Sergio Ramírez: “Daniel Ortega pasará a la historia como un dictador”
El escritor nicaragüense, que ejerció como vicepresidente del gobierno sandinista a mediados de los 80, sostiene que el Presidente de Nicaragua ya no posee ningún límite: “Su interés fundamental es permanecer en el poder -por medio de una tercera reelección- y llegar a las elecciones de noviembre con un candidato opositor a su gusto”. Sergio Ramírez también dice a La Tercera que parte de la izquierda de América Latina “no quiere entender que en Nicaragua hay una dictadura”.
Sergio Ramírez conoce como pocos a Daniel Ortega: a fines de los años 70 ambos fueron piezas claves en la lucha contra la dictadura de Anastasio Somoza -uno desde la intelectualidad y el otro desde la vía armada-, y cuando triunfó la Revolución Sandinista en julio de 1979, se unieron para dar forma a la Junta de Gobierno que lideró al país hasta que perdieron el poder en las elecciones de 1990. Entremedio, fue Ramírez quien asumió la Vicepresidencia de Nicaragua en 1985, como compañero de Ortega, aunque a mediados de los años 90 se transformó en uno de sus mayores críticos. En aquella época, Ramírez -escritor de larga data- ya intuía que el líder sandinista podría devenir en un gobernante autoritario, como queda de manifiesto en sus memorias Adiós Muchachos, publicadas en 1999, y también en la fundación del partido Movimiento Renovador Sandinista, junto a Dora María Téllez, exguerrillera sandinista conocida como la “Comandante Dos”.
“El Estado de Derecho dejó de existir en Nicaragua. Ortega es un caudillo armado, es una dictadura militar”, sentencia Ramírez (Masatepe, 1942) en una entrevista vía Zoom con La Tercera.
En las últimas semanas, el régimen de Ortega ha detenido a cinco aspirantes a la Presidencia de cara a las elecciones de noviembre, además de activistas, empresarios, periodistas e incluso a sus excompañeros de la guerrilla. Esta situación ha recordado lo ocurrido durante el estallido de 2018, cuando el país -uno de los más pobres de la región- vivió masivas protestas estudiantiles que provocaron la muerte de más de 300 personas, la detención de más de dos mil y el exilio de más 60 mil ciudadanos solo en Costa Rica.
Ante esta situación, Ramírez optó recientemente por salir del país, aunque aclara que es “por el momento, mientras observo cómo se desarrollan los acontecimientos”. Por lo mismo, prefiere no manifestar su ubicación exacta. De alguna manera, sabe que puede correr la misma suerte que sus antiguos camaradas, como el caso de Dora María Téllez o el excomandante sandinista Hugo Torres.
“Ortega no tiene límites. Su estrategia es a cualquier costo sostenerse en el poder”, dice Ramírez, Premio Cervantes (2017) y autor de novelas como Ya nadie llora por mí o Sombras nada más. El escritor apunta precisamente al control absoluto que Ortega y su familia (su esposa Rosario Murillo es la actual vicepresidenta) tienen de Nicaragua, Corte Suprema y Fuerzas Armadas incluidas.
Es tal la avanzada autoritaria del Presidente nicaragüense -que volvió al poder tras las elecciones de 2006-, que en noviembre postulará a un cuarto período consecutivo, en unos comicios donde no tendrá contrapeso alguno. Pero incluso si perdiera, habrá acumulado más años en el poder que el dictador a quien derrocó en 1979: Anastasio Somoza Debayle, que gobernó durante una década. El gobierno sandinista ha justificado las detenciones señalando que hay en curso un “golpe de Estado”.
¿Nicaragua se ha convertido en una suerte de Estado orwelliano, con una sociedad oprimida bajo un gobierno totalitario?
Sí, me parece que ese es un buen término, porque el régimen ha creado en Nicaragua una legalidad aparente con leyes represivas ad hoc, es decir, leyes que se preparan para los fines represivos que ellos quieren. Esta ola represiva que se ha llevado a cabo contra candidatos presidenciales, dirigentes políticos, periodistas y muchísimos exiliados, parte de un conjunto de ese tipo de leyes, como la ley de traición a la patria o a la soberanía, que entiende la detención provisional de las personas hasta por 90 días.
