Prostitución Política

La bancada de diputados de la DC en la sala de la Cámara.
La bancada de diputados de la DC en la sala de la Cámara. Foto: Agenciauno

El problema de fondo, más allá de las consecuencias inmediatas, es observar cómo este comportamiento de la Democracia Cristiana es el fiel reflejo del deterioro de la política chilena. Hoy los partidos están en el suelo y los políticos son personajes abominables no sólo a nivel colectivo, sino cada día más a nivel individual.



Es sabido que la prostitución es uno de los oficios más antiguos del mundo. Algún tipo de regulación fue incluida en el Código de Hammurabi para tratar la situación de las hieródulas y hiérodulos, esclavos dedicados al culto de los dioses, algunos de los cuales se dedicaba a la prostitución.

Desconozco si está incluido en el Código, pero estoy convencido de que la Prostitución Política también debe ser un oficio con mucha antigüedad. La política, el poder y las negociaciones, con otros nombres y otras formas, son comportamientos y circunstancias que nos acompañan desde siempre.

Esta semana, con fuerza evidente, Fuad Chahin, el Presidente de la Democracia Cristiana, ha demostrado manejar con oficio el arte de la prostitución política. Cual proxeneta político, Chahin ha dado cuenta de una habilidad tremenda para posicionarse en la arena pública y ofrecer los votos de su partido para destrabar negociaciones, avanzar agendas y delimitar las ideologías.

Sin pudor, un día puede estar sentado en La Moneda, entregando votos para formar alianzas, y al día siguiente, puede estar firmando una carta al diario, barriendo el piso con el Presidente de la República y usando calificativos de alto calibre para intentar demostrar que jamás se sentaría con él a negociar en una mesa.

¿Cuales son los objetivos que busca Chahin? ¿Qué convicciones y principios, si es que las tiene del todo, busca defender? ¿Alinearse con la inspiración que anima al Gobierno? ¿Derrotar ideológicamente a la derecha? No está claro. Hoy por hoy, simplemente se limita a exigir ciertas condiciones y demandas, y a vivir el día a día para determinar exactamente lo que eso significa.

En el corto plazo es una estrategia efectiva: consigue prensa y satisface a sus clientes. ¿Pero qué pasa en el largo plazo? ¿Cuál es el sello que quiere imprimir a la Democracia Cristiana, más allá del calificativo de mercenarios que puede identificar en la derecha, o de traidores que puede recibir desde la izquierda?

El problema de fondo, más allá de las consecuencias inmediatas, es observar cómo este comportamiento de la Democracia Cristiana es el fiel reflejo del deterioro de la política chilena. Hoy los partidos están en el suelo y los políticos son personajes abominables no sólo a nivel colectivo, sino cada día más a nivel individual.

Y están desprestigiados, precisamente, por este tipo de acciones que hacen cada vez más enorme la brecha entre la política y la ciudadanía. Por una parte, elijo a un partido sin convicciones y que se ofrece en el mercado público; y por otro, a un Gobierno que, con tal de aprobar un proyecto, está dispuesto a descremarlo por completo y ceder ante las demandas que le exige un negociador.

Ojalá que el Gobierno reaccione cuanto antes y tenga la capacidad de leer las señales que la ciudadanía está dando. Hoy importa menos ganar un proyecto en el Congreso, que desangrarse por completo en el intento por lograrlo. La Reforma Tributaria y de Pensiones, lejos de destacarse por sí mismas, hoy están reducidas a su mínima expresión y delimitadas por el contenido de la negociación que se tiene con la Democracia Cristiana.

Quizás es hora de pensar más en lo que busca la ciudadanía en el largo plazo y que es el fundamento del apoyo que obtuvo este Gobierno en la elección presidencial pasada, más que quedarse en la satisfacción de corto plazo que produce la gestión intermediada por estos hieródulos de la clase política criolla.

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