Han transcurrido casi ocho meses desde el ataque de Hamas en Gaza y la posterior respuesta de Israel en el territorio, que hasta hoy mantiene vivo un conflicto arrastrado por décadas. Tan vivo que hace pocos días una acción militar de Israel en Rafah puso de nuevo los ojos del mundo en la ciudad al sur de Gaza y que a kilómetros de distancia fue observada por Diego Khamis, director ejecutivo de la Comunidad Palestina de Chile, una de las más numerosas del planeta.
Desde su posición ha coordinado algunas campañas de ayuda, las que, asegura, han tenido éxito debido a la cercanía que se siente en el país por Palestina. “En Chile no debe haber ningún chileno que no conozca a alguien con ascendencia palestina”.
¿Cómo se ha involucrado la comunidad palestina en Chile en el conflicto?
Con diversas campañas de ayudas, una de la comunidad y otra bien grande que se llama Franja de Luz, organizada por Fundación Belen 2000, que es parte de la comunidad. Y a todas les ha ido bien. Ocurre que hay a lo menos 500.000 chilenos de origen palestino, o personas que están allá. Y, más allá de eso, cualquiera igual se afecta por las imágenes.
¿Y cómo canalizan las ayudas?
Destinamos las ayuda a un hospital en Beit Jala, nos pidió ayuda el Hospital Bautista Al-Ahli y después de que fue bombardeada mandamos ayuda para una iglesia ortodoxa. Pidieron ayuda con agua. Y Belen 2000 ha enviado cajas con alimentos, pero además otra organización, Médicos por Palestina, envió insumos y también se ha ayudado a una fundación que tiene una campaña en ayuda de niños huérfanos en Gaza.
¿Cómo se coordina todo?
La ayuda a los hospitales fue directa. Nos contactaron y ayudamos directamente. En Beit Jala hay mucho chileno y el Hospital Bautista Al-Ahlil lo maneja la iglesia anglicana y ellos nos contactaron. Por otro lado, en una iglesia católica en Gaza el cura es argentino y nos contactó, y con varias otras entidades tenemos años de organización.
¿Ha viajado gente desde Chile?
Conozco poca gente que ha viajado, hay miedo de deportaciones, más en este contexto. Los que sí lo han hecho son los que tienen pasaporte palestino.
¿Y de allá hacia acá?
Muchos se han venido, pero también hay algunos que han quedado separados. Hay una chilena casada con un palestino y tienen hijos con pasaporte chileno, pero el marido no lo tiene, entonces se vino ella con los hijos.
¿Cómo ha visto que la ciudadanía chilena ha tomado el conflicto?
Ha habido un gran interés y en general diría que un apoyo bastante claro, hay encuestas sobre esto. La solidaridad es amplia y transversal, uno lo siente. El factor de la comunidad que hay acá es relevante, porque en Chile no debe haber chileno que no conozca a alguien con ascendencia palestina. El conflicto puede ser lejano geográficamente, pero es cercano en términos personales. Acá hay más conocimiento del conflicto que en otros países por la cantidad de chilenos de origen palestino.
¿Ve que se han dado tensiones?
No veo que haya habido un quiebre fuerte en la sociedad chilena. Por el contrario: hay una posición histórica de Chile como Estado y esa es la del respeto y promoción de los derechos humanos. Todos los gobiernos lo han seguido y no creo que este gobierno haya actuado de manera diferente en acciones marcadas con esa política de Estado transversal a todos los gobiernos. Y eso se traspasa a la sociedad civil en general. La gente cree en el establecimiento de un estado palestino y una solución justa de los refugiados.
¿Y las comunidades?
No creo que en Chile existan problemas entre chilenos de origen palestino y quienes profezan la fe judía. Hay relaciones históricas, amistades y negocios, y eso se ha mantenido, somos todos orgullosamente chilenos. Lo que sí veo es algo más a nivel institucional. Nos dolía mucho que la comunidad judía no haya tenido una palabra de crítica, pero esta semana emitió una declaración que decía que lamentaba lo de Rafah, aunque aún falta.
¿Y qué opina de que en contextos académicos se hayan comenzado a pedir romper relaciones con instituciones de Israel?
Hay un tema de malinterpretación: no piden romper vínculos con universidades de Israel en general, lo que se pide es con las implicadas en el conflicto. No solo apoyamos eso, porque para la U. Católica o la U. de Chile no creo que sea acorde con sus valores mantener vínculos con instituciones que sí están involucradas. Un ejemplo: no creo que a alguna universidad hoy le enorgullezca haber tenido relaciones en algún momento con universidades sudafricanas que promovieron el apartheid. Si uno mira el conflicto en perspectiva, hay un estado al margen de la legalidad y un pueblo al que se la han vulnerado derechos. Y la única manera de encontrar paz justa y duradera es que los estados y la sociedad civil tomen acciones para presionar.