Columna de Francisca Melis: Fin del toque de queda, aliviando el temor a la estampida
Por Francisca Melis, psicóloga y jefa de la Unidad de Trastornos de Ansiedad de la Red de Salud UC CHRISTUS
Los cambios anunciados en el plan Paso a Paso han puesto término a 18 meses de restricciones, lo que evidentemente genera sentimientos encontrados donde coexisten la alegría de la apertura con el temor y la preocupación por los riesgos que pueda implicar. Estamos un poco sensibles a aquello que nos asusta: nos rodean amenazas de una enfermedad que puede darnos una muerte lenta y en soledad, cambios climáticos y sociales que cambian el marco que definía nuestra cotidianidad y el marco en que nos relacionamos colectivamente.
Tuvimos que hacer un gran esfuerzo de adaptarnos a condiciones que no conocíamos. A pesar de la apertura, lo que llegó para quedarse es la conciencia de la incertidumbre; que es parte de nuestra existencia y que hemos hecho grandes esfuerzos por controlar, reforzar e incluso negar.
Utilizar esa energía en sentirnos “seguros” para incorporar la incertidumbre puede darnos mejores recursos de adaptación. Adaptarnos a la incertidumbre nos da la tremenda oportunidad de buscar recursos más flexibles, recíprocos y respetuosos de las pausas, calidad de vida, la crianza de los hijos y la administración del tiempo. Dar valor al momento presente y repensar la sobrevalorización de la seguridad futura. Esto no significa desbocarse o ser irresponsable: los límites siempre son necesarios tanto para lo individual como lo colectivo.
Por otro lado, no habrá una sola forma de hacer las cosas en adelante: la administración del trabajo presencial, la posibilidad de volver a cuarentenas, la disposición a pasar largas horas en el transporte público, etc.
La vuelta tendrá sus dificultades, como vinos en el sketch de la televisión belga viralizado hace algunos días que muestra con humor el cambio en las rutinas diarias de las personas con el “retorno a la normalidad”. En ese video, una niña va a dejar a su padre asustadizo a su oficina, con los roles claramente invertidos. El padre no quiere volver a su antiguo trabajo, mientras que su hija lo convence respecto de recuperar la vida que tenía antes.
En esta nueva etapa es saludable tomarse un tiempo, porque restablecer hábitos puede necesitar un tiempo. Si esto se hace muy cuesta arriba, hay que pedir ayuda; también aprendimos a que no podemos hacer todo solos. En fin, vivimos una apertura no sólo de la libertad individual, sino de los mecanismos colectivos para acompañarnos en la incertidumbre.
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