Columna de Andrés Benítez: El atroz encanto de ser argentino
Por Andrés Benítez, economista
¿Cómo puede ser atroz un encanto?, se pregunta Marcos Aguinis, autor del libro que lleva el nombre de esta columna. Escrito en 2001, decía que “el nuestro es un país que está para salir de gira… Somos un espectáculo. Nuestros éxitos y fracasos eran motivo de extrañeza, podíamos provocar lágrimas y carcajadas. Asombro. También admiración, curiosidad y odio”.
Todo esto me vino a la mente a propósito del triunfo de Argentina en el Mundial, que no dejó indiferente a nadie. Porque la verdad es que los argentinos tienen esa característica: no saben pasar desapercibidos. Se saben hacer notar, con sus logros y fracasos. Y esa actitud encanta -son cancheros, tienen garra, no se achican-, pero también irrita -son farsantes, pillos-.
Para los chilenos, nuestros vecinos siempre han sido sujetos de amor y odio. Quizá porque somos lo contrario. Más tímidos y menos expresivos, nos sentimos intimidados por la forma como ellos ocupan los espacios. Por eso, nos encanta destacar sus defectos. Y cuando ganan algo importante, como ahora el Mundial, muchos no dudan en minimizarlo o recordarles que junto con ello tienen una inflación de 100 por ciento; que son corruptos; que eran ricos y hoy son pobres.
Pero quizá lo que más molesta, es que con todos sus problemas, ellos sí saben pasarlo bien. Son alegres y entusiastas. Los chilenos, por el contrario, somos sufridos . Basta ir a Buenos Aires para darse cuenta de ello. Hay una energía que sobrepasa todo, incluso los problemas, que no son pocos. Por el contrario, basta volver a Santiago para recibir una ola de pesimismo. Entonces, no se entiende: nos encanta decir que están peor que nosotros; pero lo pasamos peor que ellos.
La actitud argentina tiene efectos concretos. Porque sólo así uno puede conocer en Buenos Aires un nuevo restaurante, abierto en plena crisis, que supera con creces cualquier restaurante chileno. O recorrer la ciudad, que sigue estando cuidada y bella como siempre, versus el triste espectáculo del centro de Santiago. O hablar con un taxista y reírse de cómo se ríen y defienden a muerte a su país. Y con esa actitud es como también se ganan los mundiales.
Por eso y más, no es difícil caer en el encanto argentino. Y claro, es atroz, como dice Marcos Aguinis, porque junto con él están todas las contradicciones de un país que siempre parece estar en un hilo, casi desahuciado, pero que de golpe, te anota un gol y gana una Copa del Mundo. Eso sólo les pasa a ellos y por eso se los quiere y odia.