“Yo no he hecho nada”, insistía la mañana del miércoles 28 de diciembre Domingo Elías Jalil Allel (63) al momento de ser detenido por detectives de la Brigada Investigadora del Crimen Organizado (Brico) de la PDI a las afueras de su domicilio, en la comuna de Las Condes. Llevaba meses siendo vigilado por funcionarios policiales y su teléfono estaba intervenido, pues había indicios claros de que estaba vinculado a delitos reiterados de tráfico de fuegos artificiales y asociación ilícita.

La investigación en su contra lo posicionó como el presunto líder de la banda que más pirotecnia ha internado al país los últimos años, por lo que fue apodado “el Sultán del Artificio”.

Pero sentado en el living de su casa junto a los efectivos que llegaron a aprehenderlo ese día, el hombre de 63 años sólo repetía que era “un simple empresario” y que nada malo había hecho.

Su postura cambió, eso sí, cuando uno de los oficiales presentes le relató parte de los antecedentes que ya estaban en manos de la Fiscalía Metropolitana Occidente y que daban cuenta de su participación en los mencionados ilícitos. “Mis pastillas”, dijo ante los detectives, manifestando una descompensación de salud, al tiempo que preguntó si lo que se le venía “era muy duro”.

“Sí”, le sinceró otro de los policías. Tanto en los pasillos de la PDI como en los de la fiscalía se comentaba que Jalil llevaba más de 40 años en ese rubro, pero dado que desde inicios de 2021 el tráfico de fuegos artificiales está tipificado como delito en el marco de la ley de armas, esta sería su salida de circulación.

Este sábado el comerciante cumple un mes privado de libertad, ya que tras la formalización de los cargos -diligencia realizada el 29 y 30 de diciembre- quedó en prisión preventiva en el anexo cárcel Capitán Yáber.

El origen

Para la Policía de Investigaciones, Domingo Jalil era un hombre conocido. Además de sus antecedentes como comerciante de productos ilegales, pública fue su formalización en el marco del denominado Caso Relojes, donde la Fiscalía Occidente investiga una red de chilenos dedicados al robo de artículos de lujo en países de Europa y América del Norte.

Pero en esta oportunidad su caída comenzó a trazarse tras una solicitud que se hiciera desde La Moneda para dar seguimiento a “narcofunerales” y a una serie de eventos deportivos que tenían como denominador común la detonación de pirotecnia.

Fue de esta manera que el 27 de abril de 2021 detectives incautaron en San Bernardo el primer cargamento de fuegos artificiales que más tarde se asociaría a la banda encabezada por Jalil. Desde ese hecho comenzaron a delinear la estructura de la organización y a definir diligencias para dar con proveedores y distribuidores.

Dando seguimiento a los primeros imputados, el 3 de septiembre del mismo año la Brigada de Investigación Criminal Independencia identificó como blanco relevante a Jimmy Ortiz (39), quien tenía en su poder más de siete toneladas de artificio. Pero como este no estaba interesado en caer solo, declaró, desencadenando el principio del fin de la organización de “El Sultán”.

“Lo primero que quiero decir es que esos artificios eran de don Jalil. Yo nunca he llegado a él. Por intermedio de otra persona llegué a él, por intermedio del ‘Negro’, que es el socio de él. No tengo idea de cómo se llama, ellos dos hacen negocios juntos”, fue lo primero que Ortiz dijo el 14 de octubre de 2021.

Eso no fue todo. Con miras a colaborar en la indagación y eventualmente recibir algún beneficio, el hombre entregó las primeras luces de cómo operaba la banda.

“Al llegar esos fuegos artificiales, ‘El Negro Mauri’ me llamó para juntarme con él, hace unos tres meses más o menos. Me junté con él, me pasaron esa mercadería sin yo pasar ningún peso. No sé de la procedencia de esa mercadería. Ellos llegaron en un camión con ella. No recuerdo placa patente, era un camión blanco cerrado. Llegó un fletero del ‘Negro’. Ellos me pasaban a un precio la mercadería y yo la vendía a otro precio. Era para ganarme una comisión. A mí se me acercaron personas, pero contactos no tenía. Yo le vendí a una persona y seguro esa persona corrió la voz”, manifestó en esa misma oportunidad, lo que activó de inmediato nuevas acciones por parte de los investigadores, quienes identificaron a los comerciantes mencionados por Ortiz y les interceptaron sus teléfonos.

La estructura criminal

Con el testimonio del mencionado imputado, para fiscales y detectives involucrados en la indagación se hizo evidente que estaban ante una verdadera estructura criminal y que posiblemente “don Jalil”, como lo llamó Jimmy Ortiz, era el mandamás.

Eso pudieron despejarlo mediante escuchas telefónicas, pues a través de diferentes conversaciones establecieron que el que daba las instrucciones era el comerciante de 63 años y que efectivamente su mano derecha era “El Negro Mauri”, José Mauricio Guajardo Gutiérrez (45).

Todos con quienes se comunicaba, como arrojaron las interceptaciones, lo trataban de “don Domingo” y, además, en varias de las conversaciones que sostiene se advierten claras instrucciones a sus subordinados, como que no pueden recibir cheques, sólo efectivo.

Mediante los seguimientos, además, se identificó que tenían como “centro de operaciones” un recinto ubicado en el barrio Meiggs y varias bodegas de acopio en distintas comunas de la capital.

También, establecieron que muchas de las entregas que estos dos sujetos coordinaban se hacían por medio de la empresa “Súper Limpio”, la cual los detectives descubrieron era una fachada y estaba a nombre de Guajardo Gutiérrez.

Asimismo, las conversaciones telefónicas que ambos mantenían permitieron evidenciar que había otras personas involucradas con roles definidos. Entre ellos, Mercy Adelaida y Karina Guajardo (hija del “Negro Mauri”) operaban como secretarias y ayudantes, mientras que Wenter Theze, Luis Pineda, Liliana Meza y Ricardo Pino aparecen como “colaboradores”.

Según datos de la investigación, además, tanto Jalil como Guajardo mantenían relación con una serie de distribuidores: Fabián Fuentes, Carlos Fernández, Jimmy Ortiz, Emanuel Díaz, Cristián Cabral y Víctor Soto.

De ellos, un nombre que resulta llamativo para los investigadores es el de Díaz, ya que es uno de los involucrados en la investigación del homicidio de Francisca Sandoval, comunicadora de Señal 3 de La Victoria que fue herida por un disparo mientras cubría las manifestaciones que se realizaban en el marco del Día del Trabajador.

Esas conexiones, más los vínculos que se fijaron con barras bravas y otros actores son los que destacan conocedores de la investigación, pues darían cuenta de la peligrosidad del principal imputado.

Domingo Jalil es el verdadero líder del tráfico de fuegos artificiales a nivel nacional. Estaba asentado en el barrio Meiggs y gracias al poder económico que tenía y su trayectoria en delitos de contrabando, se posicionó en un lugar de respeto. El resto de los comerciantes del sector sabían de su poder”, comentó a La Tercera el comisario Franco Araos.

Para él, la caída de Jalil fue un verdadero golpe, pues, como subrayó, “el material que ingresaba de manera irregular terminaba en manos de sujetos extremadamente violentos que trabajan de manera informal en los toldos azules, con barras bravas y narcotraficantes”.