Los resultados de la Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES) conocidos esta semana dieron paso a intensos debates. Por un lado, en torno a los rankings y, por otro -aunque en cierto modo aparejado-, sobre la situación de la educación pública chilena, representada indefectiblemente por los liceos emblemáticos, los que año a año caen, hasta el punto de desaparecer, justamente, de los listados criticados por algunos expertos, incluidos los del Mineduc.

Una muestra: si en 2004 el Instituto Nacional (IN) de Santiago, quizás si el símbolo más elocuente de la crisis de la educación pública, lucía con orgullo su noveno puesto en el ranking de colegios de ese año, en 2019 cayó al 99 y en la reciente PAES apareció en un relegado 267 lugar. Pero no es lo único. Si en 2010 los institutanos lograban 690 puntos de promedio (cuando el máximo era de 850) en la PSU, en la Admisión 2022 llegaron a 620 y este 2023 promediaron 708, aunque ahora la máxima es 1.000 puntos.

“Hoy se crean rankings con elementos que no son comparables”, dijo esta semana Rodrigo Roco, director de Educación de Santiago, sobre el ranking del Instituto Nacional, quien detalló que ese tipo de listados no toma en cuenta el número de alumnos que rinden la prueba por establecimiento: en el IN 648 alumnos dieron la PAES. “Si tomamos a los primeros 200 con mejor desempeño en Matemática 1, su puntaje promedio es de 886 puntos, lo que es claramente superior al primero de la tabla con el ranking de los 100 establecimientos supuestamente mejores”, sostuvo.

¿Otro ejemplo? El Carmela Carvajal de Providencia, 32° en el ranking de 2004, aparecía 258° en 2019 y ahora asoma 362°. Y, al igual que el IN, el establecimiento providenciano tuvo una clara involución en sus puntajes: si en 2010 llegó a 674 de promedio, para la Admisión 2022 el puntaje fue 596. En la reciente prueba, con escala máxima de 1.000, el promedio fue de 680. Y si el Carmela Carvajal es el 19° de los públicos y 362° en el general, los santiaguinos Javiera Carrera, INBA y Aplicación bajaron respectivamente del puesto 475 al 544, 691 al 883 y 886 al 904.

La alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei, dice que aunque están contentos con sus resultados 2023, donde sumaron 10 puntajes máximos, así como el aumento “sostenible” en las últimas mediciones, no están satisfechos. “Es evidente el deterioro que se ha generado a la educación pública desde hace casi 20 años. Nos preocupa cómo se han destruido los liceos emblemáticos y cómo ese intento de bajar a los niños de los patines ha resultado. A los que les está yendo bien son los que sí pueden pagar, porque los colegios públicos de calidad fueron destruidos por la peor política pública de la historia”.

Al respecto, Alejandra Falabella, académica de la U. Alberto Hurtado, cree que “culpar a la educación pública o a una política específica es un error”. Ella lo atribuye a que existe un problema sistémico de la educación, incluida la subvencionada. Así también, desdramatiza sobre el ranking: “La PAES no es aplicada de forma ni muestral ni censal para poder sacar conclusiones representativas del sistema o hacer comparaciones. No es correcto hacer comparaciones entre establecimientos con puntajes”.

Cuestionamientos como ese apuntan a que la PAES no se construyó para medir la calidad de la educación. Pero, también, que aunque se hiciera un ranking, este no considera los múltiples factores que contextualizan a cada liceo o colegio. Por el otro lado, hay personas que señalan que el tema no debería ser qué información se puede conocer, sino cómo resolver las deficiencias.

“Las distintas evaluaciones que miden el desempeño de los establecimientos muestran cómo las brechas entre estatales, subvencionados y particulares siguen aumentando. En educación no es posible asignar una única causalidad, ya que es un sistema muy complejo y con muchas variables”, señala Sebastián Figueroa, uno de los articuladores del área educativa del programa presidencial de José Antonio Kast.

Como sea, lo concreto es que desde un tiempo los establecimientos emblemáticos acostumbrados a aparecer -y difundir con orgullo- en primeros puestos del ranking ya no lo hacen más, de la mano con el descenso de puntos.

El promedio del Lastarria de Providencia, por ejemplo, fue más o menos parejo sobre los 620 hasta 2017, pero en 2018 cayó a 578 y en 2019 a 574. En la reciente PAES marcó 684 (sobre 1.000). Asimismo, el Liceo 1 de Santiago también estaba siempre en torno a los 620, quebrando esa regularidad en 2018, cuando cayó a 589 y al año siguiente a 584.

“Independiente de la pertinencia o precisión del ranking, su impacto en la opinión pública es porque refleja y confirma una realidad: políticas públicas destinadas a eliminar el mérito en educación y un deterioro gravísimo en la convivencia escolar fueron una combinación que destruyó a los liceos emblemáticos”, asevera Daniel Rodríguez, director ejecutivo de Acción Educar.

Al respecto, el ministro de Educación, Nicolás Cataldo, defendió esta semana que antes de la Ley de Inclusión (que puso fin a la selección), los liceos emblemáticos tenían 30% de estudiantes vulnerables y hoy, sobre 60%. “Se ha democratizado el acceso y, evidentemente, hay un cambio en el comportamiento de resultados”.