Un imperativo que los fiscales Xavier Armendáriz y Francisco Jacir han intentado reconstruir durante un mes de investigación es no sólo lo que ocurrió la noche del 22 de septiembre en el Hotel Panamericano, lugar que -según la denuncia de una funcionaria de la Subsecretaría del Interior- fue escena de una violación, sino también todo lo que ocurrió no sólo días, sino meses previos al ataque sexual que investigan.
Es en el marco de esa búsqueda que, para la PDI y los investigadores, cobra especial valor la declaración de la víctima que -desde un inicio- da cuenta de cómo su vida y la del imputado se fueron entrelazando hasta terminar en una causa judicial, quizás la más impactante y emblemática que hoy golpea al gobierno.
Al respecto, la denunciante dijo el 14 de octubre pasado: “Yo partí mis funciones en la División de Gestión y Modernización de las policías, Digempol, en el mes de junio del año 2023. Yo esa oportunidad laboral la obtuve ya que mi papá conoce al subsecretario por la militancia en el Partido Socialista”.
Junto con esto, la mujer, de hoy 32 años, sostiene que su progenitor y la entonces alta autoridad de La Moneda “se conocen desde los años 90, con militancia en el Partido Socialista. En el primer trimestre del año 2023 yo me encontraba residiendo en Curanilahue, que es mi ciudad natal. En un momento mi papá le comentó al subsecretario del Interior que yo me encontraba en búsqueda de trabajo, a lo que él respondió que mantenía en consideración esa solicitud de mi papá”.
Pasó un tiempo, dijo, y “me contactó un asesor del gabinete del subsecretario del Interior, llamado Gustavo Herrera. Él me comentó sobre la posibilidad de empleo, de la vacante, me comentó de la posible remuneración que iba a tener en las funciones en la Digempol”.
Posterior a eso, según quedó plasmado en el expediente judicial, el 1 de junio de 2023 -hace más de un año- se concretó la promesa de trabajo en el gobierno central. La mujer, entonces, arribó al Departamento de Inversiones, dependiente del Ministerio del Interior, en un cargo que ella calificó de apoyo técnico en el área de infraestructura policial. Eso, hasta diciembre de 2023, cuando cambió de funciones.
“Aproximadamente en octubre (del año pasado) me solicitan el currículum vitae, mi jefatura directa de ese entonces, sin darme el motivo. Posterior a eso, personalmente, me dijo que había una posibilidad en el Palacio de La Moneda, de prestar asesoría en el gabinete del subsecretario, en cuanto a manejo de base de datos y seguimiento de sus compromisos”, dijo. Esto se materializó a comienzos de este año, el 1 de enero, cuando ingresó a trabajar en el seno del Poder Ejecutivo.
La primera interacción
Pasaron siete meses, de enero a agosto, y ella refiere que nunca interactuó con Monsalve, que no hubo ninguna conversación directa, ya que ella le reportaba su trabajo a Herrera, quien se había convertido -ya para ese entonces- en su jefe directo y era quien elevaba a la autoridad la información que ella recopilaba.
“El día 2 de agosto de 2024 yo había viajado una semana a Curanilahue a ver a mi mamá por las inundaciones y el subsecretario del Interior me contactó telefónicamente el día sábado 3 de agosto”, detalló la funcionaria a Fiscales y policías.
Agregó que “en esa llamada me comentó que era necesario que tuviésemos más interacción, porque había hablado casi nada conmigo, y que estaba pensando en incorporar algunas funciones que eran los compromisos más prioritarios y personales del subsecretario. Esa fue la primera interacción que tuve con él en forma más directa”.
Citaciones a su oficina
De a poco, sostuvo la denunciante, fue acercándose más a la autoridad, a petición de este último.
“Comenzamos las labores de yo enviarle los pendientes, él me citaba a la oficina, en la cual él me informaba sobre los pendientes prioritarios y yo tenía que gestionarlos y entregar los reportes posteriormente”, expresó.
Llegó entonces el 9 de agosto, cuando Monsalve le envió un mensaje de WhatsApp con un listado de diversos temas, uno de ellos -sostuvo- era que se tomaran un café.
“En ese momento pensé que estaba haciendo bien mi trabajo y me sentí contenta de que una autoridad me considerara para tomar un café conmigo”, explicó. Luego de esto quedaron de concretar ese café un fin de semana, pero nunca sucedió, ya que en una oportunidad, cuando ya habían acordado reunirse, Monsalve se había enfermado.
“El día siguiente fui a su oficina para tratar varios temas pendientes, y yo en ese momento le comenté que me había quedado con el outfit listo para el café y que no había resultado”, dijo. Ese mismo día, según su declaración, Monsalve le envía un link para que baje la aplicación de mensajería Signal y que continuaran sus diálogos por ahí.
“Yo he escuchado que varios funcionarios ocupan esa aplicación para enviarse mensajes más privados. Yo, personalmente, no la conocía hasta que me envió el link. Esa aplicación no se usa para comunicaciones formales laborales”, expresó la mujer.
Ahí vendría, según su relato, un primer mensaje que excedía la relación de jefatura y subalterna, ya que Monsalve se excusó por no haber podido llegar al café y le dijo que lo lamentaba por lo del “outfit”, es decir, la ropa que ella se había puesto. “Se entiende, subse, en otra ocasión se podrá”, le dijo ella, junto con avisarle que ya había instalado Signal en su celular.
Temor a una reestructuración
El 21 de agosto, y cuando Monsalve estaba en Guayaquil, la autoridad -según la denunciante- le recordó: “Mi café al regreso”.
“Posterior a eso, me enviaba algunos mensajes por Signal, principalmente invitándome a salir a comer. A través de la misma aplicación, durante esos días, el sábado 31 de agosto acordamos un almuerzo el 1 de septiembre. Ese día me escribió por Signal, solicitándome mi dirección y yo se la envié por WhatsApp”, dijo. Tras acordar que saldrían a las 14 horas, él mismo fue quien le envió un auto a través de Uber.
Por WhatsApp le hizo llegar el link del restaurante “Milas”, en el último piso del Costanera Center. “En el camino, yo le escribí a un colega solicitando la agenda, yo pensando que íbamos a tratar temas laborales en el almuerzo, por lo que le solicité a Ricardo Lillo, vía WhatsApp, que me enviara el calendario con las actividades semanales, para el almuerzo”, dijo. Ahí, sostuvo, le comentó a su compañero de trabajo que ella pensaba que podría haber una reestructuración y que la podrían cambiar de funciones y que por eso quiso llegar preparada a esa reunión.
“Llego al Costanera Center y él estaba solo, ubicado en una mesa del restaurante, tenía lentes oscuros, tenía un jockey, cuyo color no recuerdo, y tenía una polera clara, como polera informal. Se estaba tomando una cerveza. Esto fue el domingo 1 de septiembre. Llegué a las 14.00 o 14.15 horas, aproximadamente. En ese momento, mantuvimos una conversación normal respecto de temas laborales, proyecciones políticas y profesionales y, más que nada, trayectoria académica”, dijo.
Este sería el preludio a la denuncia que hoy tiene privado de libertad al exjefe de las policías y encargado de la seguridad del país. El principio de su controvertido desenlace.