Como un “diagnóstico perfecto” calificó el diario inglés The Guardian su libro El regreso liberal. Más allá de la política de la identidad (2017), en el que establece un diagnóstico acerca del auge de la derecha radical -Trump- y su relación con la izquierda estadounidense. Mark Lilla, destacado ensayista e historiador del pensamiento político, profesor de Humanidades de la Universidad de Columbia, amplió en este libro un artículo que escribió para The New York Times que tuvo gran impacto y debate. Lilla puso luz en qué había pasado en su país con la propuesta progresista de modo que hubiera “alimentado” a estos grupos sin darse cuenta. Y lo que, a su juicio, sucedió fue un desperfilamiento de la izquierda hacia las “políticas de la identidad” como foco central de la propuesta de izquierda (o liberal en términos norteamericanos).
No se trata de no luchar por quienes han sido discriminados e injustamente tratados en la sociedad. Lilla reconoce allí un sincero deseo de proteger a los más vulnerables, pero el que, sin embargo, ha “balcanizado al electorado, promovido el ensimismamiento en vez de la solidaridad, e invertido sus energías en movimientos sociales en vez de en los partidos políticos”, dice Lilla.
La clave para la izquierda es, a su juicio, “recuperar la noción de lo que compartimos como individuos y de lo que nos une como nación… Una imagen de cómo podría ser nuestra forma de vida compartida”. En esta entrevista es especialmente crítico del Partido Republicano de su país, dice que “no tienen programa político” y que hoy en Estados Unidos “solo hay un partido político”.
Vía Zoom, desde Roma, conversa con La Tercera sobre su obra y qué ha pasado -con la izquierda y la derecha- desde que la publicó. Partimos hablando sobre Brasil y el ataque de los bolsonaristas a las sedes de los tres poderes en Brasilia.
“Es muy fácil para los estadounidenses pensar que todos sus problemas tienen raíces en Estados Unidos y solo allí. Y ya no prestamos mucha atención a lo que sucede en otros países para poder decir que, en realidad, este es un fenómeno que ocurre en todas partes. Y creo que mucha gente en otros países comete el error de pensar que una idea estadounidense es como una especie de Covid: y que luego se propaga a otros países que necesitan protegerse contra eso, ¿no? Pero, en cambio, creo que lo que sucede es que cuando hay una enfermedad en la democracia, Estados Unidos se enferma primero. Y que está pasando algo más profundo. Algo que tiene que ver no solo con que ciertos grupos no se sientan representados, sino que también con un deshilachamiento del tejido social y de las normas de la cortesía y la discusión que, todos están de acuerdo, ha sido impulsado por internet, y que parece estar ocurriendo globalmente en nuestras democracias hoy”.
Usted fue muy crítico con las llamadas políticas de identidad, en el sentido de que estaban relacionadas o eran responsables de que surgieran estos movimientos de extrema derecha. ¿Cree que la izquierda sigue enfatizando este tipo de ideas o está evolucionando? Ahora está Joe Biden en su país y hay otros líderes socialdemócratas en el poder.
Sí, pero hay que tener en cuenta -y esta lección hay que aprenderla pronto- que es muy difícil hablar de LA izquierda en general, porque tiene tres “casas” y culturas diferentes. Uno está en la política electoral y, en ese sentido, las personas de izquierda que realmente tienen que ser elegidas se han vuelto cada vez más realistas sobre lo que deben hacer. Luego está la cultura de izquierda en las universidades. Y ahí la gente que tiene ideas que no resuenan en la gente, no pierde elecciones, pues tienen titularidad (tenure) en sus cátedras y además son pensadores. Entonces, hay una izquierda que está separada de la realidad política de ganar elecciones y de gobernar. El objetivo de un movimiento político es gobernar. Si no gobiernas, no haces nada. No se trata solo de cambiar la mentalidad de la gente, sino de realmente sostener las palancas del poder.
¿Y el tercer tipo de izquierda?
