El economista John Maynard Keynes predijo, en 1930, que 100 años después la sociedad sería tan próspera que se trabajaría 15 horas a la semana. Sin embargo, el plazo keynesiano claramente no se cumplió. Es más: suena a una utopía completa. Pero el antropólogo sudafricano James Suzman explica que, de hecho, eso ya pasó en la historia.
Es el modo como nuestros antepasados vivieron por miles de años: hasta la masificación de la agricultura, los cazadores-recolectores trabajaban unas pocas horas al día. Suzman estudió esto in situ, en un lugar donde ese estilo de vida persistía. Entonces partió a vivir con los Ju / ‘hoansi en Namibia. Una tribu que hasta fines del siglo XX seguía dedicándose a la caza y recolección. Allí entendió su concepto del trabajo, del tiempo, de las posesiones y de lo comunitario, las que han quedado plasmadas en sus libros. En el último de ellos, Una historia de cómo empleamos el tiempo, analiza los conflictos del modo de trabajo actual, sus cegueras y sus posibilidades. Ya no nos motiva lo que necesitamos, sino lo que deseamos, y de ahí la cantidad de horas de trabajo que conducen a estrés y fatiga. Describiendo el modo de vivir de esta tribu, disecta el modo de trabajo actual.
“La verdad es que mucho del trabajo que hacemos hoy no es uno que nos brinde satisfacción o alegría. Pero estamos diseñados para gastar energía y buscar propósito a partir de esto. Mi sensación es que hemos institucionalizado culturalmente la idea de que el trabajo es algo que buscamos en la sociedad, en lugar de hacerlo para nosotros mismos. Pero durante la mayor parte de la historia de la humanidad, el trabajo es algo que hemos hecho para nosotros mismos. Eso es lo que inspiró a los artistas antiguos. Nadie les dijo, sabes, ‘tienes que ir a pintar rinocerontes en una cueva hace 3.000 años, porque es tu trabajo’. Lo hicieron porque cuando tenemos energía, tenemos un propósito expresivo natural”, dice vía Zoom desde Cambridge, en Reino Unido.
¿La pandemia ha afectado este concepto del trabajo?
Cuando hubo cuarentenas, por ejemplo, las personas que no podían ir a trabajar encontraron cosas que hacer. Cogieron esa guitarra del ático que no habían tocado durante años. O empezaron a cocinar. En Inglaterra, una nación con la peor comida del mundo, no se podía comprar harina en ningún lado durante la cuarentena, porque todos se habían convertido en panaderos y la gente estaba haciendo masas madre... era ridículo. (Los humanos) tenemos un propósito, encontramos cosas que hacer. Y también, si no tenemos esta presión -esa cosa que nos devora y nos dice que tenemos que hacer más, que tenemos que pagar esta factura y la otra-, en realidad tendemos a encontrar la cantidad correcta de cosas para hacer con bastante naturalidad. Si estuviéramos haciendo lo que realmente funciona, lo que nos gusta, creo que no solo haríamos un trabajo mucho más útil que ahora, sino que también habría muchas más personas en las profesiones que consideramos útiles, como profesores, médicos, investigadores médicos... Y probablemente todos estaríamos mucho más relajados.
¿Qué aprendió de los Ju / ‘hoansi en este sentido?
Ciertamente, no los afectan algunas de las cosas que nos hacen sentir miserables a nosotros. Y muchos de nosotros somos miserables por tener estas ambiciones descomunales que nunca se satisfacerán. Trabajamos y trabajamos y trabajamos y nunca estamos satisfechos. Ellos, por el contrario, nunca fueron rehenes de ambiciones como estas. Y esa es, en parte, la razón por la que pudieron disfrutar de su tiempo libre, a pesar de que a menudo era una vida mucho más dura que la de la mayoría... Tenían una afluencia, no abundancia. Tenían muy poco, pero disfrutaban de lo poco que tenían mucho más de lo que parece que somos capaces nosotros de disfrutar de la enorme cantidad que tenemos. Estamos inquietamente insatisfechos. Creo que hay una lección profunda en eso.
¿Por qué quiso ir a conocer cómo vivían?
En primer lugar, porque parecía que nuestros antepasados cazadores-recolectores no tenían vidas que fueran tan difíciles como nos habían hecho creer, y eso para mí fue extremadamente interesante. Y en segundo lugar, se trataba de una vida sumamente sostenible. Este era un estilo de vida que había existido durante un período de tiempo extraordinariamente largo. Y todos nosotros hemos nacido en una era donde el cambio es endémico en todo: esperamos que nuestros nietos e hijos vivan en un mundo bastante diferente al que crecimos. Mientras que para ellos, esto era una especie de cultura y una forma de vida establecida, que de alguna manera fundamental se remontaba a los orígenes mismos de la humanidad.
Y se dio cuenta de que tenían una vida mejor, porque trabajaban 15 horas a la semana. ¿Qué pasó en nuestra evolución que empezamos a trabajar más horas?
La agricultura. Creo que fue la transición más extraordinaria, y fue una transición muy lenta. Para los cazadores-recolectores, ganarse la vida con la tierra significaba que concentraban casi todo su esfuerzo laboral en satisfacer sus necesidades inmediatas. Pero lo hicieron porque estaban seguros de que, realmente, con un par de horas de esfuerzo espontáneo podrían obtener toda la comida que necesitaban ese día, no tenían que preocuparse por almacenar más, etc. Y lo mismo se aplica a las culturas de caza y recolección en todas partes.
