“¿Por qué Ñuñoa se transformó en una especie de clave para hacer humor? Sinceramente, no lo sé”. Aun cuando ha vivido sus 34 años en la comuna de la cual ahora es alcaldesa, Emilia Ríos (RD) no entiende muy bien en qué punto -ni por qué- Ñuñoa y los ñuñoínos pasaron a ser, a ojos del resto, una suerte de semillero del Frente Amplio (FA). “Acá siempre ha estado todo el espectro político”, dice con la misma serenidad con que contestará a La Tercera para hablar del gobierno, de seguridad, de Fundamenta o los desafíos de su coalición.
Carabineros lamentó el asesinato de otro de sus miembros. ¿Cómo se soluciona esto?
Es evidente que la característica de la criminalidad cambió rápidamente. Hoy nos encontramos con delincuentes que tienen facilidad en acceso a las armas como no se había visto nunca, y eso tiene consecuencias, como la dolorosa muerte de Daniel Palma. Lo que uno espera es que podamos sacar fuerzas de flaqueza y proponer planes concretos. Prioridad es tener un plan agresivo de búsqueda e incautación de armas como primera medida para frenar esta violencia desencadenada.
¿Y las policías? ¿Tienen las herramientas necesarias? ¿Están actuando bien?
Con los últimos acontecimientos ha quedado claro que la ciudadanía y las distintas instituciones respaldan el rol de Carabineros. Sabemos que sin una institución fuerte, validada socialmente, la ciudadanía completa se ve expuesta y vulnerable. Es un acuerdo transversal que nadie pone en duda. Ahora, todas las instituciones requieren de modernización y refuerzos. En Carabineros hay una necesidad de alivianar el trabajo que hoy se ve muy estresado por cosas que no tienen que ver con criminalidad. Esas cosas distraen de lo más urgente. Ahí se ha estado avanzando, hay un acuerdo inicial por la seguridad que involucra la seguridad municipal, que puede descomprimir. Y, por otro lado, Carabineros requiere seguir mejorando su acceso a implementos, a vehículos, a elementos de protección y formación y que sea una ventaja a la hora de enfrentar a bandas criminales.
Tomás Vodanovic dijo que el FA tenía que hacer una autocrítica sobre la relación que hubo con las policías. ¿Está de acuerdo?
Efectivamente, en el contexto de las movilizaciones de 2019 -inéditas y con una serie de situaciones- uno ve hacia atrás las reacciones de personas que hoy están ejerciendo puestos de autoridad que quizás fueron destempladas, que quizás generalizaron demasiado y eso se ha asumido bastante. Lo que creo que es prioritario, además de esa autocrítica, que con hechos ha mostrado la importancia que se le ha dado a la seguridad, es avanzar en planes concretos. Cuando la derecha se dedica con mucha vehemencia a desarmar la mesa de seguridad se perdió tiempo valioso para legislar y armar planes en el Ejecutivo.
¿Se incluye en las críticas destempladas?
La verdad es que no, porque desde hace algunos años ejerzo un rol público, por lo tanto estaba muy consciente y vinculada con el trabajo de distintas organizaciones.
¿Quedaron atrapados el FA y el gobierno en la condena a estos hechos por esas declaraciones del pasado? ¿Les pesa?
No, porque lo que estamos enfrentando es delincuencia y criminalidad, algo que el FA jamás ha apoyado. Más allá de buscar réditos políticos en declaraciones que podemos coincidir en que fueron destempladas, lo que hay que rescatar es la capacidad de avanzar y responder a las contingencias de seguridad.
¿Le ha gustado el tono con que el gobierno ha salido a enfrentar estos hechos?
El gobierno ha avanzado en la contundencia del tono y se nota. Ha habido zigzagueos y es evidente. Sin embargo, se está avanzando en la dirección correcta, que tiene que ver con buscar legislación y acuerdos. Son señales de que le estamos tomando el peso al asunto.
¿El FA ha bajado el tono a la fuerza o por convicción? Hay gente que no les cree.
Siempre va a haber personas que eso no las va a convencer. Más allá del tema de los tonos, lo importante son las medidas, y eso hoy es lo que está en juego más que nunca y que el gobierno tiene que ser capaz de responder.
