Roosevelt Montás es un referente de la formación en artes liberales y en relevar su importancia fundamental en la sociedad actual. Profesor titular de Estudios Americanos e Inglés en la Universidad de Columbia, es licenciado (1995), máster (1996) y doctor (2004) en Inglés y Literatura Comparada de esa misma universidad. Fue director del Centro para el Currículo Básico del Columbia College de 2008 a 2018, y en 2000 recibió el Premio Presidencial a la Enseñanza Destacada por un Estudiante de Posgrado. Es director del Programa de Libertad y Ciudadanía del Centro de Estudios Americanos y es autor de Rescuing Socrates: How the Great Books Changed My Life and Why They Matter for a New Generation (Princeton University Press, 2021).

Ha venido varias veces a Chile y participó este año en una cumbre sobre artes liberales en Latinoamérica, bajo el alero de la Universidad Adolfo Ibáñez, que ha tomado el liderazgo en la materia en Chile.

“Fue una cumbre muy importante, creo que se está reconociendo en Latinoamérica, Europa y Asia que el modelo de educación que es exclusivamente profesionalizante no es adecuado para el momento histórico que vivimos”, dice. A su juicio, se está reconociendo que la educación no tiene que preparar al estudiante para desempeñar un empleo o una carrera, “sino que tiene que prepararlo para una vida de libertad, de participación democrática, una vida de cierta profundidad, de cierta capacidad de autorreflexión, y que esto se logra con lo que se llama educación liberal”.

¿Cómo los grandes clásicos humanistas le hablan a una sociedad en la cual se tiene que redefinir qué es lo humano, qué es aquello que una máquina nunca podrá hacer?

Creo que el momento vertiginoso en el cual nos encontramos, con cambios tecnológicos tan profundos que nos están revolucionando como sociedad, subraya el hecho de que cada día es más relevante, más urgente, conocer, conectarse con qué es lo que se mantiene igual a través del cambio. Cuáles son las preguntas, las inquietudes, los debates que nos conciernen en virtud de nuestra humanidad. Cuáles son las preocupaciones que son hoy tan vigentes como lo fueron hace dos mil años. Creo que específicamente es importante en este momento, con el surgimiento de los large language models como el ChatGPT, en que ahora la computación ha invadido uno de los últimos refugios de lo que era propio de la humanidad, el lenguaje. Desde siempre los antropólogos, los pensadores, han identificado la lengua y la capacidad lingüística del humano como su peculiaridad, como algo que lo hace único, y hoy en día hemos visto a la computación invadir ese ámbito.

¿Qué consecuencia tiene esto?

Desde este momento en adelante lo que leemos, los discursos que dan los políticos o los sermones que escuchamos en las iglesias cada vez más van a ser híbridos, de una inteligencia humana y de una inteligencia mecánica. Y el discurso donde no haya participado una inteligencia artificial, creo que va a aumentar su valor, porque da acceso a una humanidad virgen, a una humanidad pura. De manera que creo que de aquí en adelante va a ser imposible distinguir que cuando yo escribo, cuando yo investigo, cuando pienso, dependo y utilizo estos recursos, y no hay nada malo con esos recursos, no son dañinos. Claro, aumenta mi capacidad de producción y mi capacidad de sintetizar información, pero algo se pierde, de lo que es ser humano, de lo que no cambia. Las humanidades, el arte, las artes liberales nos dan acceso a esta humanidad. Creo que en este momento se resalta el valor y la relevancia de figuras como Sócrates, que están lidiando con cosas sobre qué significa ser humano, y eso es muy importante hoy.

El académico estadounidense Roosevelt Montás.

¿Por qué los clásicos siguen siendo vigentes?

