Cuando ayer algunas de las clases en el Internado Nacional Barros Arana (INBA) ni siquiera arrancaban, la dirección del liceo, encabezada por la nueva rectora María Alejandra Benavides, informaba que “debido a graves incidentes al interior del establecimiento se tomó la decisión de realizar despacho preventivo a todos los estudiantes a las 8:30 horas”.

Esos incidentes, sumados a una fogata con desechos que un grupo encendió para intentar cortar el tránsito durante la mañana y que la oficina de la propia rectora haya sido atacada, fueron la gota que rebalsó el vaso apenas tres semanas después de haber retomado las clases presenciales luego de una toma y decenas de manifestaciones desde marzo -muchas de las cuales culminaron en actos violentos- en demanda de una serie de mejoras en las condiciones del estudiantado. ¿Resultado? El INBA suspendió sus clases presenciales por un mes y la normalidad que se había intentado recuperar se esfumó de un plumazo. La virtualidad se extenderá hasta julio, como mínimo.

En los últimos años imágenes como estas se han repetido en casi todos los liceos emblemáticos del país, concentrados en Providencia y principalmente en Santiago, comuna donde se ubican 12 de los establecimientos educacionales públicos más tradicionales de Chile.

Precisamente ese tipo de acciones son las que han llevado a que, sin importar el color político del alcalde de turno en el municipio santiaguino, la matrícula escolar de esos establecimiento vaya sostenidamente a la baja desde hace casi dos décadas, coincidentemente desde el inicio de la movilización estudiantil secundaria de 2006, más conocida como la Revolución Pingüina. Y si bien las manifestaciones se dieron a lo largo y ancho de casi todo Chile, en Santiago parece haber gatillado una crisis en todo ámbito que a la fecha muestra una pérdida, según datos de la Dirección de Educación (DEM) de Santiago, del 32,7% de su matrícula desde ese año, cuando el alcalde era el UDI Raúl Alcaíno.

“Desde 1999 la matrícula total de la comuna ha venido sistemáticamente bajando, pasando de 100 mil estudiantes a cerca de 80 mil en 20 años. Estas cifras consideran educación básica y media juntas, en todos los tipos de sostenedores (municipal y privados de ambos tipos)”, dicen desde la DEM, donde añaden: “Mirando solo la matrícula municipal se aprecia que la caída más fuerte se ha dado en los liceos. El total de la matrícula de educación básica y media municipal ha caído de 39.207 estudiantes a 30.466 entre 2004 y 2021. Al mismo tiempo, en el mismo periodo la matrícula para las escuelas básicas pasó de 11.800 estudiantes a 12.092, manteniéndose más bien estable, aunque al alza. Los liceos, en cambio, pasaron de 26.453 a 16.899 entre esos mismos años”.

En ese sentido, si se ahonda en la situación de los liceos, se pueden encontrar situaciones variadas y cada una con un contexto particular. Así, por ejemplo, el Instituto Nacional o el Liceo 1 han tendido a mantenerse dentro de un cierto rango, aunque evidencian desde hace casi 10 años una tendencia a la baja.

Hay otros casos, como el Liceo de Aplicación -que también han experimentado serios incidentes en los últimos años-, donde la baja se experimenta desde incluso antes de la Revolución Pingüina, año en que tenía 2.956 alumnos. Hoy posee casi la mitad, con 1.520.

Asimismo, desde Santiago ejemplifican con el Darío Salas, que pasó en 2006 de tener 1.639 alumnos a su momento de mayor crisis en 2018, cuando apenas recibió a 518 estudiantes. Al año siguiente subió a 1.019, lo que coincide con la decisión de ampliar el liceo a toda la educación básica y hasta kínder, pero también con los aumentos de la población migrante en la comuna, especialmente venezolanos. De hecho, en 2021 el 46% de la matrícula del liceo era de esa nacionalidad y el 63% era migrante, proporción muy por sobre la media -aproximadamente 20%- de la comuna.

Hay liceos, eso sí, que comenzaron el descenso de sus matrículas varios años después de las movilizaciones de 2006, como el Manuel Barros Borgoño, que comenzó el descenso en 2010 al igual que el Confederación Suiza, o el Bicentenario Teresa Prat, que vivió lo propio desde 2015.