¿Por convicción?
La convicción de tener una ciudadanía que esté segura es básica. Evidentemente, hay muchos factores en estas discusiones y, por supuesto, hay matices en cuál es la mejor manera de responder. Vamos a tener que volver a un debate un poco más racional, más sopesado mientras tomamos medidas.
Ese debate hasta ahora ha resultado en descuelgues, incluso en el Parlamento, ¿cuán difícil se hace así?
Se ha avanzado en la convivencia de estas dos coaliciones que sostienen al gobierno y eso es una consecuencia natural tras más de un año. Es una coalición que ha tenido éxitos y que también se ha quedado corta en varias cosas. Ya no es distinguible quién es quién o quién se lleva éxitos y fracasos. Eso es un hecho político que hay que establecer. Evidentemente se puede seguir avanzando en mayor coordinación. Si hay que tener más reuniones a todo nivel hay que hacerlo y seguir puliendo la acción proactiva en todos los ámbitos.
¿Qué opina de la Ley Nain-Retamal, un ejemplo de esos descuelgues? ¿Siente que fue por convicción este presto avance?
El avance se da por contingencia y muchas cosas en política pública avanzan por la presión de la contingencia. Lo importante es cómo se vaya a aplicar la ley y que demuestra que hay un compromiso para que Carabineros pueda desplegarse en su misión. Es un avance. Evidentemente, hay matices que hacer, hay muchas situaciones que pueden suceder con armas involucradas, donde no se puede renunciar al resguardo de los derechos humanos.
¿Dónde ha flaqueado y dónde ve aspectos positivos de la gestión del gobierno?
El FA es una coalición donde hoy se congrega una parte importante de las fuerzas progresistas y en su primer gobierno está en un proceso de despliegue dentro del Estado, que no se ha hecho en solitario. Lamentablemente, ha habido una oposición bien compleja en el Congreso, que no ha recibido de buena manera ciertas convicciones en la negociación, por ejemplo, la reforma tributaria. Ese factor no puede desconocerse. El Ejecutivo es una cosa, pero también está el cuerpo que legisla, que va permitiendo o no ciertas acciones.
El FA era sinónimo de querer cambiarlo todo, ¿fue muy elevada esa apuesta?
Una cosa son las convicciones profundas, que creo mantenemos: aún necesitamos avanzar hacia un país que pueda garantizar derechos básicos. Esas convicciones de un país más igualitario e inclusivo se mantienen intactas. El desafío es cómo podemos avanzar desde el gobierno con los instrumentos que este Estado tiene, que probablemente quisiéramos que fueran distintos para implementar nuestros ideales, o cuando en el Legislativo no se tiene mayoría para gobernar y cuando todavía seguimos en un marco constitucional que nos pone bastantes restricciones.
¿Estaba preparado el FA para gobernar?
Pedirle a una coalición que nunca ha gobernado que esté totalmente preparada para gobernar es una premisa engañosa en sí misma. Lo importante, cuando se llega a un desafío así, es tener la capacidad de escuchar de la experiencia y ahí las señales que ha dado el Presidente, de incorporar a personas con experiencia, muestran eso. Y, por otro lado, incorporar lecciones que dejan los inevitables errores en un proceso complejo de gobernanza como el Chile de hoy. Los liderazgos políticos tenemos que ser majaderos: ser capaces de valorar la experiencia e identificar rápidamente cuando nos estamos equivocando.
¿Cuáles son las patas cojas? Se han acusado muchos tropiezos por inexperiencia.
Ha habido un proceso que todavía no termina de ir aquilatando las expectativas del programa -muy altas- con las herramientas del Estado. A veces cuesta ir a la velocidad que uno quisiera, algo que hay que revisar.
Sin ser la juventud sinónimo de negatividad, ¿cree que esa inexperiencia ha sido causante de tropiezos? Por ejemplo, ¿a usted le ha pasado la cuenta llegar tan joven a su cargo, similar a lo que le pasa al gobierno?