¿Se puede decir que en Nicaragua hay una dictadura?
Sí. Hay una suspensión virtual de todas las garantías constitucionales. La Constitución no está regulando la vida del país.
¿En qué momento Ortega se transforma en un gobernante autoritario?
En la medida en que sus necesidades se lo demandan y su necesidad única en este momento es prologar su permanencia en el poder a cualquier costo, más allá de la resonancia internacional de tener en la cárcel a candidatos presidenciales al inicio de una campaña, más allá de suprimir el Estado de Derecho: su interés fundamental es permanecer en el poder y llegar a las elecciones de noviembre con un candidato opositor a su gusto y a su medida. Él va a entregar a la oposición una cierta cantidad de asientos en el Parlamento y una vez que atraviese ese río y se sitúe al otro lado, abrirá una negociación para la cual tiene fichas, que son los prisioneros, los rehenes políticos.
Es decir, ¿Ortega estaría dispuesto a liberar a los presos después de ganar las elecciones?
A cambio de que la comunidad internacional reconozca su reelección (la tercera consecutiva), aunque sea bajo una lluvia de críticas. Lo diabólico de esto es que una vez que los prisioneros salgan, esto les dará un respiro a ellos, pero la permanencia de la familia Ortega en el poder no estará en juego.
“La Revolución Sandinista fue la última en triunfar en A. Latina en el siglo pasado. No triunfaron muchas: la mexicana, la cubana y la nicaragüense. Y las tres son modelos fracasados”.
Sergio Ramírez, escritor nicaragüense
¿Hay algo que garantice que las elecciones serán democráticas y con observadores?
No hay ninguna garantía y me parece que estas elecciones serán las peores en la historia de Nicaragua. Desde ahora ya son falsas, porque los candidatos que pueden disputarle el poder a Ortega están prisioneros y él no los va a sacar, porque cualquiera que sea liberado le haría la vida imposible y sería su peor pesadilla. Él está evitando tener a alguien en la calle que le pueda quitar el poder. Lo otro es que la gente en Nicaragua, a diferencia de lo que pasa en países como Chile, Argentina o Perú, no puede salir a la calle con sus banderas a apoyar a algún candidato, porque para Ortega eso podría revivir lo ocurrido en 2018, cuando la ciudadanía salió de manera masiva a las calles. Además, los siete miembros del Consejo Supremo Electoral son gente incondicional a él y a su esposa, y ya están armando todo el tinglado para que Ortega gane las elecciones.
Desde el estallido de 2018 ha habido varias evidencias de nepotismo -los Ortega tienen el monopolio del combustible y la energía, mientras que los hijos de la pareja presidencial controlan varios medios-, hay además violaciones a los DD.HH. y un largo etcétera. ¿Por qué la ciudadanía no se ha rebelado contra esto?
Esa es una pregunta importante. En Nicaragua quien quiera manifestarse tiene (asegurada) la casa por cárcel. Los activistas políticos, cuando quieren salir a la calle, hay un vehículo policial que se estaciona frente a sus casas y les impide salir. Esto ocurre en cualquier condición social o en cualquier provincia. Hay un estado de sitio permanente. La fuerza policial se ha multiplicado por tres o por cuatro y, además, está la amenaza de los paramilitares, a quienes la gente les teme. Entonces, hay un estado de silencio y de temor; no es falta de voluntad ni valor cívico de la gente.
¿Hay alguna institución que no controlen Ortega y su familia?
Tiene el control político, que es el control absoluto de todas las entidades de gobierno, de todos los poderes del Estado, incluido el Poder Judicial, desde la Corte Suprema hasta el último juez de la última instancia; el Consejo Supremo Electoral, la Contraloría General de Cuentas, la Fiscalía General y la Procuraduría General. A eso se suman el Ejército y la policía. Luego está el control social, a través de entidades barriales, como los Comités del Poder Ciudadano. Cualquier puesto en la administración pública debe tener una carta del representante de ese comité de tu barrio, a quienes la gente les teme. También tiene el control de la educación superior, porque todas las universidades públicas están bajo el control político del régimen. Hacia donde quieras moverte, tienes siempre una pared, esa es la magnitud, algo que pasa desapercibido para mucha gente y en especial para cierta izquierda tradicional, que en América Latina considera que Ortega es un héroe, un líder revolucionario a quien no se puede dejar de apoyar. Esa es otra pared, la de la gente que no quiere entender que en Nicaragua hay una dictadura que va más allá de cualquier ideología.
