Es uno de los filósofos e intelectuales europeos más relevantes de la actualidad. Catedrático de filosofía política y social, Daniel Innerarity es investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco y director del Instituto de Gobernanza Democrática. Sus múltiples libros han recibido atención, premios y reconocimientos: La democracia del conocimiento (premio Euskadi de Ensayo 2012), La sociedad invisible (Premio Espasa de Ensayo 2004), La transformación de la política (Premio de Ensayo Miguel de Unamuno y Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Ensayo 2003), Ética de la hospitalidad (Premio de la Sociedad Alpina de Filosofía 2011 al mejor libro de filosofía en lengua francesa), y Política para perplejos (Premio Euskadi de ensayo 2019), entre otros.
Como columnista también posee una trayectoria reconocida, tanto en El País como en El Correo/Diario Vasco y La Vanguardia. En 2004, la revista francesa Le Nouvel Observateur incluyó a Daniel Innerarity entre los 25 grandes pensadores del mundo, al lado de figuras como Martha Nussbaum o Nestor Garcia Canclini.
En esta entrevista con La Tercera -realizada a través de un cuestionario vía email- ahonda sobre aquello que está cambiando en este mundo pandémico, y también opina del proceso chileno, que sigue con interés. Esta semana dictó, de hecho, una conferencia en nuestro país, para el Consejo para la Transparencia, sobre “Democracia y Transparencia para el futuro de Chile”.
El filósofo bilbaíno ha reflexionado a fondo sobre la pandemia: el año pasado publicó justamente Pandemocracia, donde establece que el Covid es el fin de un tipo mundo. “El coronavirus acabó con la ilusión de un mundo de sujetos invulnerables y autosuficientes. Presagio que los nuevos debates girarán en torno a qué forma hemos de darle para responder adecuadamente a las nuevas exigencias de protección e interdependencia. Pero no pensemos en una especie de sustitución mágica, sino más bien en una toma de conciencia que se va abriendo paso, nuevos debates y agendas, sin que el acierto esté garantizado”, explica.
A un año de publicar su libro Pandemocracia ¿Cómo visualiza el mundo en medio del Covid?
Inmerso en un debate de enormes proporciones, con muchas más incertidumbres de las que estábamos acostumbrados a gestionar y con la necesidad de reparar el barco sin la comodidad de disponer de un puerto seguro, en medio de la travesía.
La “guerra de las vacunas”, la “diplomacia” de las vacunas, etc, ¿no revela que el mundo sigue con la misma lógica de antes del Covid?
Revela que el mundo seguirá jugando al juego del interés particular al mismo tiempo que se adentra en escenarios para los que ese juego es una manifestación de torpeza. La condición humana es así. Pero si comparamos la respuesta a la crisis económica de 2008 y la actual, constataremos que se han realizado algunos aprendizajes, insuficientes seguramente, como el programa Covax de globalización de las vacunas o los fondos de recuperación europeos que implican una cierta mancomunidad de la deuda, algo impensable hace 10 años.
¿Cuáles son las mayores vulnerabilidades que la pandemia ha mostrado, a nivel global y de cada región?
Fundamentalmente la falta de previsión ante una crisis que nos ha sorprendido en su virulencia, pero que había sido anunciada y se añade a una larga sucesión de crisis, algo que para mi se retrotrae a la de Chernobyl, porque en los 80 vivía en Alemania y fue mi primera gran experiencia de que las fronteras son irrelevantes para cierto tipo de catástrofes.
¿Cómo está saliendo adelante la democracia en esta circunstancia? ¿Hay una arremetida autoritaria?
Ha habido “coronadictaduras” como Hungría, que han aprovechado la crisis para dotar a sus ejecutivos de prerrogativas a las que seguramente no querrán renunciar. Todavía estamos todos bajo la tentación de que los sistemas políticos autoritarios son más eficaces y pueden hacer políticas más a largo plazo, mientras que las democracias liberales están condicionadas por el electoralismo cortoplacista. En esta batalla es fundamental que la gente compruebe con sus propios ojos: no solo que no hay incompatibilidad entre efectividad ydemocracia, sino que las democracias son sistemas más inteligentes, también en momentos de crisis.
Usted dice “la democracia es más inteligente”, pero ¿tiene las herramientas para combatir su crisis de legitimidad en muchos países?
La democracia tiene que ganarse la legitimidad en dos terrenos que a veces parecen reñidos: el de la participación y el de la efectividad, pero si lo consigue obtiene una estabilidad mayor que cualquier otro sistema político.
