Los vehículos militares rodearon la Facultad de Medicina y el Hospital de la Universidad de Chile. Tropas de soldados armados y con el rostro pintado de negro ingresaron a ambos edificios. Un grupo de 20 estudiantes fueron detenidos y conducidos al auditorio de la Escuela de Salud Pública, donde los obligaron a tumbarse boca abajo. Otros 70 alumnos fueron sacados del Departamento de Fisiología. Esa tarde del 1 de julio de 1986, Rosa Devés era uno de los profesores que intentaba interceder por los estudiantes.
“Este episodio fue solo una de las muchas agresiones en las últimas semanas de fuerzas militares y policiales combinados en varias facultades de nuestra universidad que han terminado con detenciones violentas de estudiantes”, escribió junto a Norbel Galanti, Carlos Valenzuela y Ennio Vivaldi en una carta que publicó la revista Nature semanas después.
-Nosotros éramos constantemente asaltados en la universidad por las fuerzas policiales, generalmente a raíz de las manifestaciones estudiantiles. Pero estábamos muy unidos, estudiantes y profesores. Y esta carta resulta de esa experiencia tremenda de ver a nuestros estudiantes en el suelo apuntados por armas. Era riesgoso escribir esa carta en dictadura, pero había que hacerlo. Nuestra acción política siempre estuvo vinculada a la universidad y entender que en la universidad es donde debe expresarse la mayor libertad de pensamiento, de reunión, y por eso hay que defenderla -dice hoy.
La luz del sol entra por los ventanales de su oficina en la Vicerrectoría de Asuntos Académicos, en Diagonal Paraguay. Es la mañana siguiente a su elección como rectora de la Universidad de Chile. Una elección de contornos históricos: Rosa Devés es la primera mujer en llegar a la rectoría en 180 años de historia, con el 51,6% de los votos. La noche de la elección recibió las felicitaciones del Presidente Gabriel Boric, a quien conoció como dirigente estudiantil.
La trayectoria de Rosa Devés está profundamente vinculada a la universidad: ingresó a estudiar Bioquímica en 1968; se doctoró en la University of Western de Ontario, Canadá, y volvió como profesora a la Facultad de Medicina en 1981. Se formó cómo académica en los años 80 y eso, dice, marcó su sentido del compromiso y de que “en la Universidad de Chile uno trabaja por una causa que trasciende la causa personal”. En esos años formó fuertes lazos con académicos de distintas facultades.
-Eso me marcó muchísimo y tiene que ver mucho con quién soy. Eso fue clave en la Universidad de Chile, y nuestra propuesta de rectoría ahora plantea avanzar en una mayor integración entre las distintas disciplinas, que hoy es tan necesaria para poder trabajar interdisciplinariamente y abordar los grandes problemas de la sociedad.
Exdirectora de posgrados, Rosa Devés fue la primera prorrectora de la universidad, nombrada por Víctor Pérez. Ya entonces le plantearon postularse a rectora. En los últimos ocho años fue la mano derecha del rector Vivaldi, como vicerrectora académica. “Poca gente conoce la universidad como Rosa”, dice Francisco Brugnoli, quien apoyó su postulación junto a 300 académicos. Ese respaldo transversal fue decisivo para ella, eso y el contexto:
-Sentí el llamado del género, de las mujeres. Chile no es el mismo hoy que hace ocho años respecto de la responsabilidad que uno siente de representar a las mujeres. Y eso me hacía muy difícil decir que no. Era probable que si no me presentaba, no fuese electa una mujer, y eso habría cargado sobre mi conciencia fuertemente. Y lo otro es el país: el país está en un momento crucial, donde la Universidad de Chile tiene que cumplir un rol muy importante, y esa responsabilidad tiene que ver, sobre todo, con lo que la universidad puede hacer por el país. Y con la nueva Constitución, pero también con un gobierno que comparte muchos de nuestros valores y de nuestro trabajo por la defensa y fortalecimiento de la educación pública en todos los niveles.
