Lo llaman “Mr. Democracy”, justamente por ser uno de los mayores expertos contemporáneos en el campo de los estudios sobre democracia. Cientista político y profesor de Stanford, lleva 45 años investigando y asesorando en 70 países sobre la materia. Y con mucha preocupación ha visto como, desde hace más de una década, comenzó un grave retroceso democrático global, que en esta conversación con La Tercera explica en detalle. Mientras en 2006 el 62% de los países eran democracias, en 2017 el porcentaje bajó a 51%. Vía Zoom, desde su casa en California, cuenta cuáles han sido los factores preeminentes y qué puede hacerse para revertir estas tendencias.
Senior fellow de la Hoover Institution y de democracia global en el Freeman Spogli Institute for International Studies de Stanford, su último libro es Ill winds: saving democracy from russian rage, chinese ambition and American Complacency.
La democracia como forma de gobierno está en peligro, ha escrito usted. ¿Cómo pasó?
Bueno, sucedió gradualmente durante un largo período de tiempo, a medida que la llamada tercera ola de democratización global, que comenzó en 1974 y se extendió por América Latina a fines de los años 70 y 80, comenzó a retroceder y entró en receso alrededor de 2006. En cierto modo, América Latina experimentó este retroceso antes, cuando una democracia liberal muy vibrante y de larga data, Venezuela, cayó en las garras de un gobernante autoritario populista, Hugo Chávez, a principios de 2000. Pero el retroceso democrático, que podemos mostrar estadísticamente, comenzó alrededor de 2006, con una estabilización del progreso de la democracia en el mundo, y el comienzo de una tendencia -que ya lleva 16 años- que Freedom House ha documentado, de más países declinando en su libertad que países aumentando en su libertad, cada año desde entonces.
¿Por qué pasó esto?
Ha habido muchos factores: el cambio tecnológico, la creciente desigualdad, el auge de las redes sociales con sus impactos polarizadores, la declinación gradual del poder y la confianza en sí misma de la democracia en Estados Unidos y de las democracias industriales avanzadas en general. Y el surgimiento de poderosos actores autoritarios, particularmente China y Rusia, con sus contranarrativas sobre la bancarrota de la democracia liberal y la superioridad de los regímenes autoritarios. Todos estos factores, muchos de ellos de larga fabricación, se han estado acumulando durante mucho tiempo, pero en los últimos años han llegado a un nivel crítico. Y luego hemos tenido shocks al sistema que han acelerado las tensiones cada vez más profundas que enfrenta la democracia. Uno, completamente autoinfligido, fue la invasión estadounidense de Irak en 2003, un gran error estratégico. Otro fue la crisis financiera de 2008 en Estados Unidos, que fue generada por fallas en la regulación y corrupción en la industria de ahorros y préstamos en el país.
También escribe en su libro que la globalización tuvo un papel muy importante en esto, en el sentido de generar sociedades de ganadores y perdedores...
Claro. Y creo que los gobiernos que estaban a favor del libre comercio, la globalización, de derribar las barreras nacionales, no prestaron suficiente atención a estas crecientes tensiones y desigualdades. Instintivamente, he sido liberal en mi convicción acerca del valor del comercio internacional y el compromiso global y de los intercambios de bienes, servicios, ideas y cultura entre las personas. Creo que esto es algo muy positivo. Pero hay que prestar atención al dolor, el estrés y la ansiedad que sienten los ciudadanos. No puedes simplemente descartarlo, como si fuera un retiro o retroceso de las inevitables fuerzas del futuro. Entonces, creo que los gobiernos, de izquierda y de derecha -de izquierda moderada globalizadora y de derecha internacionalista-, no estaban prestando suficiente atención a esto y, en particular, al desplazamiento de las personas, de sus trabajos y sus estatus sociales, y la ansiedad que estaban sintiendo, y luego los crecientes niveles de desigualdad.
¿Estas élites arrogantes eran de derecha o de izquierda, o ambas?
No creo que sea un error de un solo partido o tendencia ideológica en estos países. Las élites gobernantes eran vistas como distantes, desapegadas y desdeñosas de estas preocupaciones y ansiedades. Ciertamente es el caso en Estados Unidos, pero creo que también en Europa, y probablemente en otros países, hay una élite cosmopolita que está asociada con el gobierno, la academia, las artes, la tecnología, las grandes ciudades. Y esta es una élite globalizadora e internacionalista. Y tiende a tener una actitud arrogante y despectiva hacia las personas que trabajan con sus manos, que trabajan en las granjas, o en trabajos manuales o cosas así. Y tiende a considerarlos como algo toscos y culturalmente atrasados. Y, como resultado, ha habido una gran reorganización de la base de clivaje social de los partidos políticos.
¿En Estados Unidos o en todas partes?
