La huella de Soledad Mella: la reina del reciclaje
Partió con un carrito. Recogía “cachureos” –zapatos, ropa, juguetes y hasta libros– y los vendía en una feria de la Población Lo Hermida. Los residuos de otros eran su tesoro. Soledad Mella, recicladora y dirigente social, cuenta aquí su vida marcada por el reciclaje. Hoy, como presidenta de la Asociación Nacional de Recicladores (ANR), tiene una cosa clara: la basura no se crea ni se destruye, solo se transforma.
–Yo partí con un carrito de supermercado.
Soledad Mella tiene 50 años. 20 de ellos los ha pasado en la basura. No olvida cómo partió todo. Exactamente en la intersección de Avenida Grecia con Tobalaba, donde se instala siempre la misma feria. Cada sábado de madrugada, Mella ponía una sábana en la vereda de la calle y se instalaba a vender los cachureos que recolectaba.
Cuando Mella dice esa frase, se ríe.
–Yo partí con un carrito, con el auspicio de un supermercado. Pero el supermercado no sabía que me auspiciaba.
Pioneros del reciclaje
–Nosotros aprendimos a reciclar en la práctica misma, sin ninguna clase magistral de manejo de residuos. Simplemente en la calle –explica Mella.
Primero aprendió en la feria. Allí se dio cuenta que también se podían vender las botellas de vidrio, el papel, los diarios, las revistas, el cartón.
El carrito de supermercado se transformó en un triciclo. En ese se movía por las calles, buscando bolsas con basura. A veces le tocaba una “buena”. ¿Cómo aprendió a distinguirlas? Por la solidez de la bolsa: si era pesadilla y contundente, la bolsa tenía buen material. Luego dedicaba horas a separar de acuerdo al tipo de material. Después había que venderlo. El kilo de cartón, por ejemplo, se vende a 30 pesos. Es decir, una tonelada de cartón equivale a 30 mil pesos.
Luego la recicladora se compró su primer triciclo a motor. Mella llegó a tener una flota de triciclos. Una especie de Uber del reciclaje. Pronto se convirtió en la encargada de un punto limpio en Lo Hermida: hasta 4.000 kilos de material reciclado pasaban por su supervisión. Ya en esta nueva etapa, como emprendedora, Mella sumó a su marido y a su hijo mayor a sus filas. La empresa de esta recicladora, además de hacerse cargo del punto limpio, comenzó a prestar servicios de reciclaje a oficinas y empresas.
Al principio, dice Mella, partió “por las lucas”. Junto con su marido tenían que mantener a dos hijos y luego a tres. Pero luego se comenzó a hablar del calentamiento global y de la crisis medioambiental.
–Ahí me di cuenta que lo que hacíamos era realmente importante, que de verdad tenía valor –comenta Mella.
La ley de Responsabilidad Extendida del Productor y Fomento al Reciclaje (REP) –que se promulgó en 2016 y redefine el enfoque de la gestión de residuos en Chile– y el decreto final que establece las metas de recolección y valorización de envases y embalajes han sido pasos concretos para reconocer el trabajo de los recicladores, que hoy son aproximadamente 60.000 en Chile. En el decreto se incluye por primera vez a los recicladores de base como parte de los sistemas de gestión de residuos. Además, se crea un plan de formalización para este rubro: deberán ser contratados en al menos la mitad de los puntos de recepción y acopio de residuos.
–Logramos insertarnos en la discusión. Está el gobierno, los privados y la Asociación Nacional de Recicladores, que hoy tiene dos mil recicladores asociados. Habrán posibilidades de contrato, de capacitaciones y el proceso de certificación de nuestros recicladores –cuenta Mella.
El fin de la invisibilidad
La pandemia también golpeó a los recicladores. Marzo y abril fueron los peores meses. Su actividad disminuyó en un 30 por ciento. Eso hasta que este rubro entró en la categoría de “servicios esenciales”. Un detalle para algunos, un triunfo para Mella.
–La pandemia visibilizó el trabajo de los recicladores, reconoció lo que sabíamos: que somos un servicio esencial. Son millones de toneladas de residuos que hemos recuperado –explica la presidenta de la ANR.
Los recicladores han tenido numerosos nombres. Cachureros, botilleros, cartoneros. Pero siempre, dice Mella, fueron invisibles. Incluso cuando se les veía afuera de casas y edificios juntando cartones en sus triciclos.
Eso se acabó cuando, en medio de ciudades en cuarentena total, a varios de los recicladores, comenta Mella, los recibieron con aplausos. A otros los mismos vecinos incluso les regalaron cajas de mercadería
–Ha sido emocionante. Hay una valorización de la gente frente a la labor que hacemos. Nosotros combatimos otra crisis mundial: el calentamiento global– dice la recicladora.
Paso a paso, han comenzado a surgir iniciativas para hacer frente al cambio climático, aún en pandemia. En junio se lanzó la plataforma web “Recicla en casa”, que conecta a ciudadanos con recicladores de base cercanos que hoy retiran desde las casas los residuos y los llevan a las plantas de reciclaje. La instancia ha sido un éxito y el teléfono de Soledad Mella no ha parado de sonar desde entonces.
Pero este logro también conlleva una dificultad. La exposición al Covid 19 es alta. Algunas empresas les han donado escudos faciales, guantes y alcohol gel a los recicladores que pertenecen a la ANR. Pero los que no están organizados tienen que costearse esos insumos. Además, como los puntos limpios están cerrados, muchos de los recicladores han tenido que acumular residuos en sus propias casas.
–Necesitamos tener centros de acopio. Gracias al Ministerio de Bienes Nacionales, junto con el Ministerio de Medio Ambiente, conseguimos un terreno en Maipú, para los recicladores a nivel nacional. Esa es la punta de lanza para obtener lugares de acopio en las regiones. Hoy en la región de Biobío y en La Araucanía ya estamos en proceso de conseguir un terreno para los recicladores de allá. El ya tener un terreno de 3.000 metros cuadrados en Santiago te abre una tremenda puerta para las regiones. Esto es con organización y es un comienzo –dice Mella.
La pandemia, a pesar de sus dificultades, ha sido una oportunidad, comenta esta recicladora. Y la basura, lo sabe, es como la materia: no se crea ni se destruye, solo se transforma.
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