“Ese es el problema. No es que estos grupos nos ofrezcan un ‘hagamos esto y ahí sí nos sentamos a dialogar’ o que digan ‘ahí paramos esta violencia’. No hay un puente”.
Las palabras de Rodrigo Roco, jefe de Educación de la Municipalidad de Santiago, bien resumen lo que, uno a uno, van revelando actores y autoridades que han intentado dar con una contraparte con la que conversar para ponerle freno a la violencia estudiantil que sigue suscitándose con fuerza sobre todo en los liceos emblemáticos de Santiago y Providencia.
“El gigante estudiantil está en un potente desborde callejero, el cual deja atónito y cagaos de miedo al poder”, “los liceos también son trincheras de lucha” o “seguiremos de pie, no nos daremos a torcer aunque en cada salida toque intoxicarnos con sus gases, porque en esto creemos y esto es lo que somos”. Son solo algunas de las consignas que, independientes y sin demasiada organización entre ellos, profesan distintos colectivos secundarios.
Hasta hace no mucho tiempo había dos grandes agrupaciones de secundarios (Coordinadora Nacional de Estudiantes Secundarios, Cones; y Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios, Aces), pero esas orgánicas han ido desapareciendo. Si bien la segunda existe en redes sociales, ahí no muestra actividad desde mayo. De la primera, en tanto, dejó de saberse durante la pandemia.
Lo anterior ha dado paso a pequeñas orgánicas, repartidas en células en algunas instituciones. Diversos actores consultados coinciden en que lo más cercano a una organización es la Coordinadora Secundaria Revolucionaria (CSR), que en sus redes sociales muestra a personas encapuchadas, evasiones en el Metro, estudiantes lanzando proyectiles y una consigna: ‘Con lucha y organización, ¡a golpear con un solo puño el mercado de la educación!’. Ellos son los que este año sistemáticamente han hecho llamados a movilizaciones y que, incluso, han llegado a pedir la salida del ministro Marco Antonio Ávila. De sus movilizaciones muchas veces se descuelgan -o aprovechan- ciertos grupos para causar desmanes.
Pero, ¿qué busca la CSR? “Lo decimos fuerte y claro: somos un espacio anticapitalista, pues si nos proponemos luchar en contra de la educación de mercado también lo haremos con su pilar fundamental, el sistema capitalista. Nos definimos un espacio antipatriarcal y buscamos combatir las lógicas machistas y patriarcales que se reproducen día a día en nuestra educación. La historia nos ha enseñado que las pocas ganadas que ha conseguido nuestra clase ha sido gracias a la organización y la protesta popular. Entendemos que la combatividad es el método legítimo para conquistar la educación que anhelamos. Nuestro horizonte estratégico es conformar el espacio de coordinación del Movimiento Secundario, lo hacemos desde el compañerismo y la humildad”, sinceraron hace un par de meses.
Ellos comenzaron como espacio articulado en liceos de Santiago Centro, según detectaron las propias autoridades, y luego crecieron hacia otras comunas de la RM, pero también hacia regiones. En abril, de hecho, comenzó a fraguarse su consagración como movimiento. Fue en un Encuentro Secundario, donde hicieron un primer acercamiento a la síntesis de sus demandas, las que incluyen, entre otras, protocolos “contra la violencia patriarcal”, educación sexual integral y condiciones mínimas de estudio. Su idea es lograr un petitorio único a nivel de secundarios.
La CSR, a su vez, la componen diversas agrupaciones y colectivos, entre las que se cuentan Irreverencia Estudiantil, Secundarios en Rebeldía (SER, surgido de la Aces) y Estudiantes por la Causa Popular (ECP). Según diversas fuentes, son estos quienes aparentan estar más organizados.
Guevara, Castro y el Simce
SER, de hecho, tienen sus orígenes hace casi una década en colectivos estudiantiles santiaguinos (Darío Rebelde o Aplica Praxis), de liceos como el Darío Salas, Aplicación o Confederación Suiza y hoy tienen presencia en varios liceos del país, tanto en la RM como, por ejemplo, en Atacama. En su momento el intento fue para, a través de SER, hacer transversales las demandas de los secundarios.
En la actualidad y entre otras cosas, decían “no comprarse” el proceso constituyente. Se inspiran en los hermanos Vergara Toledo, en Ernesto Che Guevara y Fidel Castro. Han llamado a boicotear el Simce, algunas elecciones y también han convocado a encuentros nacionales y jornadas de protestas. “El pueblo debe luchar para destruir este sistema”, han expuesto, así como también han dicho que “la única forma de acabar con estas injusticias es salir a luchar organizadamente”.