El tercero está centrado en Estados Unidos, y sí se filtra. Es una especie de izquierda de Hollywood, una izquierda en la cultura popular y son importantes en Estados Unidos, no sé si hay un correlato en otros países. Porque son ricos y por un lado financian candidatos, son muy importantes para el Partido Demócrata. Y en segundo lugar, les encanta cierta parte de la agenda de la izquierda, y quieren convertir eso en drama, y un drama moral con una simple lección moral, como si fuéramos niños de dos años. Y así, las personas que quizás no estén de acuerdo con la última agenda -digamos, por ejemplo, que tiene que ver con niños y si son transgénero-, de repente ven en su casa, a sus hijos, viendo estas cosas y ellos viendo esto, y sintiendo que se les está imponiendo en la cultura sin que ellos tengan voz, o que incluso haya un debate permitido al respecto, porque el debate se ha cerrado. Entonces mi posición no era que la política de identidad causara el surgimiento de esta derecha radical, sino que la alimenta. Es como si fuéramos la canasta del pan de la derecha radical, y les entregamos harina, verduras y carne todos los días, comportándose como lo hacemos.
Relacionado con eso: ¿Qué cree que es importante pensar en Chile para este nuevo proceso constitucional que estamos iniciando? La última propuesta fue rechazada por el 62% de las personas, y uno de los puntos en contra fue la sensación de fragmentación de identidades, en lugar de una idea más unitaria del país.
No sé si voy a darte una respuesta satisfactoria a esto, porque mis pensamientos aún están en desarrollo. Pero lo que más he estado pensando desde que publiqué el libro es en qué medida hay algo más fundamental que la ideología en marcha, que ha dado lugar al tipo de política de identidad que tenemos. Algo que es profundo en la forma en que vivimos ahora, que tiene que ver, obviamente con internet, pero también con la estructura de nuestras familias, nuestras opiniones sobre la vida y la muerte y el control sobre cuánto tiempo vivimos, nuestra relación con el destino. Estos son grandes temas. Pero me parece que ahora es el momento de pensar, para gente como yo, sobre el grado en que las políticas de identidad están respondiendo a algo real, que no es de lo que hablan los defensores de las políticas de identidad. Verlos como un síntoma de algo más profundo en las sociedades democráticas, conectadas, fluidas y modernas. Entonces, la idea de que puedes entrar y escribir una nueva Constitución que, al establecer ciertos principios, se arraigará en los hábitos y pensamientos de la gente, podría ser un esfuerzo inútil. Lo primero en lo que hay que pensar es en qué tipo de democracia, patriotismo y espíritu público es posible dada la forma en que vivimos y pensamos sobre nosotros mismos ahora. Que tal vez estamos siendo demasiado ambiciosos y que tenemos que pensar en cómo adaptarlos. No tratar de moldear la realidad social para encajarla en nuestras ideas sobre la democracia, sino al revés, y eso es moldear nuestras democracias más a la luz de la forma en que vivimos ahora.
¿Qué significa esto?
Solo tengo ideas muy vagas, pero creo que significa ser mucho más realista sobre la psicología contemporánea y sobre las cosas que normalmente no miramos. Ya sabes, el hecho de que tantos niños crezcan en familias divorciadas hoy. Obviamente, el hecho de que vean lo que ven en internet, el hecho de que sean hijos únicos, que no tengan primos y no tengan familias numerosas en las que aprender las prácticas de cooperación, deferencia, construcción de consensos , todo ese tipo de cosas. Las familias son una especie de pequeños laboratorios que te enseñan estas cosas, así que cuando sales al público, puedes ejercitarlas. Bueno, si es que todos vivimos en nuestras pequeñas casas aisladas, o somos como partículas elementales flotando en el espacio, ¿qué tipo de sentimientos democráticos se puede esperar de la gente? Me he vuelto muy pesimista al respecto.
Gobernar una sociedad autocentrada
Usted describe este momento muy individualista y egocéntrico de la sociedad. Y también dice que las políticas de identidad no son hostiles a la forma de pensar del neoliberalismo ¿Por qué?
Bueno, eso es porque comparten este principio de individualismo y de la elección individual. No es que la gente no esté comprometida políticamente, sino que los jóvenes de izquierda tienden a estar comprometidos con temas particulares. Y forman una especie de comunidad de afinidades en línea para enfrentar temas. Y entonces, en el momento en que eso se logra, o no sucede nada y se dan por vencidos, esa comunidad desaparece. Entonces, la idea es que no estás comprometido con otras personas por una serie de cosas.
¿Cómo se gobierna y se crea este terreno común y esta visión en sociedades que son muy individualistas, como usted describe?
