A marzo de 2024, al menos 86 personas forman parte de la población que según el Ministerio de Desarrollo Social (Mideso) vive en situación de calle a lo largo de los ocho kilómetros del eje Alameda-Providencia. El detalle dice que son 46 los que viven en calle dura, 37 en carpas y otros tres en rucos construidos con nailon, poliéster y cartón.
Los datos se contrastan al caminar por las calles de la histórica avenida. Da la sensación de que, al menos los rucos, son más del cifrado oficial. Y hoy vuelven a poner en el tapete un problema del que en marzo de 2023 el gobierno mostraba avances al asegurar que habían logrado disminuir en un 92% la presencia de carpas en el eje. Hoy, sin embargo, parece que nunca se han ido.
Esa acción conjunta llevada a cabo por las municipalidades de Santiago, Providencia, además de la Delegación Presidencial, no ha logrado evitar que sigan proliferando las personas en situación de calle.
De hecho, hace una semana La Tercera revelaba que, según datos de Transparencia del mismo Mideso, de las 21.272 personas en situación de calle en todo el país que se autorreportaron en el Registro Social de Hogares -102,4% más que en 2017-, en toda la Región Metropolitana durante el mismo periodo pasaron de 4.517 a 8.780, lo que implica 94,3% más.
Juan Diego (48) es uno de esos miles. Él lleva años viviendo en la pasarela frente al monumento del General San Martín, a pasos del Palacio de La Moneda. Y como su compañero con el que vive hace cinco años en la calle se encuentra ausente, se queda hasta que llegue para cuidar lo que identifica como su casa: un ruco cubierto con frazadas y nailon que lo protegen del que identifica como el “oscuro frío de la noche”.
Durante el día la rutina es más o menos la misma: son las 12.25 del viernes 19 de abril y el sujeto ordena una montaña de ropa en su mochila para venderla y luego adquirir parches curitas, los que más tarde comercializará informalmente para comprar la comida que cocina en una olla apoyada en la muralla de concreto en la que sostiene su ruco. Todo esto mientras a su lado otros como él están sentados junto a sus rucos o en bancas que utilizan todas las noches. Los espacios se van haciendo propios.
El consumo de pasta base hace complejo entender del todo las palabras con las que explica por qué desde hace ocho años vive en las frías veredas de Santiago. “Aquí nos sentimos libres, dentro de tu casa estas bloqueado, no te dejan salir, me pasó lo mismo cuando caí preso en Colina 1 por robar. Me gustaba la ropa de marca, entonces empecé a hacer de las mías para conseguir plata, porque mis tíos me regalaban todo, pero después me dejaron botado. Fueron 17 años en cana, pero ya estoy chato, solo me dedico a sobrevivir”, se explaya mientras fuma un cigarro y se prepara para emprender rumbo a Avenida Matta. Y agrega: “Aquí nadie nos molesta, en otros lados me han apuñalado o pegado patadas”.
Aun así, admite que “en más de una ocasión los (guardias) municipales se han llevado todo” lo que tienen en su ruco, pero a pesar de eso insiste en que “es el mejor lugar para vivir”, porque se sienten protegidos.
Según la caracterización de las personas en situación de calle que maneja la cartera encabezada por la ministra Javiera Toro, casi el 80% son hombres.
A una cuadra de Juan Diego está Ricardo (50), quien permanece sentado sobre una frazada junto a su mochila, dos bolsas negras repletas de latas y arropado con cosas que ha conseguido en la basura, ya que en más de una ocasión, según señala, la municipalidad o Carabineros se han llevado todo del ruco que construyó hace ya muchos años.
La calle, detalla, ha sido su vivienda desde hace más de 20 años, luego de estar preso por violencia intrafamiliar contra su exesposa, y porque en más de una ocasión su hijo amenazó con matarlo.
“Luego de que me fui preso viajé donde mi hermano, que vive en Valdivia, pero cuando me vio me echó cagando, así que volví y empece a arrendar una pieza en Estación Central, en un segundo piso, pero me fui altiro, porque el que vivía en el piso de abajo fumaba pasta y me apuñaló, así que decidí juntar mis latas, ganar mis lucas y morir aquí”, relata.
El smartwatch que dice haber encontrado en la basura marca las 12.37 mientras el hombre cuenta que baja por todo el eje Alameda juntando latas. Las que más encuentra son de cerveza, cerca de Pajaritos. Luego se devuelve y duerme encima de su frazada. “Si no me encuentras aquí estoy en la calle Amanda Labarca”, dice.
Entre los que viven en el eje Alameda-Providencia casi todos se conocen. Sus historias, aunque con orígenes distintos, hoy tienen el punto en común de la calle, los rucos y las carpas. También las motivaciones para vivir ahí y no trasladarse a un albergue. “La calle es el mejor lugar para vivir”, coinciden.
Todo esto se ha convertido en una lucha que permanentemente han sostenido las autoridades aludidas, que tras un acelerado aumento de las personas en situación de calle durante los últimos años comenzaron a tomar medidas permanentes.
Por ejemplo, el Mideso ha dispuesto de 819 cupos totales de alojamiento temporal, de los cuales 555 están en residencias destinado a familias con niños, niñas y adolescentes (NNA); 710 atenciones diurnas; 741 viviendas; 2.470 atenciones psicosociales y sociolaborales; 520 Albergues Protege, y 430 Rutas Protege, ambas iniciativas destinadas a personas con deterioro de salud.
“Tras el aumento de los rucos durante los últimos años se han ido aplicando programas permanentes que buscan la superación de la situación de calle”, señalan desde el ministerio. Entre ellos está el Programa Protege Calle, que suma una nueva oferta de residencias familiares para entregar servicios de alojamiento, alimentación y atención psicosocial inicial a las familias con NNA, en su mayoría familias migrantes regularizadas que estaban en situación de calle. Y es que el aumento explosivo de la vida en la calle también ha ido de la mano con las últimas olas de migración. En Mideso, además, dicen que tienen soluciones de emergencia en los meses de invierno, “que permite aumentar los cupos de atención de calle durante los meses más fríos, con una implementación progresiva entre mayo y junio”. Es el llamado ‘Código Azul’.
Desde la Municipalidad de Santiago aseguran que, por su parte, realizan visitas periódicas a los sectores del eje Alameda que les compete. “Una vez que se instala alguna ocupación ilegal, desde la Dirección de Prevención y Seguridad Comunitaria se coordinan y realizan los operativos correspondientes de retiro de enseres y despeje de personas en situación de calle”, dicen, antes de destacar que desde calle Manuel Rodríguez al poniente no se ven rucos.
Asimismo, en Providencia, al menos hasta el mediodía de ayer, a un costado del Obelisco a Balmaceda era posible ver al menos dos rucos. Al ser consultados para esta nota, desde dicho municipio aseguraron -cerca de las 18 horas de este viernes- que durante la jornada se había retirado a la última de las 13 personas que estaban en esa condición en el eje.