Equidad y calidad
Nieta del doctor Hernán Alessandri, exdecano de Medicina, y bisnieta del expresidente Arturo Alessandri, Rosa Devés creció en una familia donde se respiraba el interés por el conocimiento, el arte y el servicio social. Su padre, el ingeniero Raúl Devés, fue decano de Ingeniería UC, estuvo a cargo de la construcción de obras públicas como el Túnel Lo Prado y solía pintar y escribir poemas. Durante décadas Rosa Alessandri, su madre, trabajó como voluntaria en centros de salud públicos, y fue una dedicada militante DC, en una época en que no era fácil ser Alessandri y DC. Rosa Devés estudió en Las Ursulinas y heredó la vocación de servicio social de sus padres.
Una de las primeras pasiones de la rectora fueron las zapatillas de ballet, y aun hoy siente un aprecio especial por el arte: su hija es bailarina y su hijo es músico.
En 1968 entró a una universidad con aires de reforma, simpatizó con el gobierno de la UP y se graduó un año después del golpe militar. En los 80 se unió y llegó a presidir la Asociación Universitaria y Cultural Andrés Bello, un espacio de reflexión y defensa de la universidad. También participó de un grupo de estudio que se reunía en el laboratorio de Humberto Maturana y donde pasaron Francisco Varela, Vivaldi y el filósofo Rafael Echeverría.
Nunca ha hecho vida partidista, si bien para el plebiscito de 1988 se inscribió en el PPD de modo instrumental. “Es una independiente de centroizquierda”, la define María Olivia Monckeberg, premio nacional de Periodismo. “Los temas de inclusión y las desigualdades le preocupan y la afectan mucho”, agrega.
En 2002, desde el Instituto de Ciencias Biomédicas impulsó junto con Jorge Allende un innovador programa de Educación en Ciencias para la Educación Básica (ECBI), con apoyo de las Academias de Ciencias de Chile, Estados Unidos y Francia, así como del Ministerio de Educación. El programa buscaba un trabajo conjunto entre científicos y profesores, con el fin de formar “ciudadanos y ciudadanas desde la ciencia”.
-Para mí ha sido una de las experiencias más marcadoras y es quizás la que más me ha preparado para el cargo que voy a asumir.
Las alumnas de la universidad fueron protagonistas del mayo feminista, en 2018. ¿Cómo valora ese movimiento?
Fue fundamental y creo que tuvo un efecto en que yo esté aquí ahora como nueva rectora. Son procesos que muchas veces tienen costos para la universidad, pero costos que tienen un sentido mayor. Fue clave lo que hicieron las estudiantes en el mayo feminista, las académicas también, pero muy fundamentalmente las estudiantes. Eso hay que reconocerlo y honrarlo.
La representación de mujeres profesoras en la universidad llega al 20%. ¿Cómo va a enfrentar esta desigualdad?
Eso es en los niveles superiores. En realidad, en la universidad es más bien el 38%. Pero el problema es que esa proporción va disminuyendo en la medida en que la gente progresa en la jerarquía. Tenemos cuatro niveles de jerarquía académica: instructor, profesor asistente, profesor asociado y profesor titular. Y cuando uno llega a la titularidad ahí las mujeres son el 20%. La representación en los distintos cargos de responsabilidad está vinculado a la jerarquía, entonces para ser decano hay que ser profesor titular. Y es muy distinto en las distintas disciplinas: hay facultades que no tienen profesores titulares mujeres. Entonces ahí hay que hacer un trabajo y muy urgente. Es muy importante que haya más mujeres en esas carreras o disciplinas donde las mujeres son minoritarias. Hace muy poco aprobamos la posibilidad de hacer concursos que estén dirigidos al género subrepresentado. Eso va a ser muy importante para poder llamar a concurso para las mujeres en la academia.
En su programa habló de inclusión. ¿En qué sentido va a trabajar la inclusión?
Esto ha sido progresivo. Partimos con inclusión del contexto socioeconómico, equidad de género y de los pueblos indígenas, y vamos avanzando hacia diversidad funcional. Ahora no se trata solamente de vías de acceso. Lo que tenemos que hacer no solo es apoyar y generar las condiciones para que todos los estudiantes tengan éxito académico, sino trabajar la interacción. Incluir no significa exhibir tablas con estudiantes que sean diversos, sino que es fundamental la diversidad interaccional. Y eso significa generar ambientes para que los estudiantes se eduquen no en silencio escuchando al profesor, sino que trabajando en conjunto entre ellos. Y eso es responsabilidad nuestra. Uno podría decir bueno, eso se da espontáneamente en los espacios extracurriculares, pero también debe darse en el aprendizaje compartido.
