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Juan Cristóbal Guarello

"Lo de Aquino no tiene salvación. O sus compañeros, cómplices a esta altura, le dijeron que no lo viera porque quedaba atrapado o él mismo decidió no mirar la pantalla para sacarse de una manera vergonzosa la responsabilidad".



El viejo estilo de la Conmebol. La de Teófilo Salinas recibiendo un sobrecito con dólares directo al bolsillo de su camisa, mientras te regala un guiño; la de Nicolás Leoz, posado como Jabba en el trono de Luque, mientras la revista oficial del organismo lo homenajea con 57 fotos de su regia humanidad en el número del mes; la del oscuro árbitro ecuatoriano veraneando a todo trapo en Punta del Este luego de arbitrar a medida una semifinal de Copa Libertadores; la de los sicarios de Pablo Escobar irrumpiendo con M16 en las habitaciones de los jueces en el hotel de Medellín con la orden de “mañana el Nacional tiene que ganar”; la de los buses apedreados y los jugadores tirados en el piso, de las sopas envenenadas, de los camarines sin agua…

Casi se siente el sabor del roble añejado Confederación Sudamericana de Fútbol, mientras en el paladar se mueven el licor amargo del arbitraje de Eber Aquino.

El penal de Sebastián Vegas, luego del centro de Brian Rodríguez, era “interpretable”, porque el reglamento indica que si pega una parte del cuerpo antes de golpear la mano puede no ser cobrado, pero si la mano “amplía demasiado el volumen” sí se cobra. Entonces Eber Aquino se tomó su tiempo, fue a ver la pantalla y cobró. Hay margen de dudas, aunque uno se pregunta qué hubiera pasado si la misma mano era en la otra área.

Luego uno se responde a tres minutos del final y con el marcador empatado, Uruguay sin piernas ni recursos ofensivos y Chile bien parado, con el partido bajo control. Entonces viene el centro de Víctor Dávila en dirección a un compañero que picaba por el medio y quedaba en posición de remate, pero el balón es detenido por la mano de Sebastián Coates. Penal sin necesidad de VAR o artilugio tecnológico alguno. Eber Aquino, cerca de la jugada, sin obstáculo para ver la mano de Coates, deja seguir. En un lateral consulta a sus colegas del VOR, los también paraguayos Juan Benítez y José Méndez ¿Qué le dicen? ¿Hablan en guaraní para que nadie les entienda? Aquino indica que se ejecute el lateral, no se da la molestia de mirar la pantalla al borde de la cancha.

Antes era así, sin control, sin apoyos tecnológicos, en un fútbol al borde de la anarquía, los árbitros tomaban las decisiones más absurdas y escandalosas. Podían escudarse en que la jugada había sido muy rápida, que estaban tapados, que la mano era casual… Pero ya no. Existe el VAR, hay todo el tiempo del mundo para mirar, hay cinco cámaras para tener todos los ángulos, hay otros dos árbitros de apoyo que ayudan en un fallo con su conocimiento.

Entonces lo de Aquino no tiene salvación. O sus compañeros, cómplices a esta altura, le dijeron que no lo viera porque quedaba atrapado o él mismo decidió no mirar la pantalla para sacarse de una manera vergonzosa la responsabilidad. Un robo arbitral a toda regla, un lanzazo al bolsillo del equipo chileno que vio cómo le sacaban impunemente la posibilidad de alcanzar, por primera vez en la historia, un triunfo en el Centenario. A la antigua, en la peor tradición de la Conmebol, como cuando Juan Francisco Escobar le llevaba las maletas a Nicolás Leoz en los viajes. Espero que Eber Aquino no tenga que hacer de valet para Alejandro Domínguez después del mamarracho del jueves.

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