Cuando piensa en el futuro, José Luis Martí no advierte distopías oscuras ni sombrías dictaduras digitales. Desde luego, distingue retos y desafíos. Pero el coordinador de Global Democracy Project, plataforma que estudia las complejidades de la democracia a nivel global, observa sobre todo posibilidades y la oportunidad de un mejor sistema democrático: “Yo no sé qué instituciones tendremos en el futuro, pero sí creo que será una democracia más global, sin duda más tecnológica y también más participativa”.
Doctor en Filosofía Política, José Luis Martí investiga en torno a la democracia digital desde hace 20 años. Junto con liderar el proyecto multidisciplinario Global Democracy, colabora con GovLab, laboratorio de la Universidad de Nueva York que estudia formas innovadoras de utilizar la tecnología para un gobierno más eficaz y transparente.
Ciertamente, para Martí las nuevas tecnologías tienen un efecto transformador positivo. Pero no elude ni omite los peligros que encierran las herramientas digitales.
-Todos sabemos que las redes sociales han hecho muchísimo por ampliar el debate público, pero también sabemos que en las redes hay muchísima actividad que no tiene nada que ver con un debate saludable, sino más bien con insultos y manipulaciones. Lo mismo pasa con la inteligencia artificial y con cualquier otra tecnología: tienen un enorme potencial para mejorar y fortalecer la democracia, para permitir a todos los ciudadanos participar de una forma que hasta hace muy poco era impensable. Pero al mismo tiempo, el potencial de manipulación y de dominación es muy grande. Tenemos que conocer estos peligros para poder darles una respuesta adecuada.
Académico de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, Martí subraya que la digitalización de la democracia es “un fenómeno imparable”. “La mayoría de nuestra vida democrática ya ocurre de manera digital: en internet, en las redes sociales, a través de nuestro teléfono o de nuestra computadora. La democracia digital ya es una realidad, no podemos volver atrás. Tenemos que mirar al siglo XXI y utilizar las armas que tenemos”, dice.
Martí resalta algunos ámbitos donde las herramientas digitales han significado una transformación significativa:
-Las nuevas tecnologías hacen posible la absoluta y total transparencia de los poderes del Estado. Hoy la administración pública podría ser absolutamente transparente. Otra cuestión es si queremos ser totalmente transparentes o pensamos que algunos ámbitos no deberían serlo. Hoy, además, la democracia directa es posible. Es tan fácil como tomar los teléfonos móviles y a través de un software sencillo y de alta fiabilidad consultar a los ciudadanos en tiempo real, no ya todas las decisiones de la administración pública, esto es imposible, pero al menos aquellas que son más importantes. Es una posibilidad real. Nunca antes había sido posible.
¿Las herramientas digitales podrían transformar la democracia?
Hoy las nuevas tecnologías abren espacios y formas de participación que van a romper la manera en la que pensábamos la democracia y van a transformarla radicalmente. La democracia históricamente sólo podía tener sentido con una base territorial. En Atenas, hace 25 siglos, la base territorial era la ciudad-Estado, la polis griega. Hizo falta llegar hasta el siglo XVIII para ser capaces de construir democracia a un nivel más amplio, el Estado-nación. Pero hoy es posible, desde un punto de vista empírico, articular la democracia a nivel global, más allá de las fronteras de un territorio nacional. Hoy todos enfrentamos grandes retos de escala planetaria: el cambio climático, la pandemia, la seguridad nuclear, la seguridad financiera. Y necesitamos dar una respuesta que también tenga una escala planetaria. Pero en los últimos años los Estados han fracasado a la hora de proporcionar respuestas efectivas a todos estos retos. Y, por tanto, es obvio que necesitamos articular una respuesta democrática que vaya más allá de los Estados y que permita coordinar la respuesta que dan los ciudadanos de distintos países. Y las tecnologías permiten hacer esto, trascender las fronteras territoriales. Es lo que los expertos en la revolución digital llaman el efecto de desterritorialización que permiten las nuevas tecnologías.