En el último tiempo la libertad de expresión no parece garantizada en las universidades. ¿Cómo se abordará este tema?
Es un desafío en el sentido de que el ser mismo de la universidad tiene que ver con esa libre expresión. Las dos características que son propias y únicas de la universidad es lo que se llama la asociación comunicativa, o sea, la libre expresión, el diálogo respetuoso, el actuar solidario. Y eso es esencial para generar conocimiento, que es la característica propia de una universidad. No puede haber generación de conocimiento si no existe libertad de pensamiento. Y, por lo tanto, es un bien o un atributo esencial de una universidad. Sabemos el mundo en que estamos, por lo tanto es algo que hay que cuidar. En el momento en que se pierde la comunicación la universidad pierde lo más esencial, porque es a partir de ahí donde puede hacer todo lo demás. ¿Y cómo se cuida? Se cuida con vínculo, con respeto. Sabemos que es desafiante y que hay ciertas formas de actuar que tenemos que ir paulatinamente cambiando, cuando resulta que antes de conversar, por ejemplo, hay una paralización y tiene que ver con falta de confianza. Es algo que tenemos que construir entre todos y es un desafío principal. Si eso se pierde, vamos a perder las universidades que han persistido por 800 años.
¿Cuál es su posición sobre las tomas?
Claramente quisiera que no existieran las tomas, que no tuviéramos que llegar a eso. Pero eso no se logra por decreto, sino que se construye. Y tiene que ver con el vínculo y con entender y conocer a la juventud que estamos educando. También es un desafío para nosotros entender sus problemas, sus dificultades. Tenemos todos los temas de salud mental que atender, que son tremendamente importantes, y generar ambientes que no conduzcan a más dolor y problemas. Los desafíos son enormes.
En una columna, Alfredo Jocelyn-Holt dijo que la universidad hoy es “una máquina ideológicamente comprometida” y describió un ambiente más preocupado de causas como la inclusión en lugar del estudio y la calidad.
Creo que no podemos ser excelentes si no somos inclusivos. La equidad y la inclusión son condiciones para la calidad. Si uno disocia inclusión de la calidad en una universidad como esta, vamos a perder calidad. Hay mucha investigación internacional que muestra cómo el aprendizaje es más profundo cuando uno aprende en un ambiente donde la otredad es importante, donde la complejidad es importante y, por lo tanto, a diferencia de lo que él plantea, nosotros lo vemos como una condición para la calidad. No es ideología, es honestidad con la misión. Si nos volviéramos homogéneos y la universidad representara una parte de este país, tendríamos que empezar a llamarnos de otra manera. Por eso hemos trabajado mucho por una Universidad de Chile que sea cada vez más de Chile, porque de esa manera, a partir de la complejidad, podemos formar para la complejidad del mundo que viene.
¿Cómo será su relación con el gobierno?
Yo espero que sea muy cercana. Conversé con el Presidente, y así como creo que el gobierno va a ser muy importante para el sistema de las universidades estatales (está en su programa la valoración de la educación pública y el fortalecimiento de las universidades estatales), también nosotros tenemos un gran compromiso con el país en este momento y es una de las razones más importantes de por qué me comprometo con la rectoría. La universidad tiene una capacidad enorme de aportar desde el conocimiento y desde las distintas disciplinas a los desafíos que tiene el país. Y también tenemos que educar en relación con la sociedad. Es decir, los jóvenes deberían sentir que su acción política está vinculada al aprendizaje, educarse desde los problemas reales. Ese paso hay que darlo.
Usted se ha manifestado favorable al trabajo de la Convención, ¿qué piensa del articulado sobre educación?
Me parece muy importante que tengamos principios transversales que orienten la educación en general. Son los principios en los que hemos trabajado, en lo institucional y en lo personal también: la equidad, la inclusión, la educación no sexista, apuntados al centro. Es muy emocionante ver que como país vamos a tener esos principios rectores después de tanto individualismo. Qué difícil no estar con esos valores. Yo tengo confianza.