Lo que le ha tocado vivir este último año y medio a la cirujana Carolina Asenjo no ha sido sencillo. La directora médica de la Clínica Dávila ha vivido un carrusel de experiencias que la han llevado a observar de cerca la muerte, aunque también ha tenido la oportunidad de tomar algo de distancia para “reinventarse”.

La palabra que se me viene a la cabeza es torbellino”, dice Carolina, de 56 años, al recordar que pese a que hubo ciertas alertas, como la gripe H1N1, nada iguala al impacto que ha tenido el coronavirus. “Había una incertidumbre gigante que permeaba todo”, dice al referirse al momento en que el Covid-19 aterrizó en Chile. Esto, inmediatamente trajo cambios en las formas de hacer las cosas. “Miro a mis equipos y todos se sienten agobiados y frustrados. No vemos un fin”, reconoce.

A pesar de todo, Asenjo también siente orgullo por ser una de las pocas mujeres en Chile que dirige la pandemia en una clínica: “Lo logré por méritos propios. En un mundo aún machista, en general eligen hombres porque se piensa que tienen mayor capacidad de soportar”.

Carolina advierte que aunque es una premisa instalada -la de que un hombre resiste más-, ella misma ha dado muestras de lo contrario. De hecho, tanto ella como su madre e hija contrajeron Covid. “Fue una sensación de miedo y de abandonar a mi equipo en un momento álgido”, afirma.

El contagio de su madre, de 87 años, y el de ella, fueron leves. “Tuve tres días malos y eso me ha permitido empatizar con los pacientes, pero en el caso de mi hija…”. Esa fue una dura prueba para su familia. Esto, porque Carolina, de 20 años, se complicó. “Hoy sabemos lo que es, pero en ese momento no: cayó hospitalizada casi dos semanas, lo pasamos muy mal. Hizo un PIMS, que hoy sabemos que se puede dar, pero ahí fue bien dramático, nos mirábamos con mi marido y decíamos que estábamos fritos, pensando que era leucemia”, dice.

Carolina Asenjo lleva un detallado registro de todo lo que su clínica ha hecho en la pandemia. Hasta esta entrevista, habían pasado 3.654 pacientes Covid, de los cuales 395 fallecieron, el 11%.

No hay doctor en el mundo que se acostumbre a la muerte de un paciente, que no sufra”, cuenta, emocionada. Explica también que con un deceso se aprende a convivir, pero “cada vez que un paciente se muere queda una sensación de devastación interior (…). La muerte siempre es dura, no hay consuelo para eso”. Y eso ahora se nota más. “No estábamos acostumbrados a que se murieran cuatro o cinco enfermos diarios; eran los de un mes. Es una cuestión brutal”.

Los pacientes, sin embargo, no son las únicas pérdidas experimentadas. Durante 2020 falleció el médico Andrés Boltansky y también Manuel Alvarado, gásfiter del centro médico. “Conocía a la madre de Andrés, que fue enfermera. Lo tratamos con todo lo que existía, pero falleció. Era muy querido por nosotros”, se sincera. Alvarado, por su parte, estuvo casi tres meses internado antes de fallecer. “Es más difícil cuando se trata de una persona de la comunidad”, asevera. Para honrarlos, la sala de mantención llevará el nombre de Alvarado y el área de trasplantes, el de Boltansky.

Transformación

¿Cuánto la ha cambiado todo lo vivido? “Uno se cuestiona si la forma de vida que llevábamos valía la pena”, reflexiona, antes de sincerar que está meditando en irse a vivir a Aysén. “A veces digo que se acaba la pandemia y dejamos todo ordenado para una vida más simple”, dice. Asegura que el suyo es un pensamiento que también ve en otros, lo que cree está bien: “Uno dice que es mejor disfrutar la vida”.

“Hay un montón de cosas que hoy no me producen complejidad, que antes quizás sí. Aprendí a optar por lo que es relevante, a compartir más con mi familia, a tener a los equipos tranquilos. Hay que limpiar un poco la vida de cosas superfluas”, se extiende. Incluso, algunos de sus hábitos han cambiado, como dejar de preocuparse demasiado por la vestimenta o aprender a cocinar mejor. “Ahora ando con el buzo médico para todos lados”, señala. “Hay que ver la simpleza de las cuestiones, acostumbrarse a que aunque no sea perfecto, está bien”.

Su historia con el Covid refleja resiliencia, que en su definición es la capacidad para superar circunstancias traumáticas. “Tengo esa característica desde siempre”. Y concluye: “Que mi hija se mejorara me dio mucha fuerza. Lo pasamos mal, pero está sana. Es como decir que las cosas malas pasan por algo”.