No se puede (gobernar)... Creo que parte de nuestro ordenamiento político actual es que si hay un problema, este se puede solucionar, y se puede solucionar tomando medidas, acciones concertadas, juntos. Y hay algunas cosas que simplemente se convierten en condiciones de vida debido a cambios históricos. Así que lo primero que hay que hacer es no empeorar la situación. Esa tiene que ser la regla número uno: no intensifiques estas fuerzas centrífugas que están separando a las personas. Haz todo lo que puedas para que sea más fácil ser miembro de una comunidad, tener un partido político exitoso y todo lo demás. Y el trabajo dos es, como decía antes, dar una mirada realista a cómo somos ahora y adaptar nuestras expectativas y nuestras políticas a lo que es realmente factible. Porque no queremos repetir el error de la extrema izquierda progresista al presentar constantemente programas ideales que no verán la luz del día, porque no están conectados con la forma en que vivimos ahora. Bueno, eso es lo que tenemos que hacer también.
¿Por qué es tan importante para usted fomentar los partidos políticos en vez de los movimientos políticos?
Bueno, los movimientos sociales son absolutamente necesarios. Como decía antes, la familia puede ser una especie de laboratorio que te enseña algo que luego traes a la sociedad. Y los movimientos sociales unen a las personas, les dan energía compartida, y ojalá les ayuden a definir lo que quieren y a articularlo de una manera en que la gente responda. Pero el tipo de democracia que tenemos no son consultivas; no es como si viviéramos con reyes y reinas ilustrados, y cada comunidad va y presenta su caso al gobernante. Nosotros tenemos partidos políticos. Entonces, ¿qué puede cambiar las instituciones y hacer las cosas de otra manera? Los partidos políticos. Y eso significa, especialmente en Estados Unidos, con su sistema político, que realmente sólo puedes tener dos partidos. Bueno, en ese caso, no tienes representación de cada punto de vista, y eso significa que tienes que tener en cuenta que si tu partido no gana, no se hará nada de lo que estás planteando. Nada. Cero. Y, de hecho, habrá regresión en las cosas que te importan (si no ganas).
Eso lleva a un punto clave que usted plantea: que la política se trata de persuasión y no de autoexpresión. ¿Cómo hacer que los políticos entiendan esta diferencia?
Este es un punto muy importante el que estás planteando. No se trata tanto de persuadir a los otros partidos políticos para que trabajen con usted. Es la idea de que la democracia se trata de persuasión, que la forma de fortalecer tu posición es convencer a más personas de que tienes razón. No para pelear. La idea de que estás (siempre) luchando es este enfoque infantil de la política, como si estuvieras fuera del castillo de Kafka y estuvieras golpeando la puerta y exigiendo que se hagan las cosas. De vez en cuando, te arrojan algunas monedas de oro desde el interior del castillo. No es así: una democracia significa que persuades a la gente porque así lo deseas, y eso ni siquiera significa compromiso. No tienes que ceder si convences a alguien de que tienes razón. Pero esa es una solución que requiere paciencia. Requiere averiguar dónde está tu interlocutor. En el libro, lo comparé con la pesca. No persuades a los peces para que salten a tu bote gritándoles desde la orilla. Vas a donde están los peces, sacas el sedal y los atraes lentamente. Si vas demasiado rápido, el sedal se romperá y los perderás. Pero debes persuadir. Pero hay una falta de voluntad para persuadir debido a una especie de pretensión de superioridad moral en la izquierda, que es su talón de Aquiles. Es una incapacidad para ver tus propias limitaciones y fallas, y para tomar en serio el punto de vista de otra persona, no necesariamente para conceder o parchar las cosas, sino para luego acercarlas.
¿Y cómo ve a su país ahora, después de la era Trump?
Bueno, el país está muy mal. Y no es porque Trump vaya a volver ni nada por el estilo. Es que hemos perdido un partido político: solo tenemos un partido político clásico en el país. Y con eso me refiero a un partido que ve que su trabajo es tener un programa que quiere hacer realidad. No sé si la gente se da cuenta de que el Partido Republicano no tiene política exterior. No tiene política económica. No tiene política educativa. No tiene política de bienestar. No tiene política de transporte. No tiene política de desarrollo urbano. ¡No tiene políticas!
No tienen programa...
Y por eso Biden sigue quejándose de esto -y tiene toda la razón-, que es: “Si no te gusta nuestra política de salud, dame tú política de salud. Hablemos”. Silencio; no hay nada en el otro lado.