Columna de Julio Burdman: Argentina, ¡Y ahora, qué?

Cristina Fernández


Por Julio Burdman, analista político argentino

La condena a Cristina Kirchner era esperable. Lo que sorprendió a la política argentina fue su anuncio de que no participará en las elecciones de 2023. El caso Lula nos recuerda que una condena de corrupción puede no ser el fin de una carrera política; de hecho, hasta puede ser un nuevo comienzo. Los seguidores de la Vicepresidenta, que creen en su inocencia y en la existencia de una conspiración en su contra, imaginaban ese destino para ella: una denuncia de persecución, la promesa de la vuelta, la épica de la resistencia. Muchos de ellos aún siguen soñando con ello, y no creen que la decisión de Cristina Kirchner sea definitiva.

Pero los cristinistas no son los únicos confundidos por la sentencia adversa. Toda la política argentina queda en situación de orfandad. Cristina Kirchner es la líder del oficialismo, la organizadora del Frente de Todos, y quien puso a Alberto Fernández en la Casa Rosada. Dada su centralidad, los oficialistas esperaban que ella fuera candidata presidencial, o que bendiga a alguien que la represente. Si ella no está, se abren múltiples escenarios para el peronismo.

También la oposición puede sentirse perdida sin CFK. La coalición Juntos por el Cambio es heterogénea, pero se une contra la Vicepresidenta. Si ella no está, cabe la misma pregunta: ¿se mantiene unida, o se divide? En los últimos meses, la sensación de que el cristinismo estaba acabado fomentó la lucha por el liderazgo opositor, y la condena refuerza el síndrome del ganador.

Finalmente, están las consecuencias del fallo para el sistema político. Hay quienes creen que estamos ante un punto de quiebre, un juicio que pone fin a la corrupción en Argentina. No comparto ese entusiasmo. El proceso contra CFK demostró dos cosas: que hubo corrupción en los proyectos de obra pública en el sur, y que el Poder Judicial puede ser un instrumento de las luchas por el poder. La sociedad no se unió detrás del juicio, ni queda la sensación de que estemos camino a un estado más transparente o una justicia más justa. Falta mucho aún.