Querido Nacho

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En tu carta haces una larga reseña de los logros de la Concertación. Estoy orgulloso de ello como el que más. A partir de esto anuncias que Boric y el FA nos llevarán a cumplir el destino que nos auguraba Aníbal Pinto: un “desarrollo frustrado”. Tendrás que reconocer que esta admonición se ha utilizado hasta el hastío, al punto que genera más indiferencia que temor.



Agradezco profundamente tu carta. Ilustra lo que en la vida siempre has entregado a raudales: generosidad y pasión. Contribuye, además, a lo que tanto nos faltó cuando nuestras ideas ejercieron la hegemonía: reflexión y debate. Esto me motiva a reaccionar con el mismo tono amistoso de tu misiva, tratando de introducir —como me pides, aduciendo a nuestros años— una “cierta racionalidad en la aproximación a la realidad”.

De partida debo aclarar una cosa, para evitar cualquier mal entendido. No me he cambiado de domicilio. En columnas, libros y entrevistas, he defendido férreamente la obra de la Concertación. Me repugna la gente que fue parte de ella y hoy hace gárgaras de arrepentimiento. No voté en la Primaria sino en la Consulta, por Narváez, y lo haré en noviembre por Provoste. Y a diferencia de lo que tú cuentas, ¡ni siquiera tengo hijos en el FA!

Nada de eso, sin embargo, me hace renunciar al espíritu crítico que tengo grabado en mi ADN, y que me lleva hoy día a tratar de entender lo que representan Boric y el FA. Lo mismo hice, recuerdo, frente al proyecto de revolución capitalista de los Chicago Boys, y también entonces se me me acusó de dejarme llevar por el “entusiasmo”. No es entonces un afán de “reventar la pelota”, como dices, lo que me movió a dar la entrevista en cuestión: es más bien el afán por comprender lo que viene, algo que siempre me ha interesado más que justificar lo que pasó, o explicarlo. Ahora bien, para comprender es indispensable un mínimo de empatía: si esto es lo que trasluce la entrevista que motiva tu carta, enhorabuena.

El mentado “entusiasmo con Boric y el FA”, señalas, vendría de que son “los herederos del MAPU”. No, para nada. ¡Han sido mucho más exitosos! Lideraron un movimiento social (el de los estudiantes, el 2011) que fue un parteaguas en materia de agenda pública. No dudaron en jugar con las reglas democráticas, ni en insertarse en el tejido institucional. Han sabido hacer alianzas con el mismo diablo, y hasta ahora no han salido chamuscados. Todo lo cual los tiene, en tiempo récord, a las puertas de La Moneda. Frente a estos resultados lo del MAPU fue juego de niños…

Pero vamos ahora al fondo.

Concuerdo contigo que lo que catapultó a Gabriel Boric como figura presidenciable es el carácter que mostró cuando suscribió el Acuerdo del 15/11 rompiendo con sus pares. Tu dices que fue “el equivalente al dedo de Lagos o el tanque de Bachelet”. Diría que fue más bien el equivalente a la decisión de Aylwin, apoyado en Boeninger, de usar la Constitución de 1980 para derrotar a Pinochet. Para seguir con la analogía agregaría algo más: así como el resultado del plebiscito de 1988 confirmó el triunfo estratégico de la opción Aylwin sobre la opción comunista de la insurrección popular, el contundente triunfo de Boric sobre Jadue confirmó nuevamente —como tú bien dices—, el castigo del electorado a las ambigüedades del PC.

“Nosotros éramos hijos de la dictadura y ellos son hijos de la democracia”, señalas en tu carta. Obvio. No les persigue la pesadilla de Pinochet, y este es nuestro principal logro histórico; pero tienen las propias, pues nadie vive —Freud dixit— sin pesadillas. Aunque nos duela, su “pesadilla” somos nosotros, la generación más longeva del siglo 20, la que fue capaz de transformar su fracaso (el de 1973) en una transición exitosa que transformó profundamente al país.

En la entrevista digo que en Boric veo un liderazgo más coalicional que profético. Tú me respondes sacando a colación el carácter refundacional del programa del FA, lo que sería refrendado por el hecho que no busque incluir a la DC. Son, creo, cosas muy distintas.

En cuanto al liderazgo de Boric, insisto que tiene un estilo coalicional. Es un asunto factual. En tiempos de tanta fragmentación, mantener unido al FA y haber creado el Apruebo Dignidad son verdaderas proezas; casi tanto como lo fue en su momento crear la Concertación. Aquí hay mucho mérito de RD, pero también de Boric. Su estilo está en las antípodas de un iluminado como Jadue, y por eso en parte lo derrotó. Lo suyo es más bien el ensayo y error, el arrebato y el perdón. Esto le ha jugado y le puede jugar malas pasadas, pero propiamente profético no es.

