Diversos son los casos de connotación pública conocidos recientemente que involucran a autoridades políticas, como la denuncia por violación en contra del exsubsecretario del Interior Manuel Monsalve, o el juicio por cohecho, administración desleal, fraude al Fisco, delito concursal y estafa contra el exalcalde de Recoleta Daniel Jadue. Pero también por aquellos nombres que vienen del ámbito empresarial, como Rodrigo Topelberg, socio de los hermanos Daniel y Ariel Sauer en Factop e imputado por presuntos delitos de estafa y tributarios una vez estallado el caso Audio, protagonizado por el abogado Luis Hermosilla. Los hechos de los que son parte han provocado que la ciudadanía ponga encima un ojo crítico por sus presuntas implicancias, pero al mismo tiempo han dado paso a una interrogante que Criteria, consultora dedicada a estudios de opinión y análisis de datos, ha querido resolver: la aceptación que los individuos tienen con diversos tipos de conductas sociales hechas por políticos, empresarios o personas comunes y corrientes. Y los resultados son decidores.
Y es que, en general, los encuestados son “bastante críticos moralmente”, según explica Cristián Valdivieso, director de Asuntos Públicos de Criteria, respecto a los límites del accionar de las personas. No obstante, agrega, “se observa un patrón claro de imponerles un estándar moral más alto a los políticos que a los empresarios o a sí mismos”. Y, en tal sentido, a los políticos es a quienes menos licencias se les permiten. Menos incluso que las propias.
Por ejemplo, el estudio realizado a nivel nacional entre el 31 de octubre y el 4 de noviembre en un universo de 1.005 personas mayores de 18 años determinó que lo que más se critica a los políticos es conducir habiendo tomado un par de cervezas, misma acción que más se recrimina a los empresarios, mientras que a las personas comunes es el hecho de fumar cigarrillos en exceso. Otro caso: si 73% considera “algo criticable” o “muy criticable” el consumo de marihuana recreativa en los políticos, 67% lo califica así en los empresarios, pero solo 46% piensa así de radical en el caso de una persona común.
“No es tan sorpresivo que exista esa diferencia de tolerancia respecto de políticos, empresarios, y uno mismo”, se apresura en señalar Christopher Martínez, académico del Departamento de Administración Pública y Ciencia Política de la U. de Concepción, quien recuerda que incluso la literatura así lo reporta. “La expectativa ética de los políticos respecto de empresarios y ciudadanía está dada porque son representantes del resto de la sociedad y se espera que moralmente cumplan ciertos estándares, que la mayoría de las veces no ocurre. Segundo, porque son electos y la gente tiene esa capacidad de castigar a quienes no cumplen esos estándares éticos, y tercero por los recursos que manejan, y uno preferiría dárselos a alguien cuyas consideraciones morales sean superiores”, se extiende.
Dante Castillo, sociólogo de la Usach y director del Centro de Estudios e Investigación Enzo Faletto, coincide y cree que en general “la exigencia que tiene la ciudadanía respecto de políticos y gerentes de empresas es porque lo que uno le confiere a ese tipo de autoridad es la representación de mis derechos. Por tanto, uno es menos exigente consigo mismo respecto de lo que les pide a quienes ha elegido o quienes se han erigido como los representantes de una idea más general, como líderes de opinión”.
Por lo mismo, añade el experto, el juicio moral es distinto. “En general lo que se exige es que sean mucho más consecuentes respecto de sus declaraciones que la práctica cotidiana de un individuo a quien la sociedad no lo ha hecho representante de una idea”.
Hay otro ejemplo de pregunta que bien grafica la vara distinta con que los encuestados analizan situaciones similares, pero para distintos tipos de personas, el de la puntualidad laboral. Al ser preguntadas las personas por cuán criticable consideran llegar tarde al trabajo de vez en cuando, 90% dijo que era “algo” o “muy” en el caso de los políticos, 79% en la situación de un empresario y 71% para un individuo corriente.
Rodrigo Larraín, sociólogo y académico de la U. Central, dice al respecto que “las personas les exigen más a las figuras de autoridad, aunque sea simbólica, como un deportista o periodistas con bastante aparición en los medios, y sobre todo, en general, a los políticos o autoridades de cualquier clase”. Y agrega que como en la actualidad se vive en una época en que la gente no cumple las normas con personas que sienten que pueden reinventar las reglas, la sociedad necesita que alguien tome decisiones, “pero que también sean intachables, que sean ejemplo de impecabilidad moral, sin ninguna clase de defecto. Por eso cuestiones que antes se toleraban hoy son tan inaceptables”.
Desde Criteria, Valdivieso detalla que el presente estudio pesquisó además que las mujeres, en general, son más críticas moralmente que los hombres en los ítems evaluados, donde también se incluyó el mantener relaciones fuera del matrimonio, apostar o jugar en casinos con frecuencia, o tener propiedades muy lujosas.
A las personas, a su vez, se les preguntó por su orientación política, y el director de la consultora señala que “al evaluar el comportamiento moral de las personas comunes y corrientes, vemos que las personas de izquierda tienden a ser más liberales que el resto y son más permisivas, por ejemplo, en el consumo de marihuana o en la relaciones extramaritales que las otras identidades políticas”, detalla. Por el contrario, dice que las personas de derecha son más permisivas con la ostentación y posesión de bienes lujosos que el resto. Por ejemplo, 53% y 72% de los de izquierda critican, respectivamente, el tener autos y propiedades muy lujosas, mientras que los de derecha llegan a 37% y 66%.
Valdivieso agrega, además, que las identidades de izquierda no son más críticas que las otras respecto de las conductas de los empresarios, “lo que pudiera ser contraintuitivo, pero está en línea con la revalorización del mercado y el empresariado”. Y suma que a diferencia de lo que pasaba durante el período del estallido social, “a los empresarios no se les exigen estándares morales mayores que al común de la población”.
En general, los expertos consultados coinciden que si las personas comunes son menos exigentes consigo que con los empresarios, esto a su vez se replica entre empresarios y políticos, con esos últimos en el escalón más alto de lo que se espera moralmente.
Desde la UdeC, Martínez dice que esto se puede explicar porque de los políticos electos por la ciudadanía, y que además tienen a su cargo los recursos del Estado, que son los más importantes, lo que se espera es que tengan “un estándar mucho más alto que los empresarios, que no son electos, y que están utilizando recursos propios”.
El estudio, a su vez, detectó que el nivel de crítica moral de las conductas aumenta en la medida en que aumenta la edad de los encuestados. Este patrón se vio de forma constante para la evaluación tanto de las personas comunes, los empresarios y los políticos.
Criteria, finalmente, también propone un ‘indicador moral’, calculado de 0 a 100 -estándar moral nulo a estándar moral absoluto- para distintos segmentos.
Y ahí la media del indicador se situó en 66 para las mujeres y 71 para los hombres; en 66 para menores de 40 años y 71 para mayores de esa edad; en 66 para grupos socioeconómicos medios altos y en 70 para medios bajos; así como en 66, 69 y 69 para personas políticamente identificadas de izquierda, centro y derecha, respectivamente.
“En general las diferentes identidades tienden a coincidir, si bien se mantiene una leve tendencia a que la derecha y los no identificados sean moralmente más restrictivos”, cierra Valdivieso.