Juntos se llaman Apruebo Dignidad, pero por separado: Frente Amplio y Chile Digno (PC, independientes y regionalistas). Por su parte, Socialismo Democrático se autodenominan los exconcertacionistas y exfrenteamplistas sin la DC, pero asumen el título de Nuevo Pacto Social, cuando los anteriores incluyen a los democratacristianos.
Esas son algunas de las denominaciones que perdurarán en el nuevo Congreso Nacional y que representan por separado a las fuerzas de apoyo o aliadas del gobierno de Gabriel Boric.
Sin embargo, al hablar del conjunto, no existe ningún nombre que los aglutine, una rareza en los últimos 50 años, donde por lo general hubo apelativos que, incluso, adquirieron carácter históricos, como Unidad Popular o Concertación.
La falta de un nombre común y la coexistencia de varias subcoaliciones identificables (que a su vez se subdividen en partidos y movimientos ) es un síntoma notorio del fraccionamiento con el que parte el nuevo oficialismo.
En todo caso, ese será solo uno de los flancos legislativos que deberá afrontar el gobierno de Boric dentro de sus propias fuerzas de apoyo y grupos aliados, como la DC, que sin ser oficialismo tampoco será nítida oposición.
Irritabilidad en el Senado
A juicio del senador de RD Juan Ignacio Latorre, en el mismo diseño del gabinete se aprecia un esfuerzo por “desbordar” lo que eran las fuerzas iniciales de Apruebo Dignidad, sin embargo, cree que de todos modos habrá “una mayor complejidad en la relación con el Parlamento, porque en la Cámara hay más fragmentación y en el Senado tenemos esta situación con la DC y la situación del PS y PPD que tienen legítimos reclamos (...). Va a requerir mucha gestión política”.
De hecho, el debate por el fin del Senado, que ya está avanzando en la Convención Constitucional, inevitablemente incidirá en una mayor irritabilidad de los senadores, especialmente del PS y el PPD, que explícitamente ya han advertido al ministro secretario general de la Presidencia, Giorgio Jackson, y al Presidente Boric, que un clima así afectará la tramitación de sus reformas.
“Poco ánimo va a haber de aprobar las leyes si el Senado sabe que está desahuciado de antemano”, dijo, el 23 de febrero, el diputado socialista y senador electo Juan Luis Castro.
El exsenador PPD Guido Girardi cree que “no hay buen clima, en general” y agrega que “para la buena convivencia sería buena una clarificación de que no hay una acción de parte del Presidente Boric para terminar con el Senado”. Además, cree que eso debe ir aparejado de un esfuerzo de modernización del Congreso.
La exigencia PC
Otro flanco dentro del oficialismo será la tirantez dentro de Apruebo Dignidad que ya se aprecia en quienes abogan por el cumplimiento del programa (idea que ha sido defendida especialmente por el PC) y entre quienes plantean que la realidad legislativa obligará a ser pragmáticos y graduales.
“El único riesgo que veo es que no se cumpla el programa”, reiteró, por ejemplo, el alcalde Daniel Jadue (PC), excontrincante de Boric en las primarias presidenciales de 2021, idea que ha sostenido sistemáticamente y refleja en gran medida el sentimiento del Partido Comunista.
A juicio de la diputada Alejandra Placencia (PC), una de las legisladoras cercanas al alcalde, “trabajar por el cumplimiento del programa es demostrar que hay un compromiso y una deuda con las grandes mayorías y que ello no era solo una táctica electoral”. Y si bien reconoce que es necesario sumar a otras fuerzas, el norte debe ser el cumplimiento del programa.
El diputado Diego Ibáñez (Convergencia Social) cree que las exigencias para cumplir a cabalidad el programa “están desacopladas de la realidad parlamentaria, porque vamos a empujar un programa que no va a tener mayoría en el Congreso. Se necesitará realizar ajustes para que los acuerdos se construyan en el Congreso”.
Respecto de la relación con el PC, Ibáñez dice que hoy no ve fricciones. “No tenemos intenciones de generar roces, hemos sido generosos, pero también tajantes en que todos y todas tenemos que ceder”, señala.
Regionalistas, DC y Jiles
En un contexto de mayorías frágiles, cada voto puede marcar la diferencia. Y si bien en la Cámara la Federación Regionalista Verde Social tiene cuatro diputados, en el Senado pesa el doble que el Frente Amplio, con dos senadores.
El inconveniente, que ya se ha comenzado a evidenciar con sus legisladores, es que al tener una vocación regionalista, el FREVS asume posturas que tal vez no siempre coincidan con la visión del gobierno central.
“Mi jefe es mi electorado y mi región”, dice la senadora Alejandra Sepúlveda (FREVS), al explicar cuál es su posición inicial para relacionarse con La Moneda. Ella, por ejemplo, cuestionó sin tapujos el nombramiento de su compañero de partido Esteban Valenzuela como ministro de Agricultura, pues consideraba que no tenía las competencias técnicas para el cargo, independiente de que valorase sus cualidades políticas y humanas.