Señalas que el programa del FA es refundacional. ¿Pero qué programa electoral no lo es, más cuando se trata de una fuerza que está subiéndose al escenario y rompiendo con la hegemonía de una generación todopoderosa que se mantuvo por décadas en el poder? ¿No recuerdas, acaso, el programa de la propia Concertación en 1989, y lo que prometían algunos de sus más conspicuos dirigentes? Que yo sepa, nadie gana una elección con matices.

Tú bien conoces ese adagio que dice que “las elecciones se ganan en verso, pero se gobierna en prosa”. Ahora bien, el tipo de prosa que han usado tanto Boric como sus equipos respecto a un futuro gobierno es bastante gradualista y moderado, como se lo enrostró Jadue en los debates. En la entrevista que da en La Tercera del sábado insiste en lo mismo que yo destacara: radicalidad en los objetivos, pero gradualidad en su avance hacia ellos y flexibilidad en los medios. Tú lo llamas refundacional; yo lo llamaría simplemente política.

Tienes un punto cuando hacen notar que el FA no tiene en su radar a la DC; sí al PC, su actual aliado; y también al PS, con el cual —como recuerdas— Boric ha flirteado sin pudor, con buena respuesta de parte de las bases socialistas. Es una diferencia con la Concertación, que fue fraguada principalmente por la DC, aliada con un adversario histórico, el PS, y dejando de lado al PC

Para decirlo claramente, si Apruebo Dignidad tiene éxito la DC podría correr la suerte del PC en los noventa. Pero habrá que ver. El FA ha llegado donde está porque ha mostrado un pragmatismo a prueba de balas. Por lo mismo, si Boric llegara a La Moneda y necesitara a la DC, es muy probable que la busque. Está por verse si la DC estará dispuesta. A juzgar por lo que se escucha a su Presidenta y a su candidata, pareciera que sí.

En mi entrevista hablé de un posible pacto de gobernabilidad con el Parlamento. Tú lo estimas imposible en el marco de un sistema presidencial. ¿Pero qué otra cosa fue lo de los “mínimos comunes”, o el acuerdo gestado a partir de la iniciativa del Colegio Médico el año pasado? Tengo la impresión que, a diferencia de lo ocurrido desde 1989 en adelante, ésta vez el apoyo de segunda vuelta será negociado, explícito y ante notario (espero que no el finado Zaldívar), tal como fue el Pacto de Garantías Democráticas que permitió el respaldo de la DC a Allende en el Congreso en 1970. Si la DC lo hizo con Allende en plena Guerra Fría, me pregunto, ¿por qué no podría hacerlo con Boric?

Concuerdas conmigo en que Boric se parece a Allende. “En lo bueno y en lo malo”, decía en mi entrevista. En lo “bueno” por su capacidad para crear coaliciones; en lo “malo”, en creer que la astucia puede doblegar el conflicto de intereses, y que las triquiñuelas pueden sustituir el desgarro de adoptar decisiones. Allende no se atrevió a pactar con la DC porque (como bien lo señalas), rompía a la UP y al PS: éste fue su error. Ojalá Boric, que conoce bien la historia de la izquierda chilena, haya sacado las lecciones de aquello.

De ahí que en la entrevista señalo que “un eventual gobierno de Boric debería aprender mucho de Aylwin”. Esto sí, admito, tenía algo de provocación hacia los ideólogos del FA. Lo curioso es que seas tú, Nacho, quien lo estime “un despropósito completo”. Me pregunto: ¿por qué no habría de aprender?; ¿tiene acaso algo de malo que lo hiciera? Para un aylwinista acérrimo, como yo, nada me haría más feliz. Ojalá hiciera suyo su posibilismo, su reformismo, su gradualismo, su transparencia, así como su insobornable estatura moral. Y aplicarlos, claro, no para llevar a cabo la agenda del siglo 20, nuestro siglo, sino la del 21, el siglo de ellos. No quisiera que Aylwin sea el patrimonio de algunos, o de nuestra generación que lo conoció de cerca: ojalá lo sea de todos, así como de las generaciones más jóvenes.

En tu carta haces una larga reseña de los logros de la Concertación. Estoy orgulloso de ello como el que más. A partir de esto anuncias que Boric y el FA nos llevarán a cumplir el destino que nos auguraba Aníbal Pinto: un “desarrollo frustrado”. Tendrás que reconocer que esta admonición se ha utilizado hasta el hastío, al punto que genera más indiferencia que temor. Como bien lo recuerdas, por lo demás, ya llevamos hartos años en que el avance hacia ese ansiado desarrollo está bastante estancado, y de ahí en parte los “estallidos” que nos han sacudido hasta el nervio. Pero dejando esto de lado quisiera discutir la premisa que está a la base de tu advertencia: de que solo hay un tipo de desarrollo posible (el que impulsó nuestra generación, el de la Concertación), y que cualquier desviación es “un camino hacia la mediocridad”, como si con nosotros se hubiese alcanzado el “fin de la historia”. Contra esto se rebelan Boric y el FA. No les falta razón.

Dices que tu intención no es “demonizar a Boric y a la nueva generación del FA”. Tampoco la mía es endiosarlos. Esto nos une, una vez más.

Un abrazo amistoso,

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