Las preguntas fundamentales, que son las preguntas que nos importan más en la vida, siguen siendo fundamentalmente las mismas. ¿Cómo vivo con la conciencia de la muerte? La pregunta que le hace Caín a Dios: ¿Cuál es mi responsabilidad ética y moral con el prójimo? ¿Cuál es la naturaleza del poder político? ¿Qué es lo que hace legítimo al poder político? ¿A quién le pertenece el poder político? ¿Qué legitima el uso de violencia? ¿En qué circunstancias-si existen- es legítimo usar la violencia? ¿Qué significa el amor? ¿Qué significa la dignidad humana? ¿Cómo balanceamos los derechos del individuo frente a los derechos colectivos, el bien común? Estas son preguntas que no son sujetas a la investigación científica para contestarlas, son preguntas que llegan a la médula de nuestra humanidad y son preguntas que cada generación tiene que trabajar y que cada individuo tiene que trabajar. Esas preguntas no van a caducar, esas preguntas no van a dejar de ser urgentes, esas preguntas definen la sociedad, definen quiénes somos y cómo vivimos. Debemos preparar a nuestros alumnos -lo digo como profesor-, a nuestros jóvenes -lo digo como ciudadano-, prepararlos de la mejor manera que conozcamos para enfrentar esas preguntas.

Pensando que las universidades son hoy un campo de guerra para las batallas culturales en Estados Unidos, usted ha dicho que no quiere que esta defensa de las artes liberales sea tomada o utilizada por el movimiento de derecha anti-woke, como Ron DeSantis, que empieza a prohibir libros en las escuelas…

Ha sido muy interesante ver cómo ha sido la recepción de mi libro, cuáles han sido los mercados o los públicos que se han interesado más o promovido más los argumentos que digo allí. En Estados Unidos tenemos esta situación curiosa de que hay una gran parte de la izquierda universitaria que ha rechazado el modelo clásico de estudiar artes liberales en relación a los textos clásicos, en la atención a la antigüedad, basados muchas veces en los argumentos que allí no existe la diversidad que valoramos hoy, que no hay voces femeninas, que son todas de elites y que es una ideología que se representa y que ha sido replicada en el imperialismo, en la explotación, en la esclavitud. Está bien todo eso, es cierto. (Pero) a mi parecer no es motivo para ignorar o rechazar la tradición, sino para aproximarnos a ella de una manera crítica. De todos modos, la izquierda académica en gran modo ha rechazado la tradición.

¿Y la derecha?

La derecha política y cultural se ha aferrado a esta tradición como el repositorio de los valores tradicionales, de ley y orden, de religiosidad. Y hoy en nuestro clima tan polarizado -y me refiero a Estados Unidos- la derecha (la) ha tomado como una bandera de pelea, de ataque… Lo curioso es que no se dan cuenta que la tradición que ellos están ostensiblemente defendiendo no es compatible con su ideología conservadora. Es decir, me parece que ellos van a tener un despertar muy brusco si logran en realidad que los alumnos y los estudiantes se enfrenten a esta tradición crítica, que es una tradición de debate, es una tradición donde no hay verdades sagradas, es una tradición donde todo se defiende o se derrumba a través de la razón, del racionamiento y la argumentación, eso es una educación liberal. Si uno cree que la educación liberal va a llevar a los estudiantes a una ideología cultural conservativa está muy equivocado, tampoco significa que va a llevar a lo contrario. Ambos -la derecha y la izquierda, los liberales y los conservadores- debates ya están incluidos en la tradición. Es una tradición que produce ambas posiciones y que, como tradición, es neutral entre ellas.

Foto: AP

¿Cómo enriquecer este canon occidental que sabemos que justamente tiene una limitación, pues no incluye a todas las voces?

Cuando hablamos de un canon estamos lidiando con la cuestión de cuáles son las obras del canon textual por ejemplo, de pintura o de música, de leyes. Cuando hablamos del canon hablamos de cuáles han sido los textos que más fundamentalmente han formado el pensamiento contemporáneo. Cuando voy a hacer esa decisión -qué se incluye y qué no se incluye- hay varios valores que hay que equilibrar. Uno de los valores es representar las obras que han tenido la mayor influencia, el mayor impacto, las que nos van a dar más fundamentos para entender el momento donde estamos. Un segundo valor es que tenemos que representar, explorar y estudiar el espacio diverso en que vivimos. Son dos valores que a veces están en tensión porque sucede que cuando vamos a la antigüedad, vamos al pasado para buscar estos textos fundamentales, que nos dan la fundación, desde donde se ha construido la contemporaneidad; esos textos no tienen diversidad, no representan las voces de hoy, hay muy pocas mujeres, todos son o la mayoría son -de la categoría moderna- de blancos. ¿Cómo hacemos el balance entre darles la atención que se merecen a esos textos producidos en un mundo diferente, un mundo que estaba lleno de injusticias, lleno de exclusiones, lleno de abuso, pero ese es el mundo de donde salimos? ¿Cómo respetar, entender, legítimamente investigar ese mundo y abrir paso a las voces, a la variedad que tenemos hoy? Ese balance hay que buscarlo, y no se puede sacrificar uno ideológicamente por el otro. No podemos decir que la mujer, los no blancos no contribuyeron; tampoco podemos decir que otros textos no los vamos a incluir porque son de hombres blancos solamente.

