Philipp Blom y la post pandemia: “No creo que entremos en un gran periodo de fiestas y celebraciones”
El reconocido historiador alemán es uno de los mayores expertos europeos en las primeras décadas del siglo XX -a las que les ha dedicado dos libros-, y cuando algunos intentan explicar el presente mirando hacia ese periodo, donde al igual que ahora el mundo fue golpeado por una pandemia, él prefiere tomárselo con calma. “Las comparaciones no son muy constructivas”, dice, para agregar que “la recepción del Covid y de la gripe española fue totalmente distinta”.
“La respuesta corta es no”. Así responde el historiador alemán Philipp Blom a la pregunta de si nos enfrentaremos a unos nuevos “locos años 20” cuando termine la pandemia. Y la primera razón, sostiene, es demográfica: la población es más vieja y quiere seguridad, no festejos. Sin embargo, admite que sí hay algunos “paralelos profundos y preocupantes” entre ambos periodos. Sobre ello escribió hace algunos días en una columna en el diario suizo Neuer Zürcher Zeitung y habla también en esta entrevista con La Tercera realizada vía Zoom desde Viena, donde vive.
“Hoy como entonces -sostiene- se está derrumbando un modelo de vida, las estructuras de poder están cambiando y la retórica de la vieja generación suena hueca”. Distinto es que el ambiente de festejos que se vivió hace un siglo se vuelva a repetir. Al contrario, Blom confía que la crisis sanitaria ayude no a una explosión festiva como la de los años 20, sino a acelerar la transformación de un sistema que cree insostenible. “El actual modelo de vida se apoya sobre bases frágiles y eventualmente una de ellas se va a romper, no sabemos si mañana o en cinco años, pero no tardará mucho”, dice.
Blom lleva años estudiando las primeras décadas del siglo XX y ha escrito dos libros sobre el tema, Vértigo, donde aborda los acelerados avances científicos, tecnológicos y sociales de principios de siglo, y Fractura, que analiza la vida y los cambios en Occidente en el periodo de entreguerras.
Muchos están mirando hacia las primeras décadas del siglo XX para analizar lo que estamos viviendo hoy. ¿Es adecuada esa comparación?
Se puede comparar todo, pero eso no significa que sea muy constructivo. Acabo de terminar un artículo sobre la pregunta de si estamos entrando en unos nuevos locos años 20. En ese entonces hubo una pandemia, la democracia estaba en cuestión, se vivía una crisis económica. Pero creo que la respuesta es no. Y una de las razones es demográfica. En los 100 años que han pasado desde entonces, Europa redujo a la mitad la población joven y duplicó el número de personas mayores. Y una sociedad con muy pocos jóvenes funciona distinto. Si uno tiene la mitad de su población bajo los 16 años vas a tener fiestas y también violencia. Si tienes el 20% de tu población sobre 65 años, la gente quiere seguridad, es nostálgica y no quiere grandes cambios. Entonces, hay una diferencia. No creo que entremos en un gran periodo de fiestas. Además, si revisas lo que pasó con la gripe española y la pandemia de Covid ves que la recepción fue completamente distinta. Escribí un libro sobre el periodo de entreguerras y nadie menciona la gripe española, nunca, en ninguna carta. La gente no escribió novelas sobre eso, la gente no hizo películas sobre eso. Simplemente desapareció.
¿Por qué cree que sucedió eso?