Hoy gobernar es más complejo que hace 15 o 20 años. Y si bien hay muchas personas con experiencia que valoramos, hoy es un escenario distinto. Tenemos una ciudadanía que en buena hora se manifiesta cuando cree que sus derechos no están siendo respetados, donde además tenemos una economía interconectada y que está pasando un momento complejo. En este ánimo social, gobernar para nadie es fácil, con más o menos experiencia. Y para ningún sector político. Por eso hay un llamado profundo que tiene que ver con dejar de poner tanto énfasis en lo que pasa en redes sociales o la instantaneidad del matinal.
Antes de asumir les decían “otra cosa es con guitarra”. ¿Gobierno y FA se dieron cuenta de que otra cosa es con guitarra?
Creo que se ha reconocido bastante. Y se ha sido valiente en reconocer eso. Uno esperaría que todos los actores políticos fueran capaces de hacerse cargo de sus deficiencias. Ahí el Presidente ha sido claro en ser capaz de identificar algunas cosas en las que probablemente podría haberlo hecho mejor.
¿Las oposiciones -la izquierda antes, hoy la derecha- han sido poco constructivas?
Ha ido creciendo en el sistema político, pero también en el ánimo social, una especie de premio a quien es más estrafalario, más rimbombante, a quien redobla la apuesta en ser más agresivo. Y ahí tienes medios de comunicación que refuerzan positivamente esas conductas y para qué hablar de las redes sociales, algo que, sin duda, afecta comportamiento y despliegue de los sectores políticos.
¿Los empuja a comportarse en esa línea?
Sí. Hay un desafío grande para quienes estamos en posiciones de liderazgo político, que es poner los objetivos al centro. Estamos en un ciclo de creciente conflictividad, pero supongo que ese ciclo no puede durar para siempre. Estamos en un momento en que la ciudadanía exige poner las soluciones por delante. Todas esas pequeñas ganancias, de muchos likes, probablemente en unos meses más nos dejan en el mismo lugar.
Cuando concluyó el sumario en contra de la concejala Lorenzini (también RD), a usted se le acusó de doble estándar, le enrostraron la ética feminista y esto no fue indiferente ni en su partido ni en el FA. Un año después, ¿tiene alguna autocrítica por su manejo?
Fue un caso complejo por tratarse de un miembro del concejo que no es un funcionario público propiamente tal, con una asistente de confianza… Fue una situación inédita, que no había sucedido y para lo cual no había nada establecido. Nuestro compromiso estuvo con usar la institucionalidad que existía, esclarecer los hechos y dar herramientas para que quien denunció estuviese lo más resguardada posible durante la investigación. Fue un desafío y aún hay que darle vuelta a la legislación sobre cómo podemos actuar de manera más contundente y clara en esos casos.
¿Siente que obró bien en virtud de lo que en ese momento tenía a la mano?
Hicimos todo lo que pudimos y más.
¿Sigue creyendo que Fundamenta es un mal proyecto, aun cuando la Corte Suprema falló a favor de ellos?
Es frustrante que las herramientas con las que contábamos, que no eran muchas, hayan sido insuficientes para siquiera lograr que el desarrollador se planteara hacer algunas modificaciones. Hay cosas que mejorar en la tramitación ambiental, por un lado. Sigo teniendo la convicción de que hay factores que no se consideraron seriamente. Y hay lecciones que sacar para la política local. Si ese proyecto está con posibilidad de ver la luz tiene que ver con que hubo alcaldes que pensaban que ese era el modelo correcto.
¿Que lo pensaran así está mal?
La gran mayoría de los vecinos te va a decir que no tiene un problema con que se construya, pero que se haga de manera razonable. Eso que parece tan sencillo sí tiene una expresión política. Si los alcaldes anteriores hubiesen sido honestos y hubiesen dicho que estaban de acuerdo con que se construya a altura y densidad libre, porque eso es más importante que resguardar la calidad de vida o áreas verdes disponibles..., pero claramente no fue esa la conversación política.
A usted se le acusó de participar activamente y coludirse para rechazarlo.
Todas mis actuaciones han sido públicas y en la línea de lo que hacemos todos los alcaldes, que es defender a los vecinos. Otras acusaciones o lecturas me parecen fantasiosas.