Esto ciertamente ha sido así en Estados Unidos, pero también, creo, en algunas otras democracias industriales avanzadas, donde solía ser el caso de que los trabajadores de “cuello azul”, trabajadores de manufactura y manuales, gravitaran naturalmente hacia la izquierda, al igual que los sindicatos que los representaban. Pero ahora en Estados Unidos, la mitad o más de la llamada clase trabajadora ha migrado o se ha cambiado al Partido Republicano. No tanto por un interés económico, porque es difícil ver cómo ese partido, en términos de política de impuestos, realmente está sirviendo a sus intereses. Pero culturalmente, partidos conservadores -el Partido Republicano en EE.UU., Marine Le Pen en Francia- culturalmente, estos partidos les hablan de sus ansiedades y frustraciones.
¿El populismo de extrema derecha está creciendo sin vuelta?
Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que Le Pen obtuvo el porcentaje de votos más alto que jamás haya obtenido, pero ganó un presidente en ejercicio (Macron) que era bastante impopular y bastante distante socialmente, y bastante identificado con la élite arrogante, decadente, urbana y cosmopolita que menosprecia a los trabajadores manuales y a mucha gente común en el extremo inferior del espectro socioeconómico. Y estoy seguro de que muchas de las personas que votaron por Le Pen no la querían particularmente. Simplemente no querían a Macron. Y en realidad hay alguna evidencia de que algunos de los seguidores de Mélenchon votaron por Le Pen en la segunda vuelta. Al igual que en 2016, algunos de los partidarios de Bernie Sanders, nuevamente de la clase trabajadora, se pasaron a Trump. Y no es por comparar estos casos con Alemania en 1933 y el Partido Nazi, pero sabemos que hubo deserciones del Partido Comunista alemán hacia los nazis a medida que aumentaban su poder. Y mucho de esto son personas frustradas, alienadas, trabajadoras y de clase media baja que se sienten ansiosas por su estatus, frustradas con sus oportunidades y degradadas por la élite existente. Esos son los denominadores comunes. Al mismo tiempo, cuando buscamos diferencias, no tenemos que ir muy lejos para encontrar diferencias muy grandes.
¿Cuáles países muestran una contratendencia, por ejemplo?
En Alemania, la Alternativa para Alemania perdió terreno en las elecciones más recientes y también ha estado perdiendo en algunas elecciones estatales. Y en varios países europeos donde estos partidos políticos populistas de extrema derecha han estado haciendo avances, ahora han estado sufriendo la erosión de algunas de sus ganancias. Lo que quiero destacar es que cuando los partidos políticos presentan plataformas y narrativas que hablan de las preocupaciones, ansiedades y aspiraciones de las personas que sufren y que están ansiosas, y ofrecen programas claros y distintos, no es inevitable que estas alternativas de extrema derecha vayan a seguir progresando.
¿Cómo cree que es posible fortalecer las instituciones democráticas para que realmente puedan restaurar la salud de las democracias, como plantea usted?
Creo que la historia varía según el país y según sus instituciones. Está muy claro que en Estados Unidos tenemos instituciones políticas ahora que están alimentando, intensificando e incentivando la polarización política. Y esto tiene que ver básicamente con la peculiar interacción entre el sistema electoral first-past-the-post que usamos para elegir a todos nuestros funcionarios públicos y el sistema de nominación de candidatos en las primarias de los partidos políticos. Estas ocurren tres, incluso seis meses antes de las elecciones generales, cuando la atención es mucho menor, y de todos modos tenemos todo tipo de barreras para votar en Estados Unidos. Así que la participación electoral no es la que hay en muchas otras democracias. Entonces, las personas más motivadas para votar en las primarias del partido son las personas más militantes, por lo general, ideológicamente más extremas a la izquierda o la derecha; a la izquierda de los demócratas o la derecha de los republicanos. Como resultado de esto los republicanos moderados se han enfrentado a obstáculos cada vez mayores para volver a ser nominados para competir.
¿Qué tan fuerte es esta tendencia?
Se ha visto una gran cantidad de jubilaciones de republicanos conservadores moderados, tradicionales y de la corriente principal en los últimos seis u ocho años. Comenzó antes de Donald Trump, en realidad, pero luego se aceleró. Y, en la mayoría de los casos, estas personas saben que enfrentarían un desafío muy difícil para volver a ser nominadas, porque el electorado en las primarias del partido no representa en absoluto al de las elecciones generales. Y en estas, cuando se usa el voto por mayoría simple, solo hay dos candidatos que tienen posibilidades de ganar, el republicano y el demócrata. Entonces, realmente no hay una tercera alternativa significativa, porque si votaran por ella, estarían desperdiciando su voto. Hay que indagar profundamente en el tejido político y entender cuáles son los incentivos que el sistema electoral está ofreciendo. Ustedes enfrentaron esto en Chile con el sistema binominal, ¿no? Muchos países han heredado sistemas electorales que están obsoletos. Y necesitan cambios estructurales para cambiar los incentivos y aumentar y mejorar la representatividad.
¿Cree que con Joe Biden su país ha retomado el liderazgo como promotor de la democracia liberal, o tal vez ese liderazgo estaría hoy más en Europa, por ejemplo, como modelo a seguir?