¿Va a cambiar el modelo que conocemos de democracia?
Los valores democráticos son siempre los mismos. Eso no va a cambiar. La democracia representativa ha funcionado bien durante más de dos siglos para enfrentar los retos que eran propios de esos siglos. Hoy cada vez hay más personas que sostienen que los retos del siglo XXI requieren de instituciones nuevas que todavía no han nacido. El modelo que conocemos como democracia moderna representativa está llegando a su fin y, por lo tanto, va a transformarse en algo distinto, donde efectivamente la tecnología digital va a tener un papel absolutamente central.
¿La tecnología va a favorecer una democracia más directa?
Puede permitirnos una democracia más directa, sin duda. Y algo tal vez más interesante, nos puede permitir mejorar las instancias de representación que tenemos. A mi juicio, si nos enfocamos en el futuro tenemos que pensar cómo la tecnología digital nos va a ayudar a mejorar tanto la participación directa de la ciudadanía como la propia representación.
¿Conoce experiencias que estén trabajando con éxito en esa dirección?
El ejemplo más fascinante es la plataforma Virtual Taiwán. Es una plataforma digital que combina distintas tecnologías: la tecnología blockchain para dar seguridad a las interacciones, algoritmos de inteligencia artificial y una plataforma clásica virtual donde los ciudadanos pueden ingresar. Es una especie de intranet donde cada ciudadano entra con su perfil y puede interactuar con otros ciudadanos. En el mundo hay muchas plataformas digitales de participación, pero la más avanzada es la de Taiwán, desarrollada por el ministro de Tecnologías Digitales. Y lo que aprendemos con este ejemplo es que incluso una sociedad relativamente pequeña como Taiwán encuentra muchísimas ventajas en la participación digital. Esta plataforma también permite la deliberación. Los algoritmos de inteligencia artificial van a cumplir un papel muy importante para permitirnos organizar el debate público, también a nivel mundial, de una manera totalmente distinta y con valor añadido.
Ese es uno de los mayores retos, ¿cómo mejorar el debate?
Cuando se crearon estas plataformas privadas, Facebook, Twitter, no sabíamos qué impacto iban a tener en los comportamientos de la ciudadanía. Hoy sabemos que las decisiones que toman estas empresas respecto del diseño de la plataforma tienen un impacto directo en la calidad de las interacciones de sus usuarios. Las empresas propietarias tienen la capacidad de fomentar un debate más argumentado, de mayor calidad. Si no lo han hecho es porque han preferido llevar las plataformas en una dirección que les resulta más rentable económicamente. Hasta cierto punto es esperable y comprensible. Pero hay otras maneras de diseñar las plataformas que podrían fomentar el debate público y minimizar el riesgo de manipulación. Hay estudios en varios países que están desarrollando programas piloto para fortalecer esta posibilidad. Hay algoritmos que permiten seleccionar los argumentos más fuertes, más sólidos, en favor de distintas posiciones frente a un debate determinado. Por ejemplo, si un ciudadano quiere ingresar a un foro de deliberación y discutir sobre el aborto, los algoritmos hoy son capaces de identificar qué argumentos son vistos como más robustos o más sólidos dentro de este debate y permiten darles visibilidad. Esta es una manera de focalizar el debate de una forma constructiva y también de evitar la manipulación. Y esto nos hace reflexionar sobre la enorme importancia que tiene la titularidad de estas plataformas: no es lo mismo que una red social esté en manos de una empresa privada a que esté en manos de una institución que persiga el interés público.
Si bien se suele señalar a las redes sociales como responsables de generar o agudizar la polarización política y las fake news, Jose Luis Martí advierte que esos fenómenos son anteriores a las plataformas.
