Cada miembro de la Secta de Colliguay tenía una labor el 23 de noviembre del 2012. Esa noche el grupo realizaría un rito macabro: asesinar a un recién nacido lanzándolo al fuego. Todo ordenado y dirigido por el padre del niño y líder de la agrupación: Ramón Castillo (35), alias “Antares de la Luz”.
Este es el desenlace del crimen que quedó al descubierto en abril del 2013, cuando uno de los miembros de la secta lo denunció.
El próximo 25 de abril la historia llegará a Netflix en el documental “Antares de la Luz: La secta del fin del mundo”.
Dos meses después de conocido el parricidio, el equipo del Instituto de Criminología de la PDI comenzó a perfilar a Castillo. En ese grupo estaba el psicólogo forense y oficial profesional Cristián Jiménez, uno de los cinco funcionarios de la institución que puede realizar este tipo de peritajes, incluso a las personas fallecidas, como es el caso de Castillo, quien se quitó la vida en Cuzco, Perú, cuando iba a ser detenido tras huir de Chile.
Para lograr reconstruir una personalidad como la de Castillo hay que basarse en testimonios que permitan armar su perfil psicológico. También se consideran antecedentes de su vida y elementos que den cuenta de cómo actuaba.
“Reconstruir la personalidad de un sujeto que no está presente, que se suicida, es un ejercicio difícil, al igual que entender la lógica que está detrás de todo este tipo de conductas”, expone el psicólogo forense, quien desarrolla este trabajo desde 2013.
El psicópata tras el líder
Una vez que el equipo que integra el oficial Jiménez comenzó su trabajo, distinguieron claramente que Castillo cumplía a cabalidad con el perfil psicológico de los líderes de una secta, con características típicas como la falta de empatía.
“Los líderes sectarios tienen habilidades comunicativas, capacidad de encantar, captar, seducir y persuadir a la gente, ya que tienen un discurso que es convincente”, explica el oficial.
En el caso de Antares, también se sumaba otro rasgo, según explica Jiménez: “Él claramente reúne muchas de las cualidades y características, una estructura de funcionamiento psicopática”.
Contrario a lo que se podría creer, el psicólogo forense afirma que Castillo no era una persona con problemas de delirios o de poca percepción de la realidad. “Él era un sujeto que sabía perfectamente lo que hacía (...) eso te da cuenta de los niveles de planificación, organización y premeditación que son propios de una persona cuerda”, afirma.
La cosmovisión que él impartía es otro de los elementos que a los forenses les ratificó que Castillo no estaba fuera de sí cuando cometió el asesinato de su hijo.
“Por lo general las personas cuando deliran responden a una idea. Aquí no hay eso, hay una fusión de distintas corrientes teóricas”, afirma el forense al explicar que Castillo incorporaba teorías del catolicismo, pero también temas de alienígenas.
“No tolerar muy bien la frustración, ser un poco impulsivo, tener reacciones emocionales o medio violentas”, eran otras características de Castillo descritas por el especialista de la PDI. También tenía la pulsión de atacar sexualmente a sus seguidoras.
Las ovejas de un rebaño
¿Pero cómo llega Ramón Castillo, un estudiante universitario, a ser el líder de una secta?
El psicólogo sostiene que “hay un momento en su vida en que algo le pasó. No sabemos qué, pero toma esta decisión y empieza a profesar esta visión del mundo”.
Aquello derivó en que “Antares” comenzara a vivir “parasitariamente”. Es decir, a expensas de su agrupación. Todo concuerda con sus actitudes narcisistas y egoístas propias de quienes perciben a sus seguidores como “objetos”.
Quienes son atrapados por personalidades como la de Castillo también tienen un perfil determinado, según explica el especialista de la PDI. Suelen ser jóvenes de entre 14 y 30 años que tienen una profesión, trabajo y casi siempre provienen de estratos sociales altos, que es justamente lo que busca el líder para sacar réditos económicos. El factor transversal de los seguidores es estar atravesando una crisis de cualquier tipo. “Lo que vemos es que este tipo de sujetos busca un sentido, esta inquietud que los moviliza”, afirma el oficial de la PDI, quien explica que los líderes reconocen y explotan las vulnerabilidades.
Quienes integran sectas pasan por cuatro etapas: persuasión, captación, conversión y adoctrinamiento. En el proceso son aislados socialmente.
“Todas las estrategias coercitivas de aislamiento, manipulación y erradicación de las redes de apoyo buscan que pierdan su sentido crítico y se conviertan en una oveja que sigue a un líder”, detalla el especialista.
El forense psicológico sostiene que esta investigación marcó un hito para estudiar el fenómeno de las sectas, que siguen existiendo, aunque lejos del peak de casos que hubo el 2012.
“Ya no hay tantas sectas así como destructivas, apocalípticas. Hay algunas, siempre habrá, pero tienen otras visiones más teológicas, naturalistas, ecológicas, otra visión donde no necesariamente hay transgresión de normas”, sostiene.
Pese a que la Secta de Colliguay es algo que lo marcó, Jiménez asegura que ha visto casos peores, aunque nunca con otro “Antares de la Luz”.