En el análisis hay también cifras muy decidoras, con liceos emblemáticos que llegaron a tener más de 1.000 alumnos en su matrícula y que en algunos casos cayeron a menos de 500, como el Miguel Luis Amunátegui (de 1.491 en 2006 a 487 en 2021) o el Miguel de Cervantes y Saavedra (de 1.262 en 2007 a 472 en 2022).

Y si bien el entonces edil Alcaíno fue quien comenzó a evidenciar una baja en la matrícula de los liceos de su comuna, fue durante la administración de Pablo Zalaquett (también UDI) que los liceos emblemáticos comenzaron a sufrir más. Si en su primer año de gestión en 2009 ese tipo de instituciones tenía en su conjunto una matrícula de 20.432 alumnos, su último año en el sillón municipal el registro descendió a 18.063, un 11,6% menos.

Después vinieron Carolina Tohá (PPD), que en cuatro años pasó de 17.638 a 16.573 (-6%), y Felipe Alessandri (RN), que bajó de 15.835 a 13.817 (-12,7%) en 2021, el año más bajo de la matrícula de los liceos emblemáticos de Santiago al menos tras el regreso a la democracia. El recuento llega finalmente a la actual alcaldesa Irací Hassler (PC), que comenzó su mandato en junio de 2021 con el año escolar ya iniciado y una matrícula de 13.817 estudiantes, logrando subirla este año a 14.322 (+3,5%), lo que se traduce en un aumento de 505 estudiantes.

Vista aérea del Internado Nacional Barros Arana luego de estar en la polémica porque alumnos incendiaron dos motos de los guardias municipales y un vehículo utilitario FOTO: DIEGO MARTIN/ AGENCIAUNO

En este sentido, durante la administración Alessandri, siete de los 12 liceos científico-humanistas emblemáticos de Santiago (Instituto Nacional en 2021, Miguel Luis Amunátegui en 2021, Bicentenario Teresa Prats en 2021, Manuel Barros Borgoño en 2021, Confederación Suiza en 2021, Darío Salas en 2018 e INBA en 2021) llegaron a su matrícula más baja al menos desde 2006. Para algunos, de hecho, fue su matrícula más baja desde 1990. Hassler, en tanto, tiene tres con récord de baja matrícula (Javiera Carrera, Aplicación y Miguel de Cervantes y Saavedra), mientras que Zalaquett se anota con dos (Isaura Dinator de Guzmán en 2012 y República de Brasil en 2010).

Por contrapartida, Alcaíno evidentemente tiene los momentos más altos desde el comienzo del descenso general y anota a ocho liceos con el peak de matrícula desde la Revolución Pingüina: Miguel Luis Amunátegui, Isaura Dinator de Guzmán, Bicentenario Teresa Prats, Aplicación y Darío Salas en 2006; Manuel Barros Borgoño, Confederación Suiza y Miguel de Cervantes en 2007. Tohá, en tanto, tiene dos (Instituto Nacional en 2013 e INBA en 2014), mientras que Zalaquett (Javiera Carrera en 2011) y Alessandri (República de Brasil en 2020) tienen uno cada uno.

En su vecina Providencia, sostenedora de otros seis liceos emblemáticos (Alessandri, Carmela Carvajal, Juan Pablo Duarte, Lastarria, 7 y Tajamar), la matrícula ha sido más o menos estable en los últimos 14 años (de 2006 a 2009 no tienen registro digital). La evolución, de hecho, muestra años altos y bajos, con 2010 como el de mayor matrícula total (9.711) y 2015 como el más bajo (8.569). ¿Y 2022? Tienen 8.779 alumnos en sus liceos.

¿Quién es responsable?

La crisis es anterior a Alessandri, anterior a Carolina Tohá. No es endosable solo a las alcaldías, tiene que ver con un modelo de abandono que convirtió al Mineduc en una caja pagadora, que se despreocupó de la idea de gestión educacional en los territorios y empezó a concebir las escuelas como si existieran solas. Lo terrible es que la gestión de Alessandri acentúa esa crisis y la lleva a niveles muy radicales y profundos”. Este fue el análisis de Rodrigo Roco apenas asumió como director de la actual DEM, en julio de 2021.

