Hidroeléctricas, termoeléctricas y energías renovables: la historia de las tecnologías que han iluminado a Chile

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Diversas fuentes energéticas de generación eléctrica han permitido, con el paso de los años, el desarrollo de la economía nacional y que prácticamente todos los chilenos cuenten con “luz” en sus hogares. Primero fue el agua, luego el carbón, y hoy, las nuevas fuentes de energías renovables, que en la última década han vivido un auge tal, que se están convirtiendo en protagonistas, no sólo en la generación del país, sino también de la transición energética que permitirá hacer frente al cambio climático.



Dos faroles, de cinco bombillas cada uno, capaces de alumbrar incluso más que cuarenta velas, se encendieron por primera vez en la Plaza de Armas de Santiago una noche de 1883. De esta forma, dice la historia, los chilenos pudieron apreciar un fenómeno luminoso que nunca antes habían presenciado: la electricidad.

Este espectáculo, ocurrido sólo cuatro años después de que Thomas Edison iniciara la -catalogada por algunos- revolución más importante en la vida de las personas, con la invención de la bombilla eléctrica, desató un verdadero boom en Chile para el desarrollo de innovaciones a partir del uso de esta energía. Así, aparecieron los tranvías eléctricos, las luminarias en las calles; luego, las redes se expandieron a Valparaíso y durante la primera mitad del siglo pasado, “la luz” entró a los hogares de gran parte de los enclaves urbanos del país. Para llegar hasta hoy, cuando el 99,6% de los hogares a nivel nacional cuentan con acceso a electricidad, según los datos del Ministerio de Energía.

Tal modernización no habría sido posible sin la construcción de una serie de centrales de generación basadas en distintos tipos de energía: primero, en el agua, con las centrales hidroeléctricas; después, las plantas térmicas a carbón; luego, con la provisión de gas natural desde Argentina; y en la última década, centrales de nuevas fuentes de energía renovable, como las fotovoltaicas y eólicas (ver infografía).

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“La fuentes de energía que se han utilizado en Chile para la generación eléctrica han tenido un rol importante según el contexto histórico en que tuvieron su auge y los recursos disponibles en esos momentos”, afirma Claudio Seebach, presidente ejecutivo de la Asociación de Generadoras de Chile. Y hoy, con la auspiciosa proliferación de las plantas de nuevas tecnologías renovables, “Chile está retomando la senda de aprovechamiento de sus recursos naturales para la generación”, agrega Seebach.

De hecho, hoy las energías renovables son responsables del 20% de la producción total de energía del país, haciendo posible, por ejemplo, el cierre de algunas centrales termoeléctricas. Entre ellas, la desconexión definitiva de la matriz eléctrica nacional de la central Bocamina I, de propiedad del Grupo Enel, y ubicada en Coronel, que salió del sistema el 31 de diciembre pasado 3 años antes de lo establecido en el Plan Nacional de Descarbonización. Y así también, proyectar el cierre de Bocamina II para mayo de 2022, casi dos décadas antes de lo previsto.

Las fuentes de generación

Las crónicas registran que las primeras centrales de generación en Chile fueron hidroeléctricas; la primera de ellas, Chivilingo, fue construida hace más de cien años cerca de Lota, dando energía a las minas del carbón. Ese mismo carbón terminó siendo usado para generar más energía eléctrica con el desarrollo de las centrales térmicas.

Luego, en los 90, irrumpe el gas natural desde Argentina, con lo que las macrozonas del país fueron abastecidas con este combustible fósil a través de la construcción de una serie de gasoductos, solucionando por cerca de una década el problema de la fuente energética para Chile. No obstante, los sucesivos cortes en la exportación del combustible, a mediados de la primera década del 2000, no hicieron viable tal dependencia.

Eso, sumado a las amenazas de periodos de escasez hídrica, como la que se vivió en Chile a fines de los ’90, dio pie a la construcción de nuevas plantas de generación térmica a carbón.

“Una vez que Argentina cerró la definitivamente la llave del gas, no hubo otra opción que retomar la senda del carbón”, afirma Seebach.

A juicio de Ana Lía Rojas, directora de Ener Connex, consultora del sistema eléctrico, en ese momento “las plantas termoeléctricas tenían la ventaja de una rápida construcción, poder ser emplazadas muy cerca de los centros de consumo y de generar energía de forma permanente y estable”. Así, dice la economista, Chile “vivió un proceso de carbonización” cuyo resultado es el funcionamiento, hasta el año pasado, de 28 termoeléctricas.

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Por otra parte, la penetración de las energías renovables en el país durante la segunda mitad de los 2000 era incipiente, “se decía que era una locura, algo de hippies”, cuenta Rojas. Pero la entrada de capitales extranjeros a proyectos de nuevas fuentes renovables, prosigue la especialista, provenientes principalmente de países europeos, “vinieron a demostrar que la tecnología de las renovables era confiable, económicamente eficiente y que podía ser una alternativa de generación”.

Así, en 2007 se inauguró el primer gran parque eólico del país y con ello, una proliferación de proyectos comenzaron aportar energía al sistema eléctrico.