ECP tienen, en tanto, presencia en varios lugares, incluso más allá de los establecimientos educacionales secundarios, como las universidades de Chile, Diego Portales y Alberto Hurtado; y liceos de Aplicación, 1 y Raimapu, por nombrar algunos. Todos ellos, que comenzaron a articularse a inicios de 2020, tienen como consigna ‘¡A barrer con la educación de mercado!’ y sus acciones las exhiben con cierto orgullo en redes sociales. “Irrumpimos con clasismo y combatividad en las calles de Lo Prado”, escribieron, por ejemplo, en marzo, junto un video con una barricada con fuego.
También con alusiones al Che Guevara, se ha identificado que están ligados ideológicamente al Movimiento Juvenil Lautaro, Movimiento de Izquierda Revolucionaria y el Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Las raíces de este colectivo están en la ‘Escuelita juvenil Marcos Ariel Antonioletti’, exdirigente estudiantil asesinado en 1990 y que inspiró la creación de esta institución “de formación”, como se autodenomina, de ECP. Ahí definieron sus principales orientaciones, que son “posicionarse en contra del sistema capitalista, así como también contra su más poderoso aliado, el patriarcado”. A su vez, fundamentan su acción “en el hecho histórico de la lucha de clases y rechazamos categóricamente cualquier estrategia que tienda a la conciliación de las clases antagónicas”.
Finalmente, Irreverencia Estudiantil tiene sus orígenes tras el estallido social y comenzó como la Juventud Popular de Renca. “Aspiramos ganosos a transformaciones profundas de la sociedad. El pueblo ha demostrado y sigue demostrando su capacidad potente de irrumpir y transformar la realidad, de crear su propio destino y escenarios (…) es desde ahí donde partimos, pensamos y nos movemos, desde el pueblo y para el pueblo”, expresaron cuando nacieron. Tras ello, como sus pares antes mencionados, han llamado a asambleas y movilizaciones, azuzando a ratos la violencia y jactándose de ella en sus redes. “¡Estudiante popular a llevar de apuro al cagón de Boric por nuestra educación!”, escribieron hace poco junto a una imagen de una barricada con fuego.
Sin demandas
El problema, dicen los entendidos, es que si bien son organizaciones no tan masivas, de ahí en más, los colectivos o cofradías se disgregan aún más, comienzan a nacer facciones y aparecen por decenas a lo largo del país: Estudiantes Populares y Rebeldes (Liceo José Toribio Medina de Ñuñoa), Camote Estudiantil (presencia regional), Colectivo Aplicando Rebeldía (ex Canario Rebelde, del Liceo de Aplicación), Corriente Estudiantil Popular (presencia nacional), Colectivo Acción Suiza (Confederación Suiza), Coordinadora Rebeldía Estudiantil (Concepción), Corriente Estudiantil Popular o Unión Secundaria Oriente son solo algunas de ellas. Es más: solo en el Instituto Nacional hay al menos tres grupos pequeños identificados, como Foco Rebelde (derivado de SER), Parka Mafia o Salamanca, denominado así por Tuco Salamanca, personaje de la serie Breaking Bad.
“La participación del mundo adulto en esto en este momento es bastante minoritaria. Sí podría decir que hay exalumnos, lo hemos detectado”, decía también Roco. En efecto, según las autoridades, si los grupos se han mantenido con vida con el correr de los años es porque, justamente, integrantes históricos de esos colectivos se mantienen presentes. No hay, dicen entendidos en el tema, respeto por la institucionalidad. Por el contrario, la reniegan abiertamente. Tampoco hay ascendencia de partidos, ni tradicionales ni de extrema izquierda, sí de ideologías, aun cuando algunos políticos, como Eduardo Artés, han participado de actividades junto a ellos.
“Esto no tiene demanda. De hecho, los mismos chicos del Nacional comentan que en 2017 o 2018 se salía con un lienzo, con un contenido, pero que hoy no hay nada de eso”, comentaba Roco sobre los grupos más radicales y agregaba que si un estudiante “sale a tirar bombas molotov porque hay un descontento por cosas puntuales como un baño roto, hoy eso está completamente separado. Estos grupos que funcionan más bien como pandillas juveniles que pueden tener una estética anarquista, no tienen mucho sustento teórico ni reflexión. Esos grupos se aprovechan de cualquier demanda, el TPP11, Kast, Boric, el baño, al punto que llegamos a cierto absurdo. Además, la cosa es bastante básica: los cabros van al Homecenter, se roban un overol, hacen una vaca y compran un litro de bencina. Es muy juvenil”.