionar: una economía saneada, un empleo confiable, la capacidad de asumir las deudas (la mochila con la que se pedalea). Y ni aun así.
De pronto el mantener el esfuerzo ya no aseguraba el avance esperado. Expectativas crecientes chocaron con las fallas de mercado y la evidencia de privilegios concentrados en ciertos grupos de poder. Las clases medias pusieron entredicho el manejo económico de la centroizquierda y la capacidad de sus coaliciones de ofrecer condiciones de desarrollo individual, garantizando al mismo tiempo mayor protección estatal.
De sopetón, la promesa global comenzó a crujir, evidenciando la enorme vulnerabilidad de los individuos frente a los cada vez más frecuentes desastres naturales, al endeudamiento, a los problemas de salud, a la vejez, a los intereses corporativos de las élites. Ya no bastaba con pedalear. Cualquier contratiempo podría trancar la bicicleta, amenazando con devolver a los esforzados ciclistas a la pobreza.
La ansiedad y el temor al futuro asentó el juicio de que la centroizquierda no había generado un nuevo orden social o económico, sino que había distribuido un poco menos injustamente los beneficios del desarrollo capitalista. La desigualdad social seguía aumentando, generando un quiebre en la larga luna de miel electoral. A ello se sumaron los escándalos de corrupción, que terminaron por quitar a la quienes se opusieron a la dictadura, ese barniz de superioridad moral que los acompañó varias décadas.
Las certezas en torno al crecimiento económico se desdibujaron, la globalización se encarnó en una oleada de migrantes que acentuaron la competencia laboral y la anhelada protección no llegó. El pedaleo se hizo cada vez más pesado y frustrante, evidenciando la soledad del sujeto promedio, constantemente amenazado en su esfuerzo por procurarse mejores condiciones para sí mismo y familia.
Un contexto social y económico que devino impredecible e incierto. Que reconfiguró el mapa de las prioridades ciudadanas, balanceando como igualmente importantes el aseguramiento del empleo y la estabilidad económica con la búsqueda y enjuiciamiento de aquellos que supuestamente entraban el pedaleo: los inmigrantes, la tecnocracia, el socialismo en general y, por cierto, la centroizquierda local.
Un nuevo sentido común ciudadano en movimiento, que obliga a la centroizquierda a pedalear en búsqueda de respuestas, antes de que se le tranque, quizás por un largo rato, su propia bicicleta.
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