Columna de Luke A. Nichter: Violencia política en Estados Unidos
Por Luke A. Nichter, académico de Historia y titular de la Cátedra James H. Cavanaugh de Estudios Presidenciales en la U. Chapman de Orange, California
La bala que fue disparada contra Donald Trump en un mitin de campaña en Butler (Pennsylvania) no se limitó solo al roce de su oreja derecha, provocando una dramática evacuación por parte del Servicio Secreto que se retransmitió en directo por televisión, sino que también hirió al Presidente Joe Biden.
Lo que pretendía impedir que Trump llegara de nuevo a la Casa Blanca podría hacer más por colocarlo en ese lugar que cualquier mitin que hubiera podido celebrar. Fue simbólico que el intento de asesinato tuviera lugar en el oeste de Pennsylvania, donde comenzó la campaña de Trump en 2016, que es el hogar mayoritariamente de votantes de clase trabajadora y media, que el expresidente ha hecho el centro de su carrera política. Fielmente conservador, aunque no siempre fielmente republicano, en 1968 era un lugar en el que también era popular el exgobernador segregacionista de Alabama George Wallace.
De todas las similitudes entre 1968 y 2024, la falta de violencia política este año había sido uno de los aspectos clave en los que los años divergen. Eso ya no es así.
En 1968, el asesinato de Martin Luther King Jr., un poderoso símbolo de la no violencia, sacudió a la comunidad afroamericana. El asesinato del senador Robert Kennedy, cuya campaña empezaba a despuntar, conmocionó a la clase política. El asesinato presidencial más famoso de la historia moderna de Estados Unidos fue el de John F. Kennedy, en 1963. El atentado más reciente fue el de Ronald Reagan, en 1981. Gerald Ford también sufrió dos intentos en 1975, con semanas de diferencia. Aparte de Robert Kennedy en 1968, sólo ha habido un atentado contra un candidato presidencial. También George Wallace en 1972, que sobrevivió, pero el atentado puso fin a su campaña presidencial y lo confinó a una silla de ruedas el resto de su vida. El dolor crónico con el que Wallace vivió a consecuencia de sus heridas le inspiró un crecimiento personal: una empatía por quienes sufrían por los derechos civiles.
De todos ellos, el intento de asesinato de Trump fue lo que menos contribuyó a poner fin a su campaña y quizá lo que más la vigorizó. Aunque la campaña de 2024 está lejos de terminar, ya se ha unido al panteón de estos otros años sísmicos.
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