“¿Qué le contesto al fiscal nacional?”, preguntó el presidente de la Corte Suprema. Varios de los ministros del máximo tribunal presentes en la reunión del 10 de junio se miraron buscando complicidad. Uno de los asistentes recuerda: “¿Qué quería que le respondiéramos, si él es el presidente?”.
Ese día el magistrado -quien fue nominado como supremo por el Presidente Sebastián Piñera en 2013 y ratificado por la unanimidad del Senado- había puesto en tabla la visita que el viernes anterior le había hecho Ángel Valencia, la máxima autoridad del Ministerio Público. Ese día, el fiscal nacional se había trasladado de su despacho en Catedral 1437 hasta el Palacio de Tribunales -a tres cuadras- para explicarle que se había abierto una investigación penal de oficio poco antes de que Ciper develara chats obtenidos del celular del exministro Poblete.
En las conversaciones, este último, quien está en prisión preventiva tras haber sido formalizado por autorizar al exjefe de Inteligencia del Ejército escuchas ilegales a periodistas y exmilitares, se mencionaban tratativas con políticos. En particular, una con el expresidente de RN Mario Desbordes, a quien le pedía apoyo para las aspiraciones al máximo tribunal, que en esa época, 2021, tenía su amiga, la magistrada María Teresa Letelier, quien hoy es -justamente- integrante de la Suprema. A esto se sumaban otras peticiones de supremos para nombramientos de notarios, dejando al desnudo eventuales delitos de tráfico de influencias. Por la gravedad de los hechos y las personas mencionadas en los WhatsApp es que Valencia acudió hasta el despacho de Blanco para informarle la apertura de esa investigación penal que hoy está en manos de la fiscal regional de Valparaíso, Claudia Perivancich.
Blanco estaba viviendo su segunda crisis a menos de seis meses de haber sido elegido por sus pares, en base a su antigüedad, para liderar la máxima magistratura del Poder Judicial. Pero no quería “mandarse solo” y buscó una respuesta institucional. Que finalmente se tradujo en una que fue calificada de “Perogrullo” y que no necesitaba más reflexión: “Hay que decirle que vamos a colaborar”.
Un “cuasi” presidente
No pocos dicen en la Corte Suprema que el ministro Blanco fue un presidente impensado, uno “culposo”, no doloso, un “cuasi” presidente que llegó a asumir tras una larga enfermedad que lo mantuvo varios meses fuera de la Cuarta Sala (Laboral, Familia), la que integraba.
“A Blanco lo fueron a buscar porque querían parar a Sergio Muñoz”, recuerda un alto abogado de la plaza que supo de las tratativas realizadas el año pasado para lograr el arribo del actual presidente. Y es que desde incluso antes de la pandemia se hablaba en los pasillos de tribunales de la ambición del integrante de la Tercera Sala (Constitucional) de convertirse en el primer juez en liderar dos veces el máximo tribunal.
Fue así como el 18 de diciembre de 2023 el pleno de la Corte Suprema informaba que había elegido a Blanco como presidente por el bienio 2024-2025. Esa vez, en una breve presentación ante la prensa, aseguró que “el Poder Judicial es un poder fundamental del Estado y si lo hacemos bien eso redunda en el bienestar para toda la sociedad, para nuestro país, así que espero hacerlo lo mejor posible”.
El primer traspié
Ese día fue electo, pero recién asumió el 8 de enero. Pasaría poco más de un mes y La Tercera reveló, el 12 de febrero, el acuerdo del máximo tribunal para adquirir 22 vehículos de alta gama, marca Lexus, con una inversión de $ 1.200 millones.
Por esos días un feroz incendio en Viña del Mar había dejado miles de damnificados y cientos de víctimas fatales. La decisión de los supremos generó amplias críticas, que terminaron con la salida del director de la Corporación Administrativa del Poder Judicial y la revocación del acuerdo. No habría autos nuevos. “Y fíjese que el presidente (Blanco) estaba en desacuerdo y él no quería realizar la adquisición, entonces uno se pregunta para qué está el presidente... hubiera intentado persuadir con su postura y nos ahorrábamos, quizás, esa crisis”, dice un supremo.
Esquivar polémicas
Otro integrante del máximo tribunal evalúa el rol del magistrado como “una persona en extremo democrática, quiere que todo se resuelva en el seno del pleno”. Sin embargo, hay quienes son más duros y aseguran que no existe un liderazgo y que la personalidad timorata de Blanco ha profundizado las gritas que existen en las altas cúpulas del Poder Judicial. Algunos aseguran que el autoacordado que regula la convocatoria de la Comisión de Ética no requiere necesariamente de los votos de la mayoría del pleno, ya que también establece que “la comisión será convocada por el presidente”. “Y Blanco no quiso hacerlo”, dice un supremo molesto, quien agrega que “el presidente prefirió someterlo a votación y dejarnos a nosotros como una defensa corporativa”.
La última jugada que dicen debilitará aún más “la era Blanco” es el haber nombrado una vocera. Esto, ya que no le avisó a nadie, ni siquiera lo puso en tabla, y les dijo a sus pares el miércoles 19 que todos los asuntos serán informados por una portavoz: la ministra Soledad Melo.
La decisión tomó por sorpresa a los supremos, pero al menos tres coinciden en que lo hace para salir de la primera línea de las polémicas que se avizoran con la indagatoria por tráfico de influencias. Lo que sí ha confidenciado el magistrado es que espera que la vocera no opaque a quien ocupará un lugar privilegiado en la placa -ubicada en la escalera principal del Palacio de Tribunales- que recuerda a todos los presidentes del máximo tribunal de la historia.