El despertar de los pacientes con Covid-19 es difícil. De los más complejos que se han visto en las UCI. Las prolongadas estadías con soporte ventilatorio y medicamentos que actúan en el sistema nervioso - sumado al cuadro clínico propio de la infección- tienen como efecto una serie de alteraciones que se suceden desde que los enfermos abren los ojos.

Normalmente, deliran. Experimentan estrés postraumático. Y en términos físicos, especialmente los casos de larga hospitalización, se encuentran incapacitados de hablar o moverse. Algunos, incluso, deben aprender a tragar su propia saliva.

“Las secuelas son muchas y muy variadas, porque el Covid-19 es una enfermedad multisistémica que afecta a varios órganos, lo que implica alto riesgo de que algunos o todos queden secuelados, aunque lo que más vemos es la parte respiratoria”, dice Víctor Silveira, jefe de la Unidad de Pacientes Críticos Adultos del Hospital Metropolitano.

Lo que viene tras el respirador mecánico, para la mayoría de los pacientes, es un largo camino. Algunos -muy pocos- y particularmente los de estadía breve, enfrentan secuelas menos graves, que de todos modos requerirán varias semanas de trabajo y un equipo multidisciplinario de profesionales para recuperar plenamente su funcionalidad. Pero los casos promedio y más complejos -en quienes la internación supera 10 días y ha llegado a 90- demandan rehabilitación integral, que podría extenderse por meses o incluso años.

Han perdido masa muscular, tienen una grave disminución de peso, deben aprender a comer, a caminar y recuperar su fuerza, así como sus facultades cognitivas, que también se ven afectadas. Lidian, además, con cuadros ansiosos, depresivos y trastornos de sueño.

“Uno ve todo eso y ya no sabe qué es más grave. Si el cuadro agudo del Covid-19 o todas las complicaciones que vienen después”, agrega Silveira.

El departamento de Rehabilitación del Ministerio de Salud, considerando las cifras de contagios hasta mayo, proyecta que un 7,5% de los infectados “quedaría con alguna alteración que la haría requerir servicios de rehabilitación”. Esto se traduce en al menos 84.660 personas que necesitan atenciones ambulatorias -que se resuelven en los consultorios- o en la red hospitalaria.

Las máquinas de rehabilitación física son parte clave de la terapia para recuperar tono muscular perdido en las largas hospitalizaciones en las unidades críticas. Foto: Andrés Pérez

Isabel Iduya, subdirectora médica del Hospital Clínico Magallanes, fue un caso grave de Covid-19: “Estuve con sicólogo porque no me atrevía a salir de la casa. Usé un burrito hasta volver a caminar y tuve que hacer ejercicios, incluso en las manos para poder escribir, porque se pierde motricidad fina. Tras un año y medio ya no tengo nada, pero tengo colegas secuelados”.

Tras su experiencia, la internista implementó una unidad de rehabilitación de pacientes, para abordar integralmente la recuperación con apoyo de kinesiólogos, terapeutas ocupacionales, fonoaudiólogos y sicólogos.

Elizabeth Flores es la fisiatra del programa en los hospitales de Magallanes y Puerto Natales: “Son pacientes de mucha complejidad, unos con dolor, otros con problemas cognitivos, de memoria, de ánimo o con dificultades de movilidad de las extremidades superior o inferior”. Añade que están atendiendo a 50 pacientes y que han detectado que algunos, que no eran graves, manifestaban alteraciones tardías. “Todo paciente que ha llegado con alguna secuela física sí o sí tiene un trastorno emocional, angustias, miedos a enfermarse o morir. Eso nos llevó a agregar a una psicóloga”. La fisiatra detalla que el programa es intenso “vienen dos o tres veces a la semana, al menos con dos o tres profesionales y muchos están tres horas en el hospital”.

Pablo Iriarte, fisiatra de la Unidad de Medicina Física y Rehabilitación del Hospital Barros Luco, cuenta que, en general, “al menos el 50% de los hospitalizados requiere rehabilitación y que en los pacientes UCI más del 90% va a requerir el tratamiento estando internado y después del alta”.

Frente a este escenario, Carolina Rivera, presidenta de la Sociedad Chilena de Medicina y Rehabilitación, dice que “los que sabíamos de rehabilitación vimos que esto venía, pero los esfuerzos estaban centrados en otras cosas, y es entendible”. Rivera sostiene que es necesario fortalecer los equipos intrahospitalarios y asegurar una continuidad de la atención que incluya rehabilitación con cobertura y financiamiento por 24 meses. “El Covid-19 está en esta categoría de gran discapacidad. No queremos decir que a todos los pacientes lo vamos a ver dos años, pero sí que deberían estar protegidos ese tiempo”.

Desde el Hospital Metropolitano, donde se rehabilitan 22 pacientes, Silveira coincide. “Ya aprendimos a manejar el Covid-19, ahora tenemos que abordar las secuelas y el enfoque debe estar direccionado en crear unidades de rehabilitación en todos los recintos”.

En ese contexto, el gobierno anunció un proyecto de ley con un fondo especial de US$ 2 mil millones para financiar este y otros requerimientos de la pandemia