¿Cómo hacer ese balance?

Hay dos puntos clave. Uno es acercarse con una aproximación cronológica, que va desde la antigüedad y que llega hasta el presente. Porque cuando llegamos ya al periodo del siglo XIX ya surge la diversidad, ya están las voces femeninas, las voces que habían sido suprimidas, que han sido excluidas. El segundo principio es entender que lo que valoramos hoy surge de aquella tradición. Por ejemplo, hoy valoramos la igualdad de género, pero ¿de dónde salió eso? ¿Cómo evolucionó? ¿Cómo ocurrió en la evolución social que llegamos a valorar la diversidad de género en la misma tradición que excluyó y oprimió a la mujer? Esa tradición no es monolítica, sino que ahí mismo hay voces de disenso, que objetan, y a esas voces tenemos que darles atención. Tenemos que ver cómo esa tradición blanca, supremacista, imperialista, racista, patriarcal, esa misma tradición tiene semillas dentro de ella de donde surge esta revolución. Así que ese es el segundo principio: tenemos que leer la tradición alertando y resaltando esa corriente de debate que produce los valores, las ideas, los conceptos que hoy valoramos.

A propósito de exclusión, la Corte Suprema de EE.UU. derogó la acción afirmativa que algunas universidades empleaban en materia de alumnos afroamericanos. ¿Es partidario de estos mecanismos?

Creo que la práctica de acción afirmativa es inevitable en una sociedad que también cree en la igualdad de oportunidades. Si creemos que todos se merecen iguales oportunidades vamos a necesitar acción afirmativa, de manera de contrarrestar los mecanismos naturales del mercado, que concentran los privilegios y la desventaja. El privilegio es heredable, y la desventaja también lo es; yo paso mis desventajas a mis hijos y el proceso natural del libre mercado es de polarizar eso; es decir, que las ventajas y las desventajas se acumulen. Así que para tener una sociedad justa, una sociedad que cree en el derecho a tener una oportunidad, tenemos que tomar medidas para recalibrar, rebalancear esas tendencias en que el que está abajo sigue hundiéndose y el que está arriba sigue levantándose. Y eso es la acción afirmativa. No vamos a imaginarnos que el estudiante que llega privilegiado de familia, bienes, de medios, que sus padres son profesionales, que tiene una educación privada, lo vamos a medir de igual manera que un estudiante pobre, que estudió en escuela pública, que no tuvo acceso a libros. Sí tenemos que tomar en cuenta esa desventaja cuando medimos el mérito de los estudiantes.

¿Qué alcance tiene el fallo?

El caso en Estados Unidos ha sido estrechamente definido sobre la cuestión de raza: lo que la Corte Suprema ha dicho es que les ha prohibido a las universidades que tomen en cuenta la raza como uno de los factores para determinar la admisión a las universidades, pero sigue permitiendo una clase que sea diversa en otros ámbitos. Por ejemplo, las universidades pueden escoger a un futbolista o atletas o alguien que toque trompeta, una persona que baile, una persona que tenga actividades de servicio o de emprendimiento, alguien que sea hijo de un exalumno. Pero la Corte ha dicho que no pueden también tomar en cuenta la raza para tener una clase balanceada. Creo que esto ha sido un error en la sociedad estadounidense, por la historia de la sociedad norteamericana y por el peso que todavía tiene la raza. Creo que es beneficioso y responsable permitir a una universidad asegurar que tenga una sala de clase que sea racialmente diversa, lo cual solamente puede lograr si toma en cuenta la raza. Es todavía una sociedad demasiado presente, demasiado pesada, para que no reconozcamos el valor que tiene armar una clase que tenga diversidad, algo tan importante en la sociedad estadounidense.