Gracias a esto, hoy es posible hablar de una transición energética, proceso por el cual la matriz energética del país -y del mundo- comienza a dejar atrás la dependencia de los combustibles fósiles y a generar las condiciones para que las energías renovables como la eólica, solar, geotérmica, de alto potencial gracias a la geografía del territorio chileno, se conviertan en la principal fuente de generación de electricidad para todo el país.

Una revolución energética

“El crecimiento exponencial de las energías renovables en Chile, pero también en el mundo, está dando paso a una revolución energética sólo comparable con la revolución industrial”, opina el ex Ministro de Medio Ambiente, Marcelo Mena.

A juicio del hoy Director del Centro de Acción Climática de la Universidad Católica de Valparaíso, “desde 2013 ya había un entendimiento de que las centrales a carbón no eran viables a largo plazo” y en los años siguientes, una serie de regulaciones como la norma de emisiones de contaminantes atmosféricos para las termoeléctricas, la entrada en vigor del llamado “impuesto verde”, además de la baja internacional en el precio de la tecnología para la generación renovable “convencieron a los operadores que era más conveniente construir una planta de ERNC”, opina.

Para Ana Lía Rojas, un factor clave fue la normativa de 2015 que estableció un sistema de tres bloques horarios para las licitaciones de suministro de electricidad para clientes regulados -residencias particulares-. “Con ello, las plantas de energía renovable tuvieron la posibilidad de presentarse a sólo un bloque y así, por ejemplo, las solares hoy pueden suministrar energía durante el día, cuando hay sol, mientras que otras fuentes de generación suministran en la noche”, explica. "

Tal ha sido el aporte de las ERNC a la matriz eléctrica nacional que, según el presidente del gremio de las generadoras, Claudio Seebach, ha permitido un proceso de descarbonización que “puede compararse con las acciones que están ejecutando países como Alemania, donde el 40% de la generación es en base a carbón”. Y agrega: “y de entre los países emergentes, somos sin duda, los más vanguardistas”.

El camino hacia el “combustible del futuro”

Si bien actualmente son las plantas solares y eólicas las que más han proliferado, con 214 y 32 centrales operando, respectivamente, según datos entregados por el gremio, se están desarrollando otras tecnologías para la generación eléctrica a partir de energías renovables.

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Una de ellas es el desarrollo de las centrales geotérmicas. Hoy existe solo una en operación, Cerro Pabellón, inaugurada en 2017 a 4.500 metros sobre el nivel del mar, en pleno Desierto de Atacama. Allí también funciona una micro-red de generación eléctrica cero emisiones, que funciona con paneles solares y un sistema de almacenamiento en base a hidrógeno verde y litio, permitiendo dotar de electricidad al campamento de trabajadores de la planta geotérmica, con energías cien por ciento cero emisiones de gases de efecto invernadero, que son los responsables del cambio climático.

Este es uno de los primeros ejemplos de la factibilidad del hidrógeno verde (H2). Chile ha hecho una apuesta por el desarrollo de este portador energético, llamado “verde” porque es producido a partir de energía renovable, y el cual es considerado el “combustible del futuro”. De hecho, según la Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde, lanzada en noviembre pasado por el Ministerio de Energía, se proyecta que a 2030 el país produzca el H2 verde al precio más bajo del planeta, bajo los 1,5 dólares el kilógramo. Los primeros pasos se están dando. En octubre pasado se anunció la construcción de la primera planta de producción de hidrógeno verde en Magallanes, a partir del uso de energía eólica. En este proyecto participan grandes conglomerados chilenos y extranjeros, entre ellos Enel Green Power Chile, el principal operador de energía renovable en el país.

“El hidrógeno verde será muy útil para eliminar las emisiones de aquellos sectores que no son posible de electrificar” explica Ana Lía Rojas “Pero para que esto suceda, es necesario primero fortalecer la producción de las centrales de energía renovable para que reemplacen definitivamente a los combustibles fósiles”, agrega.

Los desafíos de las renovables

En 2019 se lanzó el Plan de Retiro o Reconversión de las Plantas a Carbón que funcionan en país. No obstante, para reemplazar este tipo de generación por centrales renovables, los expertos coinciden en que es necesario superar varios desafíos. Como resume Claudio Seebach, de Generadoras de Chile: “es necesario reemplazar la generación de las centrales termo por una energía eléctrica equivalente y que pueda ser suministrada a todo el país de forma constante y estable, tanto de día como de noche”.

En este sentido, para Seebach es indispensable que “se desarrollen las tecnologías de almacenamiento térmico o eléctrico para que alcancen economías de escala y provean energía al sistema en momentos del día en que las renovables no pueden hacerlo”. Además, dice, es fundamental la construcción de nuevas líneas de transmisión eléctrica, que lleven la generación de las renovables desde donde se producen a otras regiones del país.

Con una mayor penetración de las ERNC y el retiro de las centrales térmicas a carbón, será posible eliminar hasta el 26% de las emisiones de gases de efecto invernadero que produce actualmente el sistema de generación eléctrica nacional, y de esta forma, pavimentar el camino para que Chile logre sus objetivos de acción climática: reducir el 45% de sus emisiones de GEI en sólo 10 años.

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