Es bastante simple en el caso de la gripe española, porque vino después de una catástrofe aún mayor. Para las personas, el mundo ya había colapsado, imperios se habían derrumbado, la visión completa del siglo XIX había entrado en crisis y la gente había muerto durante años en una guerra. Entonces llegó la pandemia y la gente moría también de gripe. Eso no era nada nuevo. Con la pandemia de Covid, sin embargo, es distinto. Es la primera cosa mala que le pasa a mucha gente en su vida. No han vivido una guerra, no han vivido una gran recesión, no han vivido nada malo y ahora sucede esto que tiene consecuencias tangibles para ellos y sus vidas. No tienen permitido salir al exterior, no se les permite viajar, no se les permite salir a comprar aunque tengan dinero, porque las tiendas están cerradas. El Estado prohíbe hacerlo, pero también les da dinero para sobrevivir. El Estado regresó a la vida de la gente en una forma muy poderosa. Las profundas suposiciones de la gente cambiaron. Vivíamos en una época en la que el mercado lo solucionaba todo. El Estado tenía que ser lo más pequeño posible. Los Estados eran muy grandes y había que hacerlos cada vez más pequeños. Creo que este ha sido el gran tema para nosotros, porque en realidad la pandemia es bastante suave y las pandemias terminan. El ébola, por ejemplo, tiene una mortalidad de 50%. En los países con un buen sistema de salud, la mortalidad del Covid es de apenas un 2%.
Pero ¿no cree que habrá un sentimiento de mayor libertad cuando termine la pandemia y se levanten las restricciones?
Pero ¿cuándo termina la pandemia? La nueva mutación india puede significar que las vacunas no actúen muy bien y después tendremos la mutación venezolana o la mutación congolesa o la mutación holandesa y la vacuna dejará de funcionar. Entonces, ¿cuándo es el final? Habrá un final eventualmente, porque toda pandemia tiene su curso después de un tiempo, pero quizá no estemos ni siquiera a medio camino de ello.
Antes de la pandemia vimos un crecimiento de los populismos y de los nacionalismos. ¿Cree que eso aumentará tras el fin de la crisis sanitaria, considerando el escenario económico que dejará?
Sí, pero no creo que eso tenga que ver con la pandemia. El problema es que nos volvimos sociedades sin un futuro realista. ¿Quién puede decirte cómo Chile va a ser en 20 años y por qué será mejor? ¿Qué político conoces que pueda decirte eso? ¿Cuál es la visión de un país que solo busca avanzar para no perder lo que ya tiene, mantener el statu quo? Esa no es una visión. Y si una sociedad pierde su proyecto, entonces las personas se desilusionan, más aún si las desigualdades aumentan. Déjame darte los números precisos, porque creo que esto es muy importante. Durante los 70, el 1% más rico de la población recibía el 10% del ingreso total y el 50% más pobre recibía un poco menos del 20%. Hoy, el 1% más rico obtiene el 20% y el 50% más pobre, el 13%. Creo que probablemente será aún peor en Chile. Y eso nos lleva de nuevo a los años 20, cuando la democracia también entró en crisis.
¿Por qué?
Por ese tipo de desigualdad. Y frente a ella, es bastante realista y racional pensar que la mitad más pobre piense ‘¿por qué este sistema es para mí?, ¿qué hace para mí? ¿Cuáles son mis opciones de lograr una mejor vida?’. Puedo trabajar como bestia, puedo matarme trabajando y ni siquiera así voy a tener un mejor trabajo. Si tengo dos trabajos quizá pueda alimentar a mis hijos, pero no puedo nunca esperar algo mejor para mí o para mis hijos. Entonces, ¿por qué el sistema sería bueno para ellos? Se dice que las democracias liberales son el mejor sistema, pero para ellos no lo son. ¿Por qué no probar entonces una buena dictadura que les promete lo que quieren? Si la democracia no funciona para la gente, la gente se va a alejar de la democracia. Creo que la democracia en la que vivimos es un modelo suicida, que excluye cada vez más personas del crecimiento de su riqueza. Eso no puede durar por mucho tiempo, y si, además, tenemos un mercado detenido que nos lleva a un bajón peor que el de los años 20, especialmente en un periodo en que la crisis de 2008 y la crisis del Covid realmente agotaron los fondos que tienen los Estados para intervenir, estamos ante un sistema que se apoya en bases muy frágiles y eventualmente una de ellas se va a romper, no sabemos si mañana o en cinco años, pero no tardará mucho.
Sus expectativas del futuro no son muy optimistas...
