Las cifras del Departamento de Estadísticas e Información del Ministerio de Salud han revelado un nuevo efecto de la pandemia en el país: en el último año los controles del Ciclo Vital, programa estatal para vigilar la salud de los menores de hasta seis años, cayeron a la mitad.
El plan hace un seguimiento a los niños desde el momento en que nacen, con controles periódicos a cargo de médicos enfermeras y matronas. Luego se incorporan, dependiendo de la edad y la necesidad, un equipo multidisciplinario formado por nutricionistas, fonoaudiólogos, dentistas, terapeutas ocupacionales, sicólogos y kinesiólogos, entre otros, con el objetivo de apoyar y acompañar un crecimiento saludable.
Pero las cifras del Minsal muestran que mientras en 2019 se realizaron 1.726.624 controles, el año pasado fueron solo 845.813 a nivel nacional, es decir, un 51% menos.
“Es una situación alarmante y un importante llamado de atención”, advierte Claudio Castillo, académico en Salud Pública de la Usach, quien destaca que la baja en los controles es más compleja aún en el sector público, “porque ahí se atiende a la población de mayor vulnerabilidad. Y los controles no solo son relevantes para el seguimiento y monitoreo del desarrollo físico, sino también sicosocial. Es ahí donde se detectan problemas como la desnutrición, retrasos en el desarrollo o si el menor es víctima de violencia”.
Humberto Soriano, pediatra de la Red UC y expresidente de la Sociedad Chilena de Pediatría coincide: “Es gravísimo. Los pediatras sabemos lo esencial que es este control, porque vamos detectando enfermedades, temas de crecimiento o alteraciones. Este programa ha sido el gran pilar de la disminución de la mortalidad infantil en Chile”.
Para Helia Molina, exministra de Salud, “es muy grave que una importante proporción de controles no se hayan hecho”. Y dice que el programa Chile Crece Contigo, en el cual se insertan los controles de salud de los más pequeños, “es un sustento de protección social y prácticamente no se ha podido implementar en la pandemia”, lo que choca directamente con el objetivo de que “todos los niños tengan el derecho a lograr su óptimo potencial de desarrollo en lo biológico, sicológico, cognitivo y social”.
Y es que para los expertos esa es justamente la gran virtud de este programa, por lo que vislumbran el daño que podría acarrear la fuerte baja en los controles.
“Si se hacen intervenciones adecuadas, uno puede corregir trayectorias de vida. Hay muchos estudios que dicen que no atender a niños puede marcar un retraso en el crecimiento, pero que también tiene efecto a futuro en lo educacional y laboral”, dice Castillo.
El académico entrega un ejemplo con los casos de rezago o retraso en niños que son detectados en estos controles: “Cuando se detectan oportunamente, y se derivan a una modalidad de estimulación, tres de cada cuatro niños recuperan su desarrollo normal, y eso con la pandemia no está ocurriendo”.
En ese sentido, Soriano asegura que al saltarse estos controles hay “cosas que podrían empezar a detectarse tarde, como cánceres”. Y dice que, de hecho, algunas alteraciones que no se diagnostican a tiempo tienen menos probabilidades de ser recuperadas.
“Consecuencias habrá”, asegura tajante Molina. Y añade: “Tienen que ver con el retraso en el desarrollo y los diagnósticos tardíos”, además de que “muchos niños con enfermedades crónicas renales, cardíacas, neurológicas, con trastornos del desarrollo o déficit atencional se verán afectados por tener menos controles y probablemente habrá muchas descompensaciones”.
Por eso, añade la exministra, “hay que pensar en políticas de mitigación del daño, sobre todo en las poblaciones más vulnerables”, más aún considerando que, a su juicio, también existe déficit por el cierre de salas cunas y jardines infantiles: “Eso, junto al estrés del hogar, es la tormenta perfecta y habrá que evaluar seriamente las consecuencias y tener un plan de acción para recomponer las oportunidades”.
Pero ¿por qué los adultos han dejado de llevar a sus hijos a los controles del Ciclo Vital? “Es multifactorial: incide la disponibilidad de los servicios de salud, las familias no tienen cómo acudir, también hay reasignaciones de las tareas de los funcionarios de la Atención Primaria y se priorizan tareas asociadas a adultos”, expone Castillo, quien agrega que también ve un temor en la población de exponer al niño afuera de las casas.
En ese sentido, también cuenta que en un estudio realizado por las universidades de Santiago y de Tulane para medir el impacto en los servicios de salud de la mujer, la niñez y la adolescencia, se detectó que al 54,4% de los encuestados chilenos le habían suspendido o reducido parcialmente los controles de salud. “Después de 13 años esto significa un gran retroceso en políticas de infancia en el país. Se ha producido una invisibilización de los niños. Todo está pensado y enfocado a los adultos y no a niños y niñas, cuya falta de atención va a repercutir el resto de sus vidas”.
Helia Molina, en tanto, señala que “el Covid ocupó los espacios de todos los programas y además hay temor de ir al consultorio por miedo al contagio”, por lo que a pesar de que los equipos de salud “han hecho lo mejor que han podido”, a su vez también “era imposible mantener controles y calidad de estos”.
Justamente, desde el Ministerio de Salud alertan que la pandemia es una situación excepcional y que “ha implicado redireccionar los esfuerzos del sector salud hacia acciones dirigidas a hacer frente a la situación de emergencia”. Por eso, creen, la disminución observada en los controles de salud es una situación multifactorial y dinámica.
“Es necesario considerar que la Atención Primaria de Salud ha cumplido un rol clave en la estrategia de testeo y trazabilidad, atenciones de urgencias, visitas domiciliarias, vacunación contra el Covid-19, entre otras múltiples”, señalan, además de enumerar como otra causal “la indicación de disminuir la movilidad y el temor de las personas a salir, especialmente para dirigirse a un centro de salud si no se trata de una situación de urgencia”.
Los que más han faltado
Según las cifras del Minsal, la Región Metropolitana fue donde más disminuyeron los controles (54,7%), a la vez que los niños mayores fueron los que más se alejaron del probrama. Así, el rango que más variación sufrió fue el de entre los cinco y seis años, con una baja del 73,2%. Por otro lado, donde menos se suspendió el seguimiento fue en los menores de un mes, con un 18,1%.
Soriano, en tanto, asevera que “es imposible predecir a cuán largo plazo afectará esta falta de controles”, y que por eso “es tan esencial que los niños vuelvan a clases y salgan del encierro: en cuanto la comuna de cada uno pase a Fase 2, hay que renovar sus controles, porque hace ya varios años están salvando vidas en Chile”.
¿Cómo hacerle frente entonces? “El Estado no ha hecho ningún esfuerzo para promover la asistencia a los controles, con las medidas de prevención necesarias”, asegura Castillo. Por eso, añade, se necesita que el personal de salud reasignado a labores de pandemia “vuelva a dedicarse a los controles del Chile Crece Contigo y sean otros los que se dediquen a la vacunación y la trazabilidad”.
En esa línea, desde el Minsal aseveran que pese a la situación de emergencia, en los centros de salud se han instalado diversas estrategias de acompañamiento remoto a los niños y sus familias. “Además, se han priorizado los controles presenciales y las visitas domiciliarias para aquellos que tienen mayor impacto en la morbimortalidad y desarrollo infantil, así como también se tomaron las medidas para resguardar los controles de salud infantil en formato presencial del grupo de los menores de seis meses, periodo del curso de vida en que se pueden pesquisar tempranamente alteraciones a la trayectoria de desarrollo y de la salud”.