-Nunca antes en la historia de la democracia la ciudadanía ha tenido a su disposición tanta información y tanta capacidad para contrastar esa información. O sea, hay que tener mucho cuidado en romantizar nuestras democracias del pasado. Ninguna de ellas fue perfecta, todas tenían problemas. La capacidad de manipulación de la información era mucho mayor hace 50 años que hoy. Las redes tienen muchos inconvenientes y peligros, pero hay que ser justos con ellas.
¿De qué manera combatir la polarización y las fake news en las redes?
Sabemos que la participación anónima, que es prevalente hoy en las redes sociales, es perjudicial para el debate público. Gran parte de las campañas de fake news y de desinformación utilizan cuentas falsas, trolls y otras formas de manipulación. Para que la participación tenga calidad tiene que ser hecha de forma no anónima o con una forma de anonimato en la que al menos el propietario de la plataforma sepa quién es, en última instancia, el usuario propietario de la cuenta. De cara al público podría mantener el anonimato, pero de cara a la compañía esa persona estaría identificada. Y en segundo lugar, hay que mirar los algoritmos. Ya lo dijimos, las redes hoy están diseñadas con el ánimo de maximizar su beneficio económico. Y eso hace que los algoritmos privilegien contenidos que tienden a potenciar el insulto, la confrontación, la descalificación. Por tanto, destruyen la calidad del debate público. Pero las compañías podrían cambiar esos algoritmos. ¿Cómo? Una forma sería obligar a las compañías a hacerlo legalmente. Me parece que es la forma más fácil. La alternativa es crear, como sugería, plataformas o redes de titularidad pública, no necesariamente en manos del Estado, porque el Estado que controle una plataforma de este tipo podría tener demasiado poder. Pero todos conocemos referentes de fundaciones privadas de interés público que hacen las cosas de manera distinta. Wikipedia, por ejemplo. Wikipedia es la gran enciclopedia que utilizan todos los ciudadanos del planeta. Es un ejemplo de éxito de lo que podemos construir entre todos a través de la inteligencia colectiva. Y la titularidad de Wikipedia es privada; es una fundación privada que no busca maximizar beneficios, sino que trabaja por un interés público, con sistemas de control, etcétera.
¿Qué piensa del voto electrónico?
Dentro del ámbito de la democracia digital fue seguramente la primera cuestión que se planteó. Para garantizar la máxima seguridad posible, el nivel de complejidad y de sofisticación de las herramientas digitales que necesitaríamos es tan elevado que seguramente las ventajas que puede aportar no son tan grandes. El ciudadano que no quiere votar tampoco votará, aunque sea fácil hacerlo a través de las nuevas tecnologías. Es verdad que la democracia directa hoy es técnicamente posible, pero no es tan deseable. Si un ciudadano tiene que votar cada mañana sobre una ley distinta, y no ha tenido tiempo para informarse, ¿qué valor agregado puede tener ese voto? Es más importante utilizar las nuevas tecnologías para mejorar realmente la calidad de la democracia, dando información, permitiendo deliberar, para que la participación tenga mayor libertad. Este es el reto.
¿Realmente cree viable la democracia global?
Políticamente no va a ser fácil y no sé si llegaremos a verlo nosotros. Pero si pensamos en el futuro, las nuevas tecnologías van a profundizar todavía más en la globalización cultural. Vamos a tener más información sobre lo que está ocurriendo en otros puntos del planeta. No vamos a poder desinteresarnos de esos acontecimientos que ocurren en el resto del mundo. Vamos a estar más cerca los unos de los otros. Hoy, en Chile, el reto de la nueva Constitución es muy importante. Pero esa Constitución, aun si fuera perfecta, no resolverá todos los problemas de Chile. Es obvio, porque ninguna ley puede hacerlo. Pero sobre todo porque hoy muchos de los problemas que enfrenta la sociedad chilena son problemas globales. Y en estos grandes problemas la sociedad chilena no está sola, tiene que estar unida al resto de sociedades del mundo para encontrar soluciones adecuadas. Cuanto más lejos miro al futuro, veo una democracia más global, más tecnológica y más participativa.