El otro senador del FREVS, Esteban Velásquez, representante de Antofagasta, también dejó en claro su autonomía al aplaudir el estado de excepción en la zona norte, decretado por el expresidente Sebastián Piñera, en febrero pasado, anticipándose al análisis del equipo de la actual ministra del Interior, Izkia Siches.
El caso de la DC también es especial, pues se encuentra en una suerte de limbo respecto del Ejecutivo. Aunque algunos legisladores falangistas remarcan que serán de oposición, lo cierto es que la junta nacional, de noviembre del 2021, fijó que iban a respaldar en segunda vuelta a Gabriel Boric y que el partido “no se propone ingresar al futuro gobierno ni condiciona su apoyo”.
Otro factor que inquieta al oficialismo es el papel que jugará la diputada Pamela Jiles, exhumanista, que lidera un grupo de cinco legisladores y que en el pasado ha demostrado tener capacidad política y mediática para desordenar las filas de la derecha, cuando era precisamente una fuerza oficialista. De hecho, la idea de un nuevo retiro de ahorros previsionales, proyecto que no acomoda al actual Ejecutivo, ha sido levantada otra vez por Jiles, quien, además, tiene una antigua rivalidad con Boric y Jackson.
La derecha
“Aquí se faltó a la buena fe y a la palabra empeñada. RN entra en un estado de profunda reflexión”. Con esas palabras, ayer el presidente de RN, Francisco Chahuán, graficaba la tensión que se generó entre ese partido y la UDI y Evópoli.
La negociación por la presidencia del Senado -en que estas últimas dos tiendas optaron por apoyar al socialista Álvaro Elizalde en desmedro del candidato de RN Manuel José Ossandón- vino a quebrar el debut de la centroderecha en el Congreso.
En la ahora oposición varios veían la negociación por la mesa como una prueba de fuego para la unidad del sector, algo que también se puso bajo test en la Cámara de Diputados con Chile Vamos negociando con el Partido Republicano.
Pero la prueba salió mal, y ayer en la sesión de sala del Senado eran evidentes las acusaciones cruzadas entre RN y sus pares de la UDI y Evópoli. “La derecha queda en una irrelevancia máxima (...) Nosotros no hemos traicionado nuestro proyecto”, retrucó Ossandón molesto.
Luego de ello vinieron palabras de crítica del presidente de la UDI, Javier Macaya, quien hizo un llamado a que “seamos capaces de ponernos de acuerdo. La base de la política es eso, anteponer legítimos intereses personales”.
La tensión evidente abrió el debate de cómo se podrá reconfigurar la derecha como una oposición unida para enfrentar al gobierno de Boric. En el Senado no solo estaban calientes los ánimos, sino que también asaltaba la duda de si la tensión podía seguir con los años y provocar que la UDI y Evópoli le negaran a RN la presidencia de la Cámara Alta el cuarto año, al no haber participado del acuerdo.
En la Cámara el panorama era de frustración. La derecha vio cómo la centroizquierda logró la presidencia de la mesa, mientras ellos además bajaron sus representantes en comisiones clave como Hacienda y Constitución.
Ahí las divisiones partieron porque a Chile Vamos le costó buscar un entendimiento con el Partido Republicano, colectividad que también intentó levantar una opción propia. Sin embargo, en la Cámara Baja la unidad se logró y los 68 votos estuvieron alineados, algo que fue destacado por el jefe de bancada de la UDI, Jorge Alessandri.
Pese a esto, una vez más calmadas las aguas en la oposición algunos sostenían que la división no sería permanente, pues algunas reformas del gobierno de Boric o el devenir de la Convención obligarían a la derecha a unirse.
Otros recalcaban que en RN la molestia se iría reduciendo, pues Ossandón contaba con solo unos pocos leales -como las senadoras María José Gatica y Paulina Núñez-, mientras que a Chahuán le beneficiaba su caída, pues podría intentar presidir el Senado el cuarto año.
De todas maneras, había algunos más dramáticos que hablaban de la necesidad de reformular la coalición.
Con todo, en el Congreso ya asomaban algunos nuevos desafíos que pondrían a prueba a la derecha. Uno de ellos será la acusación constitucional contra el expresidente Sebastián Piñera que el Partido Republicano evalúa, y que ha rechazado Chile Vamos.
Otra molestia fue la idea de RN de reimpulsar la reforma constitucional de Michelle Bachelet que complicó a los Republicanos. En esa línea, en Chile Vamos creen que cualquier acuerdo será por temas concretos, y no permanente.
El jefe de bancada de RN, diputado Andrés Longton, dice que “trataremos de tener acuerdos con Republicanos en algunos temas concretos, evidentemente que habrá diferencias en otros asuntos”. Mientras que su par de Evópoli, Francisco Undurraga, sostiene que “hay puntos en común con el Partido Republicano. Vamos a tener problemas en la medida en que la intolerancia aflore”.