Abatido, consternado, no escribió durante la primera semana de confinamiento. Recién tomó la pluma el día 11, pero sólo para describir su cotidianeidad y las arrebatadoras noticias de las que se enteraba en el encierro, partiendo por el fallecimiento de Lucía Bosé, a quien admiraba profesional y personalmente.
Una noche vio Goldfinger (1964) y recordó su cordial relación con Sean Connery. También volvió a ver el documental Chavela (2017) y evocó su estrecha amistad con Chavela Vargas. Contó sobre esa vez que hablaron sobre el fin de la vida y la mexicana le dijo: “No le tengo miedo a la muerte, Pedro, los chamanes no morimos, transcendemos”.
En una clave algo más luminosa, pronosticó que en el orbe la natalidad se dispararía y los quiebres de parejas, también. En la primera de las cuatro entregas que compartió a elDiario.es, se entretuvo imaginando que se podrían generar ambos casos, multiplicándose los recién nacidos llegando a familias rotas.
La pandemia avanzó y Pedro Almodóvar (1949) en algún punto encontró inspiración para regresar a la escritura de la ficción. Desempolvó un guión que tenía guardado hace una década –sobre hijos sumándose a familias poco convencionales o sobre madres en medio de situaciones poco convencionales recibiendo a sus primogénitos–, le realizó un ajuste clave a la historia original y en tres meses concluyó su labor.
Ese texto almacenado hace años y remozado en 2021 se transformaría en su primer largometraje filmado y estrenado en pandemia, Madres paralelas, que llega este viernes 18 a Netflix en Latinoamérica. Un lanzamiento antecedido del debut de 11 de sus cintas en el catálogo de la plataforma, desde ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984) hasta Volver (2006).
Esa vitalidad que quizá se vio amenazada en los primeros días de la emergencia sanitaria retorna en plenitud mediante la reunión de algunas de sus actrices favoritas (Penélope Cruz, Rossy de Palma, Julieta Serrano) y su vuelta al universo femenino, del que se había alejado por un segundo al volcar la mirada hacia sus propias experiencias personales y cinéfilas (Dolor y gloria, 2019).
Estrenada en el último Festival de Venecia y nominada esta semana a dos premios Oscar, su nueva película amalgama el melodrama con toques de thriller, inaugurando el relato con un tema que no es frecuente en el cine del director manchego: la memoria histórica y, en específico, los relatos de los familiares de las víctimas del franquismo.
Janis (Cruz) es una fotógrafa que está intentando juntar recursos para recuperar los cuerpos de quienes fueron ejecutados por el régimen en su pueblo natal. Así conoce a Arturo (Israel Elejalde), un profesional que se compromete con su búsqueda y del que al poco tiempo queda embarazada. Rodeando los 40, la mujer decide seguir adelante pese a que él está casado y dice que preferiría que fueran padres juntos en otro momento.
Como en gran parte de la filmografía del cineasta, los personajes masculinos son escasos y, si están presentes, no marcan el pulso de la trama. En Madres paralelas esta le pertenece a Janis y a Ana (Milena Smit), una joven que aún no cumple la mayoría edad con la que coincide en un hospital de Madrid cuando ambas están a punto de dar a luz. Con tensión y magnetismo, la cinta estudia la relación indisoluble entre ambas mujeres, reconectando en algún momento con el eslabón inicial de la historia.
“Me aferro fuerte a esta sensación nueva de estar venciendo el miedo y la paranoia”, consignaba Almodóvar en su primer texto encerrado en una de las dos casas que habita en la capital española. Hoy, que ha filmado un cortometraje (La voz humana, con Tilda Swinton, en Mubi), un nuevo largo y se alista a debutar en grande en inglés de la mano de Cate Blanchett (adaptando Manual para mujeres de la limpieza, de Lucia Berlin), se puede declarar un vencedor.