Son todos Narcos
Hoy, en su calidad de niño símbolo del escándalo, el PS debe asumir las consecuencias y dar pasos decisivos por transparentar y aclarar las dudas que existen. Por eso, también es importante que el senador Elizalde dé un paso al frente, aclarando en detalle cada una de las preguntas que se han ido acumulando en el último tiempo.
¿Por qué Álvaro Elizalde sacó la licencia de conducir en la comuna de San Ramón y fijó como domicilio, para esos efectos, la casa de la esposa de un operador político del alcalde de la comuna? ¿Qué pasó con la denuncia de amenazas que recibió la esposa de Elizalde durante la última campaña parlamentaria? ¿Por qué Álvaro Elizalde, pese a todos los cuestionamientos, decidió llevar a la hermana del alcalde en su lista de candidatos al Comité Central del partido? ¿Por qué en San Ramón hay tantos militantes socialistas y por qué tienen una influencia desproporcionada en las elecciones del partido?
Estas son algunas de las preguntas que surgen, desde el sentido común, frente a los reportajes de medios de comunicación sobre los eventuales vínculos del narcotráfico con operadores políticos del Partido Socialista. Primero, uno de televisión nacional sobre la red existente al interior del municipio; luego, uno de Canal 13, sobre las irregularidades en las elecciones del Partido Socialista.
Sin embargo, a esas preguntas, la verdad es que hay pocas respuestas y reacciones. Más allá de algunas declaraciones de indignación y otras propuestas de reformas, en lo concreto ni el Partido Socialista ni el sistema político en su conjunto han tomado una acción decidida para enfrentar el grave peligro que esconden estos potenciales vínculos y las consecuencias dramáticas que tienen para nuestra sociedad. Tímidamente reaccionan, para salir al paso de la contingencia, pero luego esperan que la tormenta pase y que el ciclo de noticias los alivie desviando la atención hacia otras materias.
Pero la tormenta del narcotráfico no pasa. Es un fenómeno que está consumiendo lentamente al país y cuyo mejor aliado es la impunidad. Los narcovelorios, las cárceles vip, los municipios tomados por el narcotráfico son expresiones de ese fenómeno que va creciendo día a día y que amenaza con apoderarse de nuestra sociedad.
Mientras la elite juega a definir los límites del consumo recreacional de cannabis – sin medir el impacto directo en la población más joven de nuestro país – los traficantes de droga expanden su negocio en Chile y su poder territorial casi sin control. A las ya conocidas marihuana y cocaína, se suman las drogas sintéticas que, en distintas formas y denominaciones, llegan a un mercado cada vez más masivo y exigente. El 35% de la población chilena declara haber consumido marihuana en su vida y un 6% declara lo mismo de la cocaína. Peor aún, esas cifras son aún más altas cuando identificamos la población escolar, con más de un 40% que declaran consumo de marihuana y un 7% consumo de cocaína, iniciándose en promedio a los 14 años de edad.
Pero el daño que producen las drogas no sólo se da a nivel individual sino que también tiene un impacto tremendo a nivel colectivo. Un recorrido por las poblaciones, villas y localidades más vulnerables evidencian el paso de la droga, la ausencia de comunidades y las evidentes amenazas a la seguridad de las personas que habitan esos territorios. Cientos de barrios sitiados y dominados por los narcotraficantes y cientos de miles de niños y jóvenes a centímetros de ser seducidos por el dinero fácil y la adicción con la que son tentados desde pequeños. Cada día es una lucha incansable de miles de madres de familia que hacen lo imposible por aislar a sus hijos y aferrarse para no perderlos en manos de la droga.
Son esos chilenos de esfuerzo los que hoy claman por una actuación más decidida de los actores políticos. Los partidos, el Congreso y el gobierno no pueden mantenerse al margen de una crisis que en cualquier momento va a estallar y que el manto de impunidad que la cubre ha impedido enfrentar adecuadamente.
El Partido Socialista no es el primero, ni el único, donde pueden existir vínculos directos e indirectos con el mundo de la droga. Pero hoy, en su calidad de niño símbolo del escándalo, debe asumir las consecuencias y dar pasos decisivos por transparentar y aclarar las dudas que existen. Por eso, también es importante que el senador Elizalde dé un paso al frente, aclarando en detalle cada una de las preguntas que se han ido acumulando en el último tiempo. No es aceptable que en el supuesto nombre de la democracia partidaria, se pretenda acallar las preguntas y buscar dar la vuelta la página en una materia tan sensible como ésta.
Llegó la hora de que los políticos chilenos se definan: o están a favor de las drogas o en contra de ellas. Ya no hay espacio para términos medios.
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