“El populismo ha perdido terreno porque la pandemia ha revalorizado tres cosas que el populismo desdeña: el saber experto, el liderazgo compartido y la idea de comunidad global. Es una batalla que no ha terminado y nos lo jugaremos todo en el modo cómo se resuelva la enorme crisis social y política que viene ya a continuación”.
Daniel Innerarity
¿Cómo fortalecer la democracia en estos contextos de deterioro del debate público y polarización? En ese sentido, ¿cuál es la importancia de la transparencia?
La transparencia es un valor porque permite a la gente hacerse cargo y entender lo que está en juego, pero no significa que la política deba convertirse en un espectáculo visual en el que se nos van transmitiendo en directo todas las minucias de los personajes que lo habitan. Lo importante es que la política sea comprensible para todos, no que sea un reality show.
¿El populismo ha ganado o perdido terreno con la pandemia y por qué? ¿Cómo define usted el populismo y qué es común a sus múltiples versiones? ¿Cómo puede combatirse?
Ha perdido terreno porque la pandemia ha revalorizado tres cosas que el populismo desdeña: el saber experto, el liderazgo compartido y la idea de comunidad global. Es una batalla que no ha terminado y nos lo jugaremos todo en el modo cómo se resuelva la enorme crisis social y política que viene ya a continuación. Si lo hacemos mal, puede haber una segunda oportunidad para él, alimentado por una rabia social para la que el populismo no representa ninguna solución verdadera pero sí una salida emocional.
La lucidez y la generosidad
Usted ha dicho que la globalización no tenía instrumentos de protección ¿Cómo evolucionará, a su juicio, o cómo espera que lo haga?
Tenemos que volver a identificar qué nivel institucional es más adecuado para gestionar los diferentes tipos de riesgos. Para algunos se ha puesto de manifiesto que necesitamos, por así decirlo, más globalización, como el caso de la ciencia y las instituciones sanitarias globales; para otros riesgos parece conveniente transitar hacia modelos de ciudad, de suministros y ayudas a nivel más cercano.
Las críticas a la globalización tienen que ver con su énfasis económico y no político o, en este caso, sanitario. ¿Por qué es urgente a su juicio ir hacia una gobernanza más global?
En el caso de Europa, hemos dado una respuesta más acorde con la idea de integración que la que dimos a la anterior crisis económica y no me cabe ninguna duda que habrá más transferencia de soberanía en algunos ámbitos, inicialmente todos aquellos que tienen que ver con la gestión de riesgos sanitarios, con instrumentos de análisis y protección a nivel continental. Desde el punto de vista global, ya hay una gran discusión acerca del papel de instituciones como la OMS. La idea fundamental es que un mundo afectado por las mismas amenazas tiene que ser un mundo que las afronte de una manera más integrada. No es una cuestión tanto de solidaridad como de inteligencia: ayudar a otros cuando yo dependo de esos otros.
Las crisis tienen un punto común, asegura usted: la interacción. Siendo así, ¿cómo se superan, si finalmente nadie es “el” responsable”?
Mi interpretación de las crisis que llamamos complejas es que no se deben a la inoperancia o maldad de un único actor responsable, sino a la superposición o encadenamiento de múltiples errores a lo largo de la cadena que configura eso que caracterizamos como mundo interconectado. Que no haya un punto de Arquímedes no significa que no haya responsabilidad, sino que esta se encuentra más repartida, o que no sea posible liderar respuestas, que deberán ser más cooperativas.
¿Cómo evolucionar hacia sociedades menos competitivas y más cooperativas?
No espero ese cambio de la generosidad sino de la lucidez: estamos ante problemas que en buena medida se han salido del esquema de los juegos de suma cero. El ejemplo del virus es muy significativo a este respecto: estamos en un mundo contagioso, en el que nadie está suficientemente protegido mientras no estén todos a salvo. Los problemas más importantes y complejos de la humanidad afectan universalmente y no pueden ser gestionados más que cooperativamente, mediante instituciones que representen una mayor integración.
Ha escrito de que hay que sacarle al debate político esa aura de superioridad moral, tanto de izquierda como de derecha. ¿Cómo se logra? ¿Y es que acaso no hay temas que son de debate ético?