Creo que es maravilloso que Europa se esté uniendo más, y se vuelva más estratégica y democráticamente activa y resuelta. Por supuesto, en esto ha tenido mucho que ver la crisis por la invasión rusa a Ucrania y ahora la ampliación de la OTAN. Creo que es un momento de transformación para Europa, y todo eso es algo positivo. Creo que la carga sobre Estados Unidos ha sido demasiado grande y no sabemos qué va a pasar en las próximas elecciones presidenciales. Creo que Biden ha dado un paso al frente para reafirmar el liderazgo global estadounidense y el liderazgo demócrata con respecto a Ucrania, pero también en la crisis global de la democracia en general... Así que creo que el liderazgo estadounidense es vital para el futuro de la democracia y para hacer retroceder las tendencias autoritarias en el mundo. Pero no puede ser sólo Estados Unidos. Necesitamos alianzas democráticas más fuertes. Y eso no solo se refiere a la Alianza Transatlántica, sino también a las alianzas Transpacíficas, incluida la asociación Quad entre Australia, EE.UU., Japón e India. Corea ha indicado que quiere entrar en esto. Eso significa que tenemos que tener -y no puedo enfatizar esto demasiado- una Alianza Democrática Interamericana más fuerte, más coherente y más activa. Y creo que eso significa revitalizar la Organización de los Estados Americanos. Necesitamos una comunidad interamericana fuerte para trabajar juntos, para defender, promover la democracia en las Américas y déjenme decir que creo que estamos entrando en un período muy problemático para la democracia en la región.
¿Por qué?
Chile ha pasado bastante bien sus elecciones presidenciales. El Presidente Boric creo que ha mostrado algunas tendencias moderadoras. Si intentara gobernar desde la extrema izquierda sería peligroso, creo que es una lección de la historia de Chile. Pero la democracia en el Perú pende de un hilo. Simplemente no puedo enfatizar lo suficiente el terrible desastre que es la democracia en el Perú y lo inestable que es... Y luego tienen la situación de Venezuela, con cinco millones de refugiados de un tipo de Estado fallido. Argentina es un desastre… La comunidad interamericana debe recomprometerse en una búsqueda de soluciones. Norte y Sudamérica tenemos mucho trabajo, que ojalá podamos hacer en conjunto.
¿China es un gran desafío o un riesgo? Usted plantea que Estados Unidos debería tener una “colaboración escéptica” con ese país.
El problema no es que China esté aumentando su poder e influencia. Los problemas son que lo está haciendo de una manera que está aumentando el acoso y la agresión con la intención cada vez más clara de usar la fuerza militar para conquistar Taiwán, que es una democracia autónoma y vibrante. En segundo lugar, que el sistema político interno en China es cada vez más un sistema político totalitario, dominado por un solo gobernante impulsivo y creo que megalomaníaco. Tercero, China está utilizando lo que llamamos poder agudo (sharp power) para penetrar las instituciones políticas, los medios, las universidades y la sociedad civil de las democracias de todo el mundo.
Respecto de la situación de Ucrania, ¿qué escenarios ve?
Las buenas noticias son que Rusia ha fallado -y posiblemente seguirá fallando- en su esfuerzo de simplemente devorar un país. La mala noticia es que Rusia está determinada a salvar algo de su agresiva acción contra Ucrania. Está continuando con asaltos militares feroces en porciones significativas del territorio. Esto puede seguir adelante por mucho tiempo, porque está ganando grandes cantidades de ingresos por el petróleo de Europa y otras partes del mundo. Estoy a favor de una aproximación dual: por un lado, Estados Unidos y Europa debieran seguir dándole a Ucrania las armas que necesita para defenderse, y los recursos que necesita, incluidos los financieros, para poder atravesar este horrible y debilitante asalto a sus instituciones y su integridad física. Por otro lado, debiéramos seguir buscando posibilidades de negociación para terminar el conflicto. Pero Rusia no está preparada para eso ahora. Solo quiere terminar esto en términos que le permitan tragar agresivamente y de modo permanente partes significativas de Ucrania. Y no creo que Ucrania pueda o quiera permitir eso. Pienso que esto probablemente pueda durar meses, pero puede durar dos o tres años.
Por último, ¿qué sabe de la situación chilena después del estallido social y el camino hacia una nueva Constitución?
No he estudiado la nueva Constitución en detalle, por lo que no quiero hacer un comentario detallado sobre ella. Vi algunos elementos que me preocupan un poco. Creo que una Constitución debería ser un documento relativamente sobrio y no tener mucha política social incorporada en la Constitución. Esta es la forma en que yo abordo las cuestiones de diseño constitucional. Una Constitución debería ser un documento político sobre la estructuración de los derechos y responsabilidades políticos y cívicos. Y podría ser la política social correcta hacer que la educación superior sea gratuita, por ejemplo. Pero incrustar eso en la Constitución es, creo, mezclar el propósito de la Constitución -que es establecer las reglas básicas para la gobernabilidad y el ejercicio del poder político y la defensa de los derechos políticos y cívicos- con el propósito de gobernar, que es hacer política social... Tengo algunas reservas sobre ese elemento, pero los chilenos son los que deben elegir y no los extranjeros decirles qué hacer.