Bárbara Soto, la antecesora de Roco durante la época de Alessandri, toma el guante: “No hay otra explicación: las movilizaciones han afectado muchísimo en las matrículas, porque los papás están cansados que sus hijos pierdan clases. Ahora, son los colegios municipales de la zona oriente los que están reemplazando a los emblemáticos, porque ahí no hay movilización”, asegura. Y añade: “Da mucha tristeza ver cómo antes los colegios emblemáticos eran la luz de esperanza de miles de familias para entregarles una educación de calidad a sus hijos y pudieran llegar a la universidad. Eso ahora ya no ocurre”.

En ese sentido, la exencargada de educación de Santiago dice que “uno de los desafíos que teníamos era aumentar las matrículas, porque se redujo enormemente el presupuesto de la DEM, pues estos colegios, que además son muy antiguos, necesitan mucha inversión en infraestructura”. ¿Lo lograron? Las cifras, dicho está, señalan que no, con siete de los emblemáticos en su peor momento matricular.

La exalcaldesa Tohá también aporta su análisis: “Hay que distinguir dos situaciones que son distintas. Una es la baja de la matrícula que ha tenido la educación pública en todo el país”. En el caso de los establecimientos de Santiago y particularmente de los liceos emblemáticos, agrega, “ha habido un fenómeno adicional, que ha sido que desde 2006 con la revolución estudiantil, 2011 con las movilizaciones estudiantiles y lo que ha seguido pasando desde entonces a la fecha, los liceos se han vuelto muy irregulares desde el punto de vista de su funcionamiento escolar y muchas familias prefieren no matricular a sus hijos en esos colegios. Eso ha traído una baja que se ha acelerado en los últimos años”.

La exedil, además, asegura que durante su gestión se puso como meta revertir la baja en la matrícula general de todos los establecimientos educacionales de Santiago, no solo de los liceos emblemáticos, cosa que, asegura, “se logró, se paró la caída y se incrementó levemente la matrícula”. Las cifras coinciden con su análisis, toda vez que la evolución anual de la matrícula escolar pública de toda la comuna fue de 32.523 en 2013, 31.836 en 2014, 31.910 en 2015 y 32.115 en 2016. “La mayoría de la recuperación se logró fundamentalmente en las escuelas y en algunos liceos no emblemáticos. En esos establecimientos la dinámica que se venía generando hace varios años estaba afectando la preferencia de los padres y de los mismos estudiantes”.

Fachada del Liceo de Aplicación en una imagen de archivo. Foto: Agencia Uno.

Zalaquett también aporta lo suyo: “Cuando llegué la demanda por cupos en los liceos emblemáticos en algunos era el doble de los que había”, recuerda. Y luego aminora el efecto del movimiento estudiantil de 2006 y pone el foco en el de 2011 que le tocó enfrentar. “Ahí parten las tomas y sale a relucir el movimiento anarco, ahí donde nace la vida política de Camila Vallejo y Giorgio Jackson, pero cuando esto se pone de una forma que ya no solo son marchas y tomas, sino destrucción, se perdían semestres enteros, eso significó que a partir de 2012 la matrícula bajara de forma considerable”. Y suma: “Lo que ha pasado era crónica de una muerte anunciada porque acá nadie le puso fin”.

Asimismo, al cierre se acuerda de su sucesora, Carolina Tohá: “Lo que sembró, pagó. Le tomaron todos los colegios, no pudo controlar y los centros de alumnos estaban mucho más empoderados, eso se fue en picada porque ninguna autoridad le puso el freno. Y cuando llegó Alessandri se encontró con una situación muy deteriorada y él puso freno, pero tuvo que empezar a desalojar”.

Finalmente, Alcaíno también entrega su análisis de la baja en las matrículas de los liceos de la comuna de la que fue alcalde: “Los padres y apoderados obviamente no quieren matricular a sus hijos en liceos donde se llevan en paros, protestas y donde les puede llegar un piedrazo o una bomba molotov. Todo esto organizado por grupos de padres, falsos apoderados y profesores anarquistas e ideologizados”.

La evolución de los últimos 14 años de la matrícula en los liceos de Providencia.