La democracia se basa en la idea de que la diferencia de valores no significa necesariamente una diferencia moral. Que en una sociedad pluralista nuestras escalas de valores no coincidan no significa que una de ellas sea moralmente superior. Introduciría aquí la distinción entre mejor y superior. Cada uno de nosotros está convencido (qué casualidad, “cada uno”) de que tiene los mejores valores, la mejor versión de la justicia o la libertad, por ejemplo, pero eso no significa que quien tenga una idea distinta de la justicia o la libertad haya de ser considerado como alguien que desprecia la justicia o la libertad. Que yo esté convencido de mis planteamientos no tendría por qué llevar a la descalificación moral de quien vea las cosas de otra manera.
Escribió en una columna: “Los precipitados celebradores de la atopia digital tienden a olvidar que mientras los lugares comunes y públicos nos igualan, los lugares propios nos hacen más desiguales”. ¿Espera que por ello venga (post Covid) una política urbana y educacional más fuerte?
No hay ningún aspecto de nuestra vida que no haya sufrido una fuerte sacudida con esta crisis, desde la intimidad hasta las instituciones globales. Y esos dos temas son de los más afectados.
¿Cuánto y cómo valoraremos la presencialidad cuando se retorne a lo que sea la “normalidad”?
Volveremos a negociar el reparto entre presencialidad y virtualidad. No sé cómo quedará la proporción adecuada entre ambas, pero nos podría ayudar pensar que para el intercambio de información el lugar es irrelevante, mientras que para las experiencias de aprendizaje la presencia es de la mayor importancia. Preguntémonos si lo que queremos es meramente intercambiar información o realizar una experiencia de aprendizaje y ya tendremos pistas acerca de qué tipo de presencia es necesaria.
“Cada país tiene sus peculiaridades, y las experiencias solo se pueden trasplantar de un sitio a otro en una medida muy pequeña. Veo con ilusión el proceso que ha emprendido Chile, le deseo el mejor de los éxitos y le envidio un poco porque tiene lugar en un momento especialmente interesante de la historia de la humanidad”.
Daniel Innerarity
Como filósofo, ¿cómo ha vivido este tiempo? ¿Cuál es su mayor temor y su mayor esperanza?
Como filósofo me preocupa que no hagamos los diagnósticos adecuados, que no procedamos a la renovación conceptual que la crisis nos está reclamando. Y mi mayor esperanza es que hagamos descubrimientos significativos, que aprendamos.
Dicen algunos que la política chilena sigue de atrás a la española... ¿Lecciones que debamos intentar aplicar para no equivocarnos, sobre todo ahora que tenemos por delante una nueva Constitución y la renovación de casi todas las autoridades políticas?
Cada país tiene sus peculiaridades, y las experiencias solo se pueden trasplantar de un sitio a otro en una medida muy pequeña. Veo con ilusión el proceso que ha emprendido ese querido país, le deseo el mejor de los éxitos y le envidio un poco porque tiene lugar en un momento especialmente interesante de la historia de la humanidad, en el que han caído ciertos lugares comunes y se abren nuevas oportunidades. El mundo digital, la lucha de las mujeres, la conciencia ecológica… ahora son cuestiones que están en la agenda con pleno derecho y que apenas estaban en ella cuando se pudieron en marcha otros procesos constituyentes.
En Chile redactaremos la nueva Constitución de manera paritaria, por primera vez en la historia ¿Por qué la democracia paritaria es relevante para la sociedad?
La paridad debe fundarse en un mero hecho sociológico (que ellas constituyen, aproximadamente, el 50% de la población, mientras que sistemáticamente hay un porcentaje menor de mujeres en los puestos de responsabilidad política) y no en una supuesta cualidad esencial. Las mujeres no están más cerca a la gente sino, por desgracia, más alejadas de la política. La paridad habría cumplido su objetivo cuando la actividad política de las mujeres dejara de ser algo específico y grupal. Cuando las mujeres hacen política “de mujeres”, desarrollando unos supuestos atributos de la feminidad (cercanía, humanidad, sentido común, inclinación hacia el cuidado y la protección, sensibilidad por lo particular…) que son precisamente los que las han recluido en la privacidad, contribuyen involuntariamente a que se las expulse del espacio público. La renovación de la política no va a venir de que las mujeres hagan una política femenina sino de la equidad efectiva. La paridad es necesaria para corregir una disfuncionalidad que dificulta la presencia de las mujeres en política, pero no para que las mujeres hagan, en tanto que tales, otra política que debería ser necesariamente más cercana y humana.