¿Esa izquierda que usted menciona está al tanto de lo que ocurre realmente en Nicaragua o apoya a Daniel Ortega porque sí?
Algunos lo apoyan porque la cartilla dice que sí, no importando cuáles sean los abusos, las violaciones a los derechos humanos, porque ven más allá de eso una meta revolucionaria que cumplir. Esa es la izquierda que nunca le dio la espalda al estalinismo.
¿Usted se refiere entonces, más que a la centroizquierda, a los partidos comunistas?
No, a la izquierda ortodoxa. En España, por ejemplo, hay una condena contra el régimen de Ortega que apoyan todos los partidos, excepto Podemos. Hay una especie de timidez de algunas fuerzas de ponerse en contra de lo evidente, algunos lo hacen por ortodoxia doctrinal, otros por desconocimiento o porque aún resuena en sus oídos la vieja revolución romántica del sandinismo.
“Lo que define a Ortega hoy es la idea de que el poder es eterno, por lo que está dispuesto a cualquier cosa. El Ortega de hoy es el que manda a prisión a Dora María Téllez o a Hugo Torres, que participó en el comando que en 1974 tomó como rehenes a unos ministros de Somoza para sacarlo a él de la cárcel”.
Sergio Ramírez, escritor nicaragüense
Usted conoce a Ortega desde los años 70, ¿por qué cree que cambió tanto? Da la idea de que incluso intenta emular a Somoza, el dictador que ustedes derrocaron.
Las personas sufren a lo largo de su vida transformaciones muy profundas. El Daniel Ortega que yo conocí pertenecía a un cuerpo político colegiado, que tomaba las decisiones estratégicas y que impedía que hubiese un dictador. Él después de la derrota electoral del 90 se fue quedando cada vez más solo, se apoyó en su esposa y en cierto grupo del Frente Sandinista y desde ahí construyó su nuevo poder, hasta que ganó las elecciones de 2006 a través de artimañas electorales y pactos políticos. Él seguramente hizo un juramento de no volver a perder nunca más una elección. Lo que define a Ortega hoy es la idea de que el poder es eterno, por lo que está dispuesto a cualquier cosa. El Ortega de hoy es el que manda a prisión a Dora María Téllez o a Hugo Torres, que participó en el comando que en 1974 tomó como rehenes a unos ministros de Somoza para sacarlo a él de la cárcel.
Entonces Ortega se convirtió en algo peor que Somoza...
Bueno, cada cual en su propia época, pero yo no encuentro diferencias entre una dictadura y otra. Lo único es que Somoza luchó contra una rebelión armada y fue derrotado militarmente y políticamente; hoy no hay una lucha militar en Nicaragua, sino que una lucha cívica. Esto es un cambio histórico, porque ahora se cree que se puede salir de una dictadura sin necesidad de una guerra civil. Por otro lado, Somoza no tenía el control social que posee Ortega.
¿Las revoluciones románticas se transformaron finalmente en algo peligroso?
Revoluciones como la sandinista no creo que vuelvan a repetirse. La Revolución Sandinista fue la última en triunfar en América Latina el siglo pasado. No triunfaron muchas: la mexicana, la cubana y la nicaragüense. Y las tres son modelos fracasados.
¿Le queda algo de sandinista a Ortega?
No. Lo que ha hecho Ortega más bien es poner en crisis al sandinismo como tal. El hecho de que su nombre y el de su familia estén ligados al Frente Sandinista ha hecho que la gente comience a repudiar incluso el nombre de Sandino, lo que me parece una tragedia. Otra vez está en el aire si Sandino era un bandido o un bandolero, o bien alguien que luchó por la independencia nacional.
¿Cómo será recordado Ortega cuando no esté en el poder?
Es una gran tragedia para él, de pasar de líder revolucionario a pasar a la historia como un dictador. En los años 80 eso nunca lo imaginó.
¿Ve algún tipo de salida a esto?
Electoral, ninguna.
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