La agricultura, como escribe, también cambió la relación con el tiempo…
Sí. Los cazadores-recolectores pensaban muy poco en el futuro y en el pasado. Cuando comencé a trabajar con ellos, quería recopilar sus historias orales, pero simplemente no tenían. Ellos decían: “¿Por qué? Realmente no nos importa mucho el pasado”. Te sentabas con un grupo de personas mayores y ni siquiera eran capaces de recordar quién nació primero entre ellos. “Oh, no puedo recordar. ¿Y quién es tu abuelo? No lo recuerdo”. Simplemente no se enfocan en el pasado de la manera en que lo hacemos nosotros, y tampoco se enfocan históricamente en el futuro. Están muy centrados en el presente, y creo que hay una especie de arte en esa vida. Después de todo, hoy gastamos millones y millones de dólares cada año en clases de yoga, en todo tipo de cosas solo para estar mindful y vivir el momento, y ellos han dominado este arte.
¿Qué rompe con ese presentismo?
En primer lugar, todo el trabajo agrícola se centra en el futuro y, por lo general, se centra en el futuro muy lejano, en un año más adelante.
Además de los riesgos propios de la naturaleza.
Una inundación, una sequía, podían arruinar toda la cosecha y esto crea, a su vez, esta obsesión con los excedentes. Esta fijación con la escasez, esta fijación con trabajar para el mañana, esta fijación con tener recursos porque, ya sabes, tener una gran cosecha un año no es un gran motivo de celebración.
Las horas plásticas
¿Cree que la pandemia permite ver esto desde un ángulo diferente?
Existe esta maravillosa frase de un filósofo llamado Gershom Scholem. Habla de “horas plásticas”, esa clase de momentos revolucionarios donde de repente las cosas viejas han comenzado a derrumbarse. Hace dos años, las instituciones que rodean nuestra economía, no podíamos atrevernos a cambiarlas. Creo que la pandemia de Covid ha sido una minicrisis, pero una suficiente como para permitirnos, al menos, cuestionar algunos aspectos. De hecho, ha transformado algunos aspectos de la forma en que trabajamos. Por ejemplo, estamos ahora usando esta tecnología de Zoom, que hemos tenido durante 10 años, pero nunca la hubiéramos usado hace cinco años. Entonces ya ha habido ese cambio. Y sí creo que ha instigado un período plástico más general en torno a la riqueza y la organización y cómo trabajamos, y básicamente ha invitado a la gente a hacer preguntas. Creo que estamos en uno de estos momentos de oportunidad única. Es una gran responsabilidad para nosotros, tenemos que ser lo suficientemente valientes para actuar, para aprovechar la oportunidad. Y creo que ese es el tipo de gran desafío al que nos enfrentamos ahora: hemos tenido esta crisis, que nos permite pensar en forma un poco más global por una vez.
La globalización nunca ha sido más evidente que con el Covid.
Sí. ¿De dónde vienen las nuevas variantes? Vienen de lugares donde la desigualdad significa que efectivamente las vacunas no han llegado. Así que tenemos esta dinámica un poco más globalizada. Y espero que esta sea una oportunidad para que reconozcamos que el mundo ha cambiado fundamentalmente, y que adaptarnos a él para la próxima generación requiere que estemos abiertos a la experimentación. Tenemos que estar abiertos a organizar las cosas de manera muy diferente a como lo hacemos ahora. Y para hacer eso, tenemos que ser humildes. Tenemos enormes cantidades de riqueza y capacidad intelectual, pero las distribuimos terriblemente mal. Así que abramos nuestras mentes y experimentemos y estemos preparados para fallar. Pero tratémoslo como si fuera un problema de ingeniería. ¿Cómo diseñamos una sociedad que funcione mejor para todos y que sea sostenible? Espero que el Covid nos haya dado un paso más cerca de tener ese tipo de apertura y mentalidad.
En su libro describe tres rasgos de la naturaleza humana: seres culturales, adaptativos e intransigentes a la vez. Suena contradictorio, ¿no?
Creo que hay una paradoja en la base de esto, pues evolucionamos para ser criaturas que se adaptan a los espacios a partir del conocimiento acumulado y aprendido. Entonces, cuando los humanos fueron por primera vez al Ártico o al norte de Europa, no lo hicieron de una sola vez.
Entonces, ¿qué se puede hacer para avanzar?
Lo que tengo es esperanza de que cuando hablamos de nuestra adaptabilidad intrínseca, tal vez podamos aprender a ser mejores para enfrentar el cambio. Que podamos realmente desarrollar instituciones culturales y formas de ser y experimentar el mundo que estén bien adaptadas para aceptar y anticipar que las cosas cambiarán. Y tal vez eso nos haga tener la mente un poco más abierta sobre la posibilidad de organizar las cosas de manera diferente en el futuro. Creo que parte de la dificultad y de la ansiedad que tiene la gente ante el cambio generalizado se debe a que no lo queremos. No lo esperamos: queremos que el mundo sea estable y estático. Pero si nos programamos para esperar que el mundo cambie, tal vez seamos mejores en eso.
Y, finalmente, ¿todavía tiene una relación con los Ju / ‘hoansi?
Sí. Los últimos dos años es el periodo más largo en que no los he visitado desde 1990, y fue simplemente por el Covid. Están increíblemente empobrecidos, plagados de enfermedades, miserables, sin tierra, con enormes problemas sociales. Fueron incorporados a nuestra economía y les quitamos todo lo que poseían: la tierra, el espacio, el potencial de sustento.