El dominio de territorios que logró Johanna Patricia Morgado González (46), alias “Kiki, la emperatriz”, en el sector norte de la Región Metropolitana, específicamente en la población La Pincoya, llegó a su fin el 30 de junio de 2022. Ese día, casi 600 detectives participaron del operativo en que se desarticuló a su banda, que proveía a diversos circuitos capitalinos de cocaína, marihuana y pasta base. Era una de las líderes de organizaciones criminales más temidas de la zona, considerada, además, por las policías una de las mujeres fuertes de las bandas dedicadas al tráfico de estupefacientes. Pero ese día el “imperio” de Morgado González cayó y junto a ella gran parte de su clan.

Desde hace meses sus conversaciones habían sido interceptadas por la PDI. Y es que desde hace un tiempo que se está observando, por parte de la Fiscalía y la policía la irrupción de mujeres como líderes de organizaciones criminales, y “Kiki” era un claro ejemplo de este fenómeno.

El día de su detención los efectivos policiales se instalaron sigilosos en la intersección de calle Los Helechos con El Olivillo. Ahí habitaba la imputada, su núcleo familiar y, además, dicho inmueble oficiaba como epicentro del comercio de las drogas. La imagen era clara: afuera de la casa de Johanna Morgado había una larga fila de personas. No había almacén o botillería que justificara la aglomeración de gente. Para algunos vecinos esa escena reiterativa los llevó a sospechar de que ahí dentro había un negocio, pero ilícito. Una llamada anónima determinó el destino de “Kiki” y su banda. Minutos después los policías allanaron el domicilio y procedieron a arrestar a la mujer, a su madre, a sus hijos, a su pareja, a su expareja y a la novia de este último. De boca al suelo y esposada, la ex “emperatriz” de La Pincoya comenzaba su ocaso en el mundo criminal, dejando atrás los “días de gloria” que -según la investigación del Ministerio Público- la hicieron ganar en 20 días $ 63 millones y, se calcula, que en su mejor época su organización logró comercializar casi $ 750 millones en un año.

Una de las cosas que mayor repudio generaba el clan de la “Kiki” en su población era que usaba a menores de edad como “soldados”. Les pasaba armas para proveerle seguridad, además de pagarles muchas veces con las propias sustancias ilícitas que comercializaba. El día de su detención, no pocos vecinos del sector respiraron aliviados. Una de las mujeres más peligrosas de la zona norte de la capital quedaba tras las rejas en espera de una extensa condena por tráfico de drogas.

Poder femenino

El fenómeno de mujeres a cargo de peligrosas bandas se acrecentó tras la pandemia, según advierten desde la Fiscalía Nacional y la PDI. La irrupción de bandas internacionales dio lugar al liderazgo femenino en delitos vinculados al crimen organizado, que durante el último tiempo van al alza (ver infografía).

“Hubo un incremento durante la pandemia. Las mujeres mutaron su labor y de estar centradas en el hogar, comenzaron a incursionar en actividades ilícitas ligadas al crimen organizado, principalmente incurriendo en delitos de microtráfico. Es un nicho de ‘trabajo’ en que no estaban como principales protagonistas, pero se fueron involucrando, dados los altos ingresos”, comenta la subprefecta Alejandra Cuevas, jefa de la Brigada Antinarcóticos y Contra el Crimen Organizado de la PDI Valparaíso.

Así, durante los primeros cinco meses del 2023, según cifras reportadas por la institución policial, 827 mujeres han sido detenidas por delitos vinculados al crimen organizado. En 2022 fueron 1.743 y en 2021, 1.670.

El rubro predilecto

Como aseguran desde la PDI, las bandas nacionales en las que mujeres aparecen como líderes o donde tienen mayor participación se dedican a la comercialización de sustancias ilícitas. Del total de las detenidas los últimos años, de hecho, el 57% corresponde a delito de microtráfico.

Como asegura la subprefecta Cuevas, incursionan ahí porque corresponde a un delito “barrial”, que les es fácil desarrollar en conjunto con las tareas que puedan tener que desarrollar en su hogar. “Es fácil para ellas tomar el control de sus pequeños territorios y hacer las ventas de drogas en ese sector. Conocen a la gente, a sus vecinos, entonces se les hace muy cómodo”, asegura la detective.

Es el caso, por ejemplo, de las detenidas en el marco de las operaciones “Retorno” y “Leyenda” de 2021, ambas llevadas a cabo en la comuna de Los Andes y donde resultaron detenidas Natalia Tapia y Elena Silva, respectivamente. En los dos casos, de acuerdo con datos policiales, se trataba de clanes familiares comandados por matriarcas.

A ellas, además, se suma Claudia Osses, quien fue aprehendida el mismo año producto de la operación “Ecuestre”, desarrollada en Valparaíso, y en medio de la cual se le incautó clorhidrato de cocaína en estado líquido. Durante la investigación se estableció que mantenía una casa de seguridad donde transformaban la droga que traía desde Bolivia para luego comercializarla en territorio nacional.

En su caso, según se desprende de datos de la causa, “heredó” el negocio de su madre, una conocida traficante de la zona que debió “salir de circulación” tras ser condenada a una pena efectiva de cárcel.

“Osses tomó el negocio y obviamente siguió con los mismos contactos que su mamá tenía en Bolivia y replicó el modus operandi”, comenta en ese sentido la jefa de la de la Brigada Antinarcóticos de la PDI Valparaíso.

En los tres casos, las líderes operaban junto a sus núcleos familiares y, también, “contrataban soldados”, que generalmente son consumidores, que les ayudan en las ventas y resguardo del territorio donde operaban, alertando sobre concurrencia de policías o de bandas rivales.

Mujeres “emblema”

“Kiki, la emperatriz”, concuerdan investigadores, se posicionó como una suerte de “símbolo”, dada la relevancia pública que alcanzó y poderío territorial que ostentaba. Y se asemejaba, aseguran las mismas fuentes, al despliegue que tenía la banda de “Los Lobos”, otro clan familiar que estaba integrado principalmente por mujeres y cuyo “referente” público es “Reychel”, hija de una de las cabecillas que falleció en un accidente vehicular mientras se trasladaba en un auto con encargo por robo.

Y, como aseguran desde el Ministerio Público, era tal la influencia que la banda tenía en la población Santa Julia, en la comuna de Macul, que en una de las fachadas de una casa se instaló una suerte de animita con la que se le recordaba.

Ahí, además de estar instalada una foto gigante de la joven, se exhibían carteras, relojes y perfumes de lujo, por lo que quienes pasaban por las afueras del inmueble no titubeaban en tomarse fotos.

De hecho, el lugar sirvió incluso de “escenario” para que el artista urbano Kevin Martes 13 -quien murió en 2018 tras eludir un control policial- grabara ahí el videoclip de su canción Perigoso.

Pese a lo “icónico” que resultaba el espacio, y dado que tras la detención de los principales integrantes de la banda este cobró mayor notoriedad, terminó siendo removido. Esto, además, en medio del anuncio del gobierno respecto de la demolición de memoriales y mausoleos narco.

La incursión en otras áreas

Como explica Tania Gajardo, subdirectora de la Unidad Especializada en Crimen Organizado de la Fiscalía Nacional, además de dedicarse al tráfico de drogas, las mujeres que están vinculadas al crimen organizado también incurren en delitos de trata de personas y tráfico de migrantes.

Recuerda, en ese sentido, que las primeras bandas condenadas en Chile por esos hechos estaban integradas sólo por mujeres, como el caso de la que lideraba Georgina Manzueta, una ciudadana dominicana que fue encausada junto a Orquídea Ubiera, Alba Arancibia y Mariana Fuenzalida.

Manzueta, como líder de la estructura, fue condenada en 2012 a dos penas de 10 años y un día y a cinco años de cárcel por los delitos de asociación ilícita para la trata de personas y trata interna con fines de explotación sexual.

Si bien en los casos de bandas vinculadas al tráfico de migrantes hay mujeres a la cabeza que son extranjeras, en el grueso de las organizaciones que no son lideradas por connacionales las mujeres suelen tener roles menos protagonistas, como señala Tania Gajardo.

“En las organizaciones como el Tren de Aragua o Los Gallegos, los líderes en general son hombres y las mujeres se dedican más al cobro por extorsiones o por ‘uso de suelo’”, comenta.

El caso de la temida “China”, joven venezolana sindicada como líder de una célula del Tren de Aragua en nuestro país, sería una “excepción”, pues, además, asumió porque quien realmente lideraba cayó preso y era su pareja.