Pinochet TV

Mega
Patricia Maldonado entró al set, y Goic se fue.

Alejandro Goic, al irse del set, nos recordó que aquella indolencia es una trampa oscura pero también el síntoma de algo mayor, reafirmando el hecho de que horror también reside en que los dichos de Maldonado y de quienes piensan como ella no le importan en modo alguno a sus compañeros de "Mucho Gusto", a los ejecutivos del canal y a quienes la siguen en pantalla; confirmando que la televisión chilena transmite desde otro planeta, acaso un mundo que es un simulacro pavoroso y deforme del nuestro.



Pasó ayer en "Mucho gusto" y duró un par de segundos pero resultó algo importante e inesperado: el actor Alejandro Goic salió del estudio en el momento exacto en que, de improviso, entró la cantante Patricia Maldonado, panelista estable del programa. Goic estaba ahí para promocionar la nueva teleserie nocturna del canal pero simplemente se fue, no aguantó.

"No me da el alma, no me da el corazón" dijo Goic más tarde. Tenía sentido. Basta recordar que hace unos meses, en medio del debate que provocó el diputado UDI Osvaldo Urrutia cuando trató a las víctimas de las violaciones a los derechos humanos de "terroristas con aguinaldo" la reacción más atroz provino justamente de Maldonado. En Facebook, el rostro de Mega felicitó a Urrutia indicando que tenía "los pantalones bien puesto y no como los otros de su bancada" (sic). "VAMOS DIPUTADO URRUTIA SIGA DANDO LA PELEA¡¡¡¡¡¡", agregó. Por supuesto, la adscripción declarada a esa ultraderecha border de la artista no es novedad. Maldonado no solo sale al aire con una cadena de la que cuelga un corvo sino que tampoco es difícil toparse con fotos suyas al lado de asesinos como Alvaro Corvalán o pillar en la red defensas suyas del régimen militar acompañadas de la risa de José Miguel Viñuela.

Goic nos recordó todo eso, nos lanzó a la cara la defensa cerrada y permanente que hace la cantante de las ejecuciones políticas que perpetró la dictadura y cómo la industria televisiva ha corrido un tupido velo sobre ello, al punto de que a nadie pareció importarle que en ese mismo posteo de Facebook, Maldonado le pedía a Urrutia que no olvidara que "los valientes mueren de pie y los cobardes mueren de rodilla y llorando".

Pero así es Chile, un lugar donde una de las figuras anclas de un programa familiar hace apología del exterminio con total impunidad. Todo lo anterior es monstruoso pero quizás reafirma el lazo grotesco que une política y espectáculo como una señal más de un presente donde por ejemplo, José Antonio Kast se fotografió al lado de un sujeto que usaba una polera con la imagen de un helipcóptero lanzando un cuerpo. Y si bien Kast pidió disculpas después por la foto, la frase "Pinochet's Helicopter Tours" resultaba una coda perturbadora a su presencia ininterrumpida en los medios después de una campaña presidencial donde un día su familia salía cantando junta y al otro él aparecía en un campo de tiro, preparándose para una guerra futura en la Araucanía.

De este modo si en el campo de la política, esta vuelta del pinochetismo en tanto estética aspira a perpetrar un revisionismo de la historia para convertir el horror en una épica contrahecha donde los torturadores y agentes de la DINA y la CNI son presentados como héroes incomprendidos que exhiben a sus víctimas (repito, muertos "de rodilla y llorando") como trofeos de guerra; en el mundo del espectáculo lo que importa es la relativización de la memoria a partir de la banalización del trauma y la frivolización de la violencia. Por supuesto, aquello existe en una especie de vacío (disfrazado de libertad de expresión) que permite que personajes como Maldonado sigan al aire porque apelan a cierta concepción popular de lo femenino, al modo de una fábula de esfuerzo que calza perfecto en programas como los matinales, que aspiran a representar al público en tanto comunidad o colectivo.

Todo esto sucede dentro de una televisión que salvo excepciones puntuales (Francisco Saavedra, por ejemplo) está llena de rostros que se definen como apolíticos desde tiempos inmemoriales. Eso le permite a personajes como Maldonado exhibir su ideología del odio con no poca arrogancia, pues no hay contrapeso alguno para ella gracias a la indolencia de quienes la rodean; algo que amplifica el terror hasta normalizarlo, explicando su defensa cerrada de los violadores de los derechos humanos apenas como un aspecto simpático de su personalidad. Alejandro Goic, al irse del set, nos recordó que aquella indolencia es una trampa oscura pero también el síntoma de algo mayor, reafirmando el hecho de que horror también reside en que los dichos de Maldonado y de quienes piensan como ella no le importan en modo alguno a sus compañeros de "Mucho Gusto", a los ejecutivos del canal y a quienes la siguen en pantalla; confirmando que la televisión chilena transmite desde otro planeta, acaso un mundo que es un simulacro pavoroso y deforme del nuestro. Pero Goic no lo soportó. Salió de escena. No quiso que las imágenes lo registrasen en el mismo lugar que Maldonado. Que esto suceda en el momento exacto en que la Corte Suprema autorizara la libertad condicional de siete presos de Puta Peuco, no deja de ser simbólico. El gesto del actor hacía aparecer la memoria ahí donde otros parecen haber olvidado.

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