Es que ese es el gran tema, esta no es una cuestión de ideología o de afiliación política. Incluso, si eres una persona de derecha, católica y conservadora puedes ver que si la desigualdad se vuelve muy grande en una sociedad no es bueno para la democracia. No es una cuestión ideológica, es una cuestión funcional. No hay que ser un intelectual, un académico o un activista de izquierda para darse cuenta de eso. La cosa es que lo sabemos y lo seguimos haciendo. La ironía es que la alternativa no sería muy difícil, no sería un mal mayor, no nos haría más pobres. Si tomamos el ejemplo de Roosevelt e implementamos un New Deal Verde, desfosilizamos nuestras economías en 10 o 20 años totalmente, no a través de un mercado de emisiones, sino simplemente no emitiendo, habría cientos de miles de buenos trabajos por un tiempo y eso nos permitiría empujar el negocio de la digitalización en el mercado del trabajo, porque necesitaremos todos sus ingenieros eléctricos, sus ingenieros de sistemas para cambiar esa infraestructura. Así podríamos tener una posibilidad real de construir una sociedad y un país que todavía estará aquí en 30 años.
Uno de los factores que han florecido en estos tiempos son las fake news y las teorías conspirativas...
En eso hay algo que realmente temo. Escribí un libro que tiene una edición en español y que se llama El Gran Teatro del Mundo, donde traté de analizar cuál es la historia que nos estamos contando en este momento, y es claramente una historia de poder, dominación y crecimiento. Y esa historia chocó con la realidad como el Titanic chocó contra el iceberg, porque nos dimos cuenta de que el crecimiento ya no es un modelo posible, pero no tenemos uno mejor. Sabemos que si seguimos quemando combustible fósil la situación se volverá cada vez peor y actualmente el cambio climático ya le está costando a la economía global millones de dólares al año por cambios sistémicos, sequías, cosechas perdidas, etc. Entonces, un modelo que funcionó bastante bien por un periodo que va, digamos desde la era de posguerra o incluso desde la Ilustración o incluso desde la Biblia, cuando Dios le dijo a Adán ‘ve y controla el mundo, haz de la tierra tu esclava y tú eres el jefe’, está en crisis. Ese tipo de pensamiento ya no funciona y eso se está volviendo cada vez más evidente. Entonces tenemos una suerte de narrativa social maestra que está colapsando alrededor nuestro y todavía no tenemos una historia alternativa que tome su lugar. Y ¿qué pasa? Muchas historias toman su lugar. Compiten y se mueven por el palacio vacío y luchan por los mejores grupos. Algo parecido sucedió en la pequeña era del hielo.
Usted escribió un libro sobre eso…
Sí, tengo un pequeño libro sobre eso. Y en ese entonces, cuando el clima empeoró, la gente ¿qué hizo? Rezó, hizo procesiones, llevó sus reliquias a las montañas. Pero pese a eso, el clima no cambió y en algún momento tuvieron que enfrentarse al hecho de que esa narrativa masiva ya no funcionaba. Y qué vino. Aparecieron magos, cabalistas, alquimistas, tienes los primeros científicos imperiales y todo tipo de nuevo conocimiento para tratar de explicar lo que pasaba. Eso hizo que los científicos imperiales se volvieran los más poderosos, porque eran los más útiles para hacer predicciones. Hoy tienes a gente como QAnon, o los que creen que todo el asunto del coronavirus es un engaño, o los que piensan que somos parte de una conspiración global o que todo es dirigido por lagartos. Todo tipo de explicaciones que tratan de llenar el vacío. Al final creo que van a desaparecer, porque son francamente estúpidas, pero el problema es que la gente no juzga esas historias por si son ciertas ni por la solidez de sus argumentos, sino por si les hacen sentirse bien.
¿Y cómo se compara eso con lo sucedido en los años 20 y 30?
Nunca hay que olvidar que en los años 20 y 30, Hitler y Stalin tenían grandes historias que contar y a millones de personas les gustaron sus historias. Y si hoy viene alguien y tiene una buena historia que contar, entonces amárrate los cinturones. Cuando un tipo de conocimiento o visión colapsa queda un vacío y ese vacío será llenado rápidamente por algo más. Y cuando pasa eso